sábado, 3 de febrero de 2024

Rosa Luxemburgo (1985)

Polaca de nacimiento y “sin fronteras” de convicción, Rosa Luxemburgo (Zamosc, 1871-Berlín, 1919) abandonó Varsovia —en aquel momento perteneciente al Imperio Ruso— para no ser encarcelada por sus actividades políticas. Por entonces, tenía 18 años, suficientes para comprender las injusticias sociales, el antisemitismo, las masacres (progromos) que aumentaron a raíz de la muerte del zar Alejandro II (1881), de cuyo asesinato culparon a los judíos y precipitó la política antisemita de Alejandro III. Había visto suficiente odio, persecución, miseria y desigualdad como para convencerse de que su única oportunidad para hacer real su sueño de igualdad pasaba por emigrar y prepararse. Así que se trasladó a Suiza, donde, en la Universidad de Zúrich, inició su formación intelectual. En el país de los cantones pudo cursar Filosofía, Historia de la política y Economía. Allí profundizó en las teorías marxistas y creyó descubrir en ellas la clave para hacer realidad su sueño revolucionario. La revolución que ansiaba era social y pacífica, una que igualase a hombres y mujeres sin distinción de clase, condición, credo y procedencia; de hecho, las clases sociales y las fronteras nacionales desaparecerían en su utopía. Era su mundo feliz, su sueño, soñado antes y después por otras mentes, más igualitario y solidario que la realidad que descubría a su alrededor. En definitiva, su utopía sería un mundo mejor. La militante lo intentó, pero lo utópico se ubica en medio de mares de realidad que hacen imposible su concreción, salvo en la imaginación y el deseo. Era una soñadora y una luchadora, pero en política no mandan las ilusiones ni las intenciones, lo hacen la economía y el poder, que se debe a así mismo y no al resto, la necesidad de poseerlo y el miedo a perderlo. Mas a Rosa le importaba la utopía revolucionaria, la que quiso convertir en real en Polonia y en Alemania (y en el mundo entero), a donde llegó tiempo antes de que estallase la Gran Guerra (1914-1918), la cual supuso el final de la vieja Europa, la de los grandes imperios que, salvo el británico, cayeron tras el conflicto armado. Ella es la heroína de la biografía cinematográfica que Margarethe von Trotta llevó a la gran pantalla en 1985 con el protagonismo de Barbara Sukowa, totalmente entregada a su papel.

La historia de Rosa Luxemburgo (Rosa Luxemburg, 1985) realizada por von Trotta se inicia durante el encierro de la activista en presidio en 1916, debido a su postura antibelicista. Pasea entre los muros y sobre el suelo nevado. Es invierno y ya en su habitación escribe una carta en cuyas líneas todavía habla de su esperanza. Dice que todo saldrá bien, pues así lo cree. Se comprende que nunca perderá su creencia, su fe por la materialización de su socialismo, humanista y utópico; y por ello resultó una figura molesta para la mayoría, antes, durante y después de la guerra. En 1919 fue asesinada por la policía. Alemania vivía un periodo negro, y no sería el último. El personaje encaja perfectamente en el universo cinematográfico de von Trotta, quien, desde sus inicios en la dirección, se interesa por la mujer en la historia contemporánea alemana. Concede protagonismo a figuras femeninas en películas en las que lo político y lo íntimo se dan la mano. Rosa Luxemburgo es un ejemplo, no el mejor, pero sí uno que sigue esa línea y desvela la admiración de la cineasta hacia la figura histórica de la cofundadora del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia, el periódico “Bandera roja” y de la Liga Espartaquista —germen del Partido Comunista Alemán— y también hacia la mujer que se enamora y sufre desengaños, la que debe asumir la pérdida, la que establece lazos de amistad al tiempo que se niega a rendirse. La cineasta realiza un recorrido por la vida de su heroína, deteniéndose en momentos de vida y lucha: la entrada del nuevo siglo, que invita a la esperanza de que será el que haga real la igualdad y la desaparición de clases, la revolución de 1905, a partir de la que abraza la vía pacífica, la Gran Guerra (1914-1918), la revolución alemana en la inmediata posguerra… Todo ello da forma a Rosa Luxemburgo, que confirma el interés de von Trotta ya no por recuperar la figura femenina en la historia, sino por desvelar su situación en ese pasado reciente (Alemania en el siglo XX) velado por distintas circunstancias, fuese la vergüenza que significó el nazismo o el conservadurismo de una sociedad que Rosa quiso transformar…



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