Como cualquier otro movimiento artístico, el expresionismo es reflejo y refleja su época, pero, aun naciendo de esa misma época, nace contra ella, pues nace como la manifestación artística de una generación que siente su disconformidad creciente frente al espacio y al momento donde rechazan lo tradicional. Aunque, más que rechazo, es un alejamiento total de las tradiciones decimonónicas, del sistema social del Antiguo Régimen y del continuismo artístico heredado del siglo XIX. Frente a lo heredado, los artistas expresionistas se distancian y, en ese punto alejado, se produce su afinidad, generacional y artística, así como necesidades parejas a la hora de transmitir emociones y pensamientos, de hablar de su entorno, de sí mismos, de su interpretación del presente y de oponerse al arte previo. A este tipo de ismo le tocó ver la luz en Alemania, en los primeros años de la década de 1910, y su radio de acción abarcó artes como la arquitectura, la pintura, la música o la literatura. Su idea inicial sería romper con el impresionismo y el naturalismo, tendencias artísticas que se venían desarrollando desde el siglo anterior. Años después, hacia finales de la década, el expresionismo llega al cine, un arte en auge cuya facilidad para difundirse entre la población le permite exponer las ideas y pensamientos que inquietan a sus creadores. Así pues, nos encontramos en un tiempo en el que Alemania vive en la derrota de una guerra (la Primera Guerra Mundial), y la miseria y el dolor se acentúan de manera terrible. El Tratado de Versalles agudiza la crisis económica y el país la sufre, obligado a pagar una indemnización que no puede asumir. Este marco económico-social lleva a que varios cineastas y artistas alemanes realicen producciones que sientan las bases del movimiento cinematográfico, que vendrían a ser: utilización de luces y sombras, exaltación de lo irracional, rebeldía del yo frente al conjunto externo, distorsión de la realidad para reflejar el entorno y la sociedad reales, que no se muestran tal cual son, pues se trata de una visión personal, en extremo subjetiva, que abusa de las deformación decorativa de espacios donde se pueden apreciar inclinaciones imposibles en los edificios, cuyas proporciones disminuyen frente a la talla de los actores o actrices, o curvaturas en calles que servirían para que un borracho cualquiera pudiese disimular perfectamente su estado. Asimismo, los personajes, con su excesivo maquillaje y gestualidad, se hacen menos creíbles, mejor aún, se transforman en la imagen física del subjetivo, del yo interno frente al exterior que suele amenazarlo. La unión de estas y otras características confiere alucinación, pesadilla o sueño; de ese modo no resulta difícil precisar que el expresionismo en el cine se acerca a temas de carácter fantástico o de terror, géneros en los que encontraría mayor acomodo, ya que le permite realizar su crítica social sin alejarse de las bases que predica.
jueves, 19 de mayo de 2011
Expresionismo. El subjetivo frente a la realidad exterior
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