jueves, 1 de febrero de 2024

La esquimal tiene frío (1983)

Venía de rodar dos cortometrajes, Diorissimo (1980) y Nöi kezekben (1981) —en ambos contó con la actriz Marietta Méhes, que sería la actriz principal de su primer largometraje—, y de formar parte del reparto de películas tan destacadas como A sí poló macskakö (Gyula Gazdas, 1972), Magyar rapszódia (Miklós Jáncsó, 1979) o Mephisto (István Szabó, 1981), por lo que no se puede decir que el húngaro János Xantus fuese un primerizo en esto del cine cuando tuvo la oportunidad de realizar su primer largo. Era 1983 y la historia a contar en La esquimal tiene frío (Eszkimó asszony fázik, 1983) planteaba un triángulo amoroso que apunta hacia la destrucción de cada uno de sus vértices. Para ganarse la atención del público desde el principio de su película, Xantus, también guionista del film, contó con un inicio expeditivo, en el que corre la sangre de Laci (Boguslaw Linda), el pianista que, tras los títulos de crédito, aterriza en su Budapest natal para dar un concierto y devolver el film al pasado en el que conoce a Mari (Marietta Méhes), el vértice femenino de la trama, atrapada entre dos hombres opuestos. Laci, mimado y caprichoso, inicia su relación con Mari ignorando que se trata de una mujer casada; su marido, János (Andor Lukáts), es el hombre que lo apuñala en el presente, antes de que se inserten los títulos de crédito. El retorno al pasado, que abarca la práctica totalidad de La esquimal tiene frío, permite a Xantus explicar su historia conociendo el final, es decir, destripando a Laci en su comienzo; pero ¿por qué János lo apuñala? ¿Por celos? ¿Por venganza? ¿Por impotencia? No está claro en ese instante inicial, de ahí que las respuestas se conozcan a través de ese pasado en el que Mari pronto desvela a Laci que está casada con un hombre sordo; de quien dice que es más un padre o un hermano que un marido. Ella le hace de intérprete en el trabajo, posiblemente sea su comunicación con el mundo y seguro que Mari es el eje de su existencia. Así, la historia bascula entre estos tres personajes y el espejismo de liberación que implica los primeros momentos de relación entre Laci y Mari, una relación que se deteriora y avanza hacia la destrucción, como confirman las letras de las canciones que Mari canta para el grupo musical que ha formado— o cuando su vida con el pianista venido a menos —debido a su afición al alcohol y a su egoísmo— le hace echar en falta a János. Pero, más que otra cosa, su situación le hace pensar en dejar todo atrás y buscar su propio inicio…



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