El sueño de Francis Ford Coppola como el del cualquier otro buen director sería realizar las mejores películas posibles, y que éstas fuesen obras maestras. El caso de Coppola es un claro ejemplo de un director de mucho talento que se arriesga y se involucra al cien por cien en cada uno de sus proyectos. Pero, antes de saltar a la fama, retrocediendo hasta la década de 1960, un joven Francis Ford Coppola entra en contacto con la factoría de Roger Corman, donde se le ofrece la oportunidad de debutar como director con un film de terror de escaso presupuesto (nueve días de rodaje y con desacuerdos entre el productor y Coppola) titulado Dementia 13 (1963), a la que siguen la comedia Ya eres un gran chico (1966), el musical El valle del arco iris (1968) y el excelente drama Llueve sobre mi corazón (1969), ésta última significaría su reconocimiento internacional al obtener la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Durante este decenio compagina su carrera de director con la de guionista para otros realizadores, suyos son los guiones de ¿Arde, París? (1966), Propiedad condenada (1966), Reflejos en un ojo dorado (1967) o Patton (1970), película que le proporciona su primer Oscar al mejor guión. Asentado dentro de la industria produce el primer largometraje de un joven George Lucas, THX 1138 (1971), a quien también produciría su segunda película, American Graffiti (1973), que se convirtió en una inagotable fuente de ingresos debido a su gran éxito. Pero dejando a un lado esta faceta de productor, nos situamos en 1972, año en el que Coppola acaricia su sueño al poder trasladar a la pantalla la novela de Mario Puzo, The Godfather, cuyo argumento es de sobra conocido por todos y que gira en torno a las relaciones, tanto personales como profesionales de una familia italoamericana relacionada con el hampa. Y sería con esta adaptación cuando verdaderamente sale a la luz la personalidad y genialidad de un realizador que alcanza el éxito con El padrino, obra maestra que le eleva hasta una posición privilegiada dentro del sistema, y que le permite realizar las películas que él quiere y como quiere. Así pues, dos años después, en 1974, rueda una producción modesta, pero de una calidad que confirma las expectativas creadas tras su anterior film. La conversación (Palma de Oro en Cannes) es un thriller interpretado por Gene Hackman, que tiene aspectos comunes a Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966), cuyo personaje, por casualidad, descubre en sus grabaciones un complot que al principio pasa por alto. Ese mismo año, sorprende a todos con una segunda parte de El padrino, El padrino parte II, que no es una continuación de la anterior, sino una reinvención, un nuevo enfoque, del personaje de Vito Corleone (se nos muestra desde su infancia hasta que alcanza su verdadera cima, la creación de una familia) y un acercamiento al personaje de Michael y la transformación que sufre. En una palabra: <<¡Genial!>>, una frase: <<increíble, esta segunda parte supera a la primera>>. Con todos los premios cosechados por sus dos padrinos, Coppola se involucra en un proyecto de dimensiones desproporcionadas, un proyecto colosal que se verá obligado a estrenar en el Festival Internacional de Cine de Cannes y con el que ganará La Palma de Oro en 1979. El rodaje de Apocalypse Now comienza en el año 1976, era, sin duda, el proyecto que permitiría a Coppola alcanzar definitivamente su sueño, pero más que un sueño se convierte en una pesadilla, en la que una serie de imprevistos desafortunados le llevan prácticamente a la quiebra y a hipotecar muchas de sus posesiones. Pero, finalmente, Apocalypse Now se estrena y ya desde su primer momento se convierte en una obra maestra que confirma a Coppola como uno de los mejores directores de la última parte del siglo XX. El sueño se había alcanzado, pero y después, qué...
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