viernes, 20 de mayo de 2011

Alemania, año cero (1947)


La perdida de la inocencia es inherente a los estragos de la guerra, ésta no sabe de edades, no perdona y no permite que nadie escape de su control. La exposición realizada por Roberto Rossellini intenta no apartarse de la realidad en la que se descubre la escasez, las enfermedades, las familias que se amontonan en una vivienda y el resto de miserias que se observan en el día a día de una ciudad moribunda por donde deambulan personas de todo tipo, incluidos los sin escrúpulos que no dudan en utilizar a niños para su beneficio propio. de este modo, mirando a la realidad de un país destruido física, espiritual y moralmente, Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1947), una de las obras claves del neorrealismo de posguerra, se convierte en un documento esencial para comprender la situación que atravesaba el país germánico (podría haber sido cualquier otra nación devastada por la contienda). En ella se refleja una situación real, expuesta con cierto didactismo, que remite a la necesidad de buscar y comprender del propio Rossellini. Esa intención de describir la realidad emparenta a los neorrealistas con los escritores realistas y naturalistas del siglo XIX, pues también buscan dejar constancia de su momento, apuntando situaciones, comportamientos, causas y efectos, sucesos y consecuencias como las que Edmund sufre. Rodada en Berlín en el verano de 1947, las primeras imágenes de la película muestran una ciudad destruida donde cerca de tres millones y medio de personas sufren las consecuencias de una guerra que marca su día a día. Son seres desesperados, desesperanzados, que intentan sobrevivir a la penuria que significa una contienda que ha acarreado, antes, durante y después de su desarrollo, desgracia y pobreza. A estas personas se les niega alimentos, un hogar digno donde habitar (la mayor parte de las viviendas han sido destruidas por las bombas) o un empleo que les proporcione un salario que les permita, entre otras cuestiones, una mejora en su dieta diaria y un aumento de autoestima. Ante la permisividad de las autoridades, se desarrolla a plena luz del día un mercado negro donde los menos escrupulosos sacan provecho de la situación. Sin embargo, Alemania, año cero se detiene en otro tipo de individuos, en concreto en Edmund, el niño de doce años a quien se descubre en la obligación de ayudar y mantener a su familia. Se ha visto forzado porque su padre se encuentra enfermo, sufre una convalecencia que le impide abandonar la cama. Su hermano mayor se esconde, teme sufrir represalias si se presenta ante las autoridades, ya que ha sido soldado del ejército alemán (y no cree en un trato justo, sino que está convencido de que le encerrarán o le enviarán a un campo de trabajo). La hermana de Edmund colabora como puede, sin llegar a caer el la deshonra que tienta a mujeres de su edad, jóvenes que encuentran en su belleza la única salida para poder conseguir algún beneficio. Los miembros de la familia saben que el lugar de Edmund sería la escuela, pero eso sería en un mundo ideal, no en un mundo real y tangible como lo es el suyo, el Berlín de 1947. Así pues, acceden a que el joven deambule por las calles en busca de dinero y del alimento que permitan a su hermano continuar escondiéndose, víctima de un temor que él mismo alienta, y que sustituya el trabajo de un padre incapacitado para ello. Ante su comprensión inocente y maleable se presenta el delito como medio, relativamente, sencillo para conseguir lo que necesita, del mismo modo que se presentan ante él, seres que no dudarán en aprovecharse de su inexperiencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario