viernes, 16 de septiembre de 2011

Uno de los nuestros (1990)


El <<que
 yo recuerde, desde que tuve uso de razón, quise ser un gángster>> y el cuchillo que Tommy (Joe Pesci) utiliza para rematar a Billy Batts (Frank Vincent) impactan en el inicio de uno de los films de gánsteres más famosos de la historia del cine, un inicio en el que uno se hace una ligera idea de lo que vendrá a continuación. La voz de Henry Hill (Ray Liotta) explica que ya desde niño deseaba ser uno de ellos; ser alguien en un barrio de don nadies. Ese era su sueño, un sueño que se convirtió en realidad en el mismo instante en el que empezó a trabajar para Paul Cicero (Paul Sorvino), el jefe del lugar. Para estos buenos chicos, pertenecer al selecto grupo de hampones lo era todo. Les posibilitaba conseguir cuanto precisaban sin tener que dar cuentas a nadie, excepto a Paul, a quien siempre había que pagar un tributo. Era lo más cercano a sentirse los amos del mundo, aunque fuera el submundo. Henry lo sabía, pero disfrutaba formando parte de él y sintiéndose importante. Para un adolescente que crece admirando a los hampones del barrio, codearse con sus ídolos en los locales y en las calles era como pisar el paraíso que no quería abandonar. Prefería recibir alguna paliza paterna por no asistir a clase que dejar de codearse con tipos como el irlandés Jimmy Conway (Robert DeNiro), quien a ojos del joven Henry era una leyenda y un héroe a imitar. Las virtudes de Jimmy, recuerda el Henry narrador, consistían en ser un excelente ladrón y un asesino sin escrúpulos; sin duda, otro un “buen chico” y uno de sus grandes amigos, entre los que también se contaba otro “buen muchacho”: ese violento psicópata de su misma edad que no tardaría en poseer las facciones de un brutal Joe Pesci.


La historia que narra
Martin Scorsese abarca tres décadas de historia, alrededor de veinticinco años que siguen la evolución de Henry en ese mundo de violencia y de criminalidad superior al que el cineasta expone al grupo de amigos de Malas calles (Main Street, 1974). Durante ese cuarto de siglo, Henry y sus compadres delinquen a placer. Roban donde quieren y venden la mercancía sin que nadie les incordie. El dinero fluye y tienen más que suficiente para untar a la policía, para que hagan la vista gorda, y a los encargados de los mejores locales, para que les consigan la mesa con la que impresionar y fardar. Eran familia, pero no todos eran miembros de la familia, únicamente los italianos como Tommy podrían serlo. Pero a Henry le daba igual, porque si quería algo, lo cogía; y si alguien protestaba, una paliza y adiós quejas. El inicio de Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) impacta, como también impacta el resto del metraje, no ya por el ejemplar uso de la violencia ni por el narrador del que se vale Scorsese para dotar de mayor agilidad narrativa. Impacta porque nunca desciende el ritmo, aunque varíe. El film avanza a lo largo del tiempo sin dejar cabos sueltos, lo hace como la cámara al entrar en el local y presentarnos a los personajes. Lo hace familiarizado con el terreno que pisa y apoyándose en la personalidad de Henry y las de sus colegas. Pero también el intercambio de voces omniscientes resulta un acierto y un refuerzo narrativo al introducir la voz de Karen (Lorraine Bracco), y con ella una nueva perspectiva de los hechos que se observan en la pantalla.


En un primer momento, Karen nos dice que ignoraba a qué se dedicaba ese buen muchacho que le atraía, pero esa fue una cuestión que careció de importancia para ella, porque ella disfruta de su compañía, le gustaba que la llevase a sitios caros y verle como manejaba las grandes cantidades de dinero que siempre llevaba en su traje hortera y que no dudaba en sacar, una y otra vez, como si pudiese comprar todo cuanto le rodeaba. Cuando Karen descubrió la verdadera ocupación de Henry, no se amilanó ni se echó para atrás: <<y con el tiempo todo empezó a ser normal, como si tuviese un marido con un trabajo normal>>, confiesa años después. Los primeros momentos conyugales resultaron perfectos. Todos formaban parte de una gran familia, todos se conocían y no se relacionaban con extraños, excepto si se trataba de alguna amante a la que mantenían a espaldas de sus mujeres. Su mundo giraba a la perfección: golpes y dinero fácil, trajes caros y chicas guapas, una partida de poker de vez en cuando y una casa lujosa en cuyo interior aguardaba la esposa que desesperaba ante las constantes ausencias del marido que cumplía parte de sus deberes maritales en otros lares.


Pero un buen día Karen perdió los nervios y dijo hasta aquí, mientras apuntaba con un revólver a su marido, convirtiéndose de ese modo en una mujer capaz de cualquier cosa con tal de recuperarlo. Así pues, Paul y Jimmy intercedieron en favor de Karen, quien había acudido reiteradamente a sus casas en busca de ayuda, ambos le pidieron-exigieron a Henry que regresara con su mujer, porque, como Paul dice, <<nosotros no nos divorciamos, no somos animales>>. Pero antes de regresar al hogar, un detalle por parte de Paul: vacaciones pagadas en Florida, en compañía de Jimmy; sol, playa, diversión y un encargo algo violento, que sorprendentemente sería el paso en falso que les conduciría directamente a la cárcel. El tiempo que Henry pasó en la cárcel, mientras estuvo Paul, resultó cómodo, pues los sobornos les permitían un nivel de vida cercano al que podrían tener en su propio hogar. Sin embargo, cuando Henry se quedó sólo, todo cambió, debía sobrevivir y lo hizo trapicheando con drogas, una constante que le perseguiría a partir de ese momento. Tras cinco años de condena, fue puesto en libertad condicional, pero no se encontró en él la menor intención de readaptarse, menos aún cuando descubrió que el lujo al que estaban acostumbrados, tanto él como su familia, había volado.


La excepcional puesta en escena que realizó
Martin Scorsese fue capaz de acercar un universo sórdido y peligroso de un modo muy atractivo, dotándolo de un ritmo excepcional, donde los hechos se desarrollan imparables hacia ese momento en el que el mundo de ese personaje que, admira y que nunca desea cambiar lo que es, se derrumba como consecuencia de todo cuanto se ha mostrado desde el inicio; situaciones provocadas por él mismo y otras que ni siquiera hubiese deseado que ocurriesen, pero que no habría podido evitar porque esos buenos camaradas, en el fondo, no son tan buenos. Henry fue testigo, en más de una ocasión, de la brutalidad de Tommy, uno de los suyos, un buen chico sádico y peligroso, con un sentido del humor muy peculiar; asimismo fue cómplice y testigo de muchos otros delitos y crímenes, como aquellos robos en el aeropuerto o aquellos asuntos que Paul siempre intentó manejar desde la sombra... Y esa sería la historia de Henry y Karen, un matrimonio rodeado de buenos compadres, cuyo final conllevaría el despertar de un sueño (o de una pesadilla) y asumir un presente en el que Henry se definiría como <<un don nadie>> que tiene <<que vivir el resto de mi vida como un gilipollas>>. ¿Y qué había sido hasta entonces?

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