Existen dos tipos de catástrofes, las naturales y las provocadas por los humanos, ésta última sería la peor de las dos, puesto que pueden ser evitadas, y de entre todas esas provocaciones sin sentido, la peor de todas es la guerra, no sólo por la destrucción del presente, sino por las consecuencias que genera en el futuro. El 6 de agosto de 1945 la bomba atómica fue soltada sobre Hiroshima y tres días después sobre Nagasaki, dos ciudades japonesas que quedarían arrasadas por el impacto del proyectil y por su radio de devastación. Aquel día, decenas de miles de civiles perecieron calcinados o sepultados en los escombros de ambas ciudades, los supervivientes, quedaron afectados por ese nube radiactiva que les perseguiría desde entonces. Años después, en 1959, Yasuko (Yoshiko Tanaka) y sus tíos viven en Fukuyama, la casa de la familia, pero no han olvidado los hechos que presenciaron aquel fátidico día de 1945, de hecho no pueden olvidar, pues sus vidas están ligadas a ese momento. Los tíos de Yasuko sufren las consecuencias de la radiación: debilidad, mareos, vómitos o alteraciones en sus percepciones, entre otros síntomas. Sin embargo, a Yasuko tan sólo le había alcanzado la lluvia negra, algo que sus familiares quieren dejar claro a quienes murmuran que pronto le aparecerán los primeros síntomas de la radiactividad. Para todos hablar de aquel día resulta difícil, muchos ni siquiera estaban presentes, cuestión que les aleja de la verdadera magnitud de un hecho que los implicados todavía se preguntan por qué se produjo, si Japón estaba prácticamente derrotado. Esa pregunta martiriza a algunos afectados, pero a todos martiriza la certeza de una muerte lenta, agónica y anticipada. Así pues, los amigos del tío de Yasuko perecen tras una larga agonía, mientras, inexplicablemente, él y su esposa sobreviven, pero sin escapar al sufrimiento al que se encuentran condenados, a la espera de que llegue su momento. También su sobrina empieza a padecer en secreto las consecuencias de aquella lluvia negra que había caído sobre su cuerpo el día de la explosión atómica. Shohei Imamura expuso en esa familia las consecuencias de un sin sentido humano, uno de tantos, en el que los inocentes comprueban un infierno incomprensible, creado por sus semejantes, en el que todo queda destruido, y aquellos que se salvan comprenderán que sólo será un periodo de condena. Lluvia negra (Kuroi Ame) se mueve entre dos tiempos: el día de la explosión, donde se observa la devastación y el horror al descubrir los cuerpos calcinados que se amontonan por doquier, sin poder reconocer quién es quién; y desde un presente en el que los supervivientes sufren las consecuencias tanto físicas como psíquicas de una catástrofe evitable que les ha llevado a ese estado de dolor y discapacidad. El rechazo de los jóvenes hacia Yasuko, a quien nadie desea pedir su mano, porque saben que ha estado en contacto con el rayo, la ha marcado; esa constante irrita a su tío (Kazuo Kitamura), quien desea que su sobrina sea aceptada como una mujer normal. Por ese motivo y para que el desastre no caiga en el olvido ha escrito un diario donde expone los sucesos y se reitera diciendo que su sobrina no ha sido afectada, porque no se encontraba en Hiroshima, sino en los alrededores, y tan sólo le alcanzó la lluvia negra.
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