miércoles, 14 de febrero de 2024

La pasión ciega (1940)

De los más grandes del cine negro, del western, del bélico, de la aventura,… en definitiva, uno de los mejores directores cinematográficos que ha dado el cine, aunque nunca tan alabado e idolatrado como quienes, incluso sin su talento, supieron publicitarse y venderse mejor, Raoul Walsh era un narrador que empleaba las imágenes para contar historias. Y lo hacía de forma sobresaliente. No pretendía dárselas de genio, aunque fuese un genial cineasta. Comprendía que una película era una expresión animada, un espectáculo vivo y quizá una nueva forma de arte que debía conectar y entretener al mayor número de público posible. Era consciente de que “el negocio es el negocio” y que había que equilibrarlo con su ego artístico; también lo era de que una película la forman numerosos elementos, entre ellos los distintos departamentos, desde los guionistas hasta los efectos, pasando por las manos de los productores. Uno de sus periodos de esplendor —salvo momentos, prácticamente, toda su carrera es esplendorosa— fue su etapa Warner de finales de la década de 1930 y la práctica totalidad de la siguiente. Durante esos años resultó fundamental para la modernización del cine negro; quizá sería más exacto decir que en tres títulos abre la puerta al género. Los violentos años veinte (The Roaring Twenties, 1939), La pasión ciega (They Drive by Night, 1940) y El último refugio (High Sierra, 1941) resultaron fundamentales para el devenir del género. En los tres contó con la producción ejecutiva de Hal B. Wallis y la asociada de Mark Hellinger, de quien surge la historia original de Los violentos años veinte, clave en la transición del cine gansteril de los años treinta al negro que apuntan La pasión ciega y El último refugio, en la que ya se definen aspectos y características reconocibles en películas posteriores.

Lo mismo podría decirse de La pasión ciega, de su historia, basada en la novela de I. A. Bezzeries, otro fundamental del género negro, y escrita por Jerry Wald y Richard Macaulay, quienes junto a Robert Rossen habían sido los guionistas de Los violentos años veinte. Ambientada en el ámbito de los camioneros, como años después lo haría Mercado de ladrones (Thieves Highway, Jules Dassin, 1949), otra espléndida producción de Hellinger, la primera parte del film se centra en los hermanos Fabrini, Joe (George Raft) y Paul (Humphrey Bogart), transportistas independientes cuyo trabajo apenas les da para vivir. Inicialmente, Walsh expone el sacrificio que implica conducir día y noche, transportando mercancías de otros, lo que supone depender de estos. En ese momento de película los Fabrini tienen que enfrentarse a los peligros y riegos del oficio —acumulación de horas en la carretera, el cansancio, los accidentes, la pérdida del vehículo—, así como a prestamistas y a empresarios que, obviamente, solo buscan su beneficio, sin importarles ni la seguridad ni la situación de los camioneros a quienes prestan dinero o a quienes contratan y exprimen al máximo. El oficio es exigente, duro como también lo son Joe, Paul y cualquiera que se siente al volante para ejercer la profesión. <<Somos más duros de pelar que cualquier camión>>, le asegura Joe a Cassey Hartley (Ann Sheridan), la mujer que recoge en la carretera y que descubre distinta; sobre todo diferente a Lana (Ida Lupino), la mujer de Ed (Alan Hale), un viejo amigo de Joe y un pelele en manos de una mujer harta de la personalidad, de ambición y de clase en su marido y enamorada de otro. Los personajes femeninos en el cine negro de la Warner de preguerra apuntaban osadía, en busca de su liberación de convencionalismos. Eran más peligrosas (incluso letales), pasionales, fuertes e independientes que las heroínas del resto de las “majors” de Hollywood. Eran modernas y esa modernidad me devuelve a Walsh, un cineasta que siempre se mostró dispuesto a evolucionar su cine, consciente de sus posibilidades —de que Hollywood era y es un negocio y él un asalariado con personalidad pionera y espíritu independiente— y consiguiendo en cada etapa de su larga carrera películas que todavía hoy funcionan como lo que son: grandes obras cinematográficas.





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