martes, 8 de julio de 2025

Josefina Aldecoa e Historia de una maestra


Tras la riqueza literaria de la que España disfrutó durante el reinado de Alfonso XIII, incluida la dictadura de Primo de Rivera, y la Segunda República, llegó un periodo de silencio, de exilio exterior e interior, que también se asentó en las Letras. Fueron años de penumbra, de represión, de autarquía, de temor, de bocas cerradas, de cerebros sin cultivar y de estómagos más hambrientos que en las etapas anteriores. Posguerra y hambruna, corrían tiempos enlutados, oscuros, de silencio que afectaban a la literatura, pues, con miedo y sin libertad expresiva, poco se podía hacer al enfrentarse a una hoja en blanco. ¿De qué escribir? ¿Sobre qué, si la censura, vigilaba y amenazaba para velar por los intereses del régimen? De los veteranos que permanecieron en España no se podía esperar una renovación grupal o un cara a cara con la realidad del país, solo veteranas islas literarias o adeptos al régimen. Incluso entre los jóvenes que se lanzaron a la aventura de escribir no había una intención de mirar la realidad, salvo desde la mirada introspectiva. Alguien como Carmen Laforet vio claro sobre qué en su intimista Nada (1944), Miguel Delibes transitó su propio camino en La sombra del ciprés es alargada (1947) o Ana María Matute hizo lo propio en Los Abel (1948), autoras y obras clave en el resurgir literario que se confirmaría en la segunda mitad de la década de 1950, cuando, en 1955, España es aceptada en la ONU, gracias al apoyo interesado estadounidense. A partir de ese momento, que explica en parte la “relajación” de la dictadura, se observa la mejora en la narrativa que tiene como protagonistas a varios autores cuyas novelas, muchas de las cuales asumían un realismo hasta entonces ausente en la literatura producida en los años de dictadura, cambiaron el panorama narrativo español. Fue el momento de Jesús Fernández Santos y Los bravos (1954), de Rafael Sánchez Ferlosio y El Jarama (1955), de Carmen Martín Gaite y Entre visillos (1957) o de Ignacio Aldecoa y El fulgor y la sangre (1954)… La realidad literaria apuntaba un despertar del letargo en el que habían caído las letras durante el primer periodo franquista. Entre aquellos nuevos valores literarios se encontraba Josefina Rodríguez Álvarez, conocida como Josefina Aldecoa, apellido de su marido Ignacio, fallecido en 1969, autor de las notables Gran Sol (1958) y Con el viento solano (1961). Por su parte, Josefina no publicó de manera continuada hasta la década de 1980, aunque, con anterioridad, ya había escrito El arte del niño (1960) y A ninguna parte (1961). En 1990, publicó Historia de una maestra y, como ella misma apunta, fue la primera de una trilogía no premeditada: <<Después vivieron Mujeres de Negro y La fuerza del destino, las otras novelas que completan la trilogía y que, lejos de formar parte de un plan preestablecido, fueron surgiendo poco a poco, gracias al aliento de la gente que me animaba a seguro con esa historia.>> (1) Pero más que de ese ánimo, se trataba de que todavía tenía las que contar sobre la historia de Gabriela y su hija Juana: <<Y también porque me pareció justo permitir a la madre e hija que protagonizan la novela seguir con sus vidas sobre el telón de fondo de los cambios que fue experimentando España a lo largo del siglo XX.>> Narrada en primera persona, en tiempo pasado, como unas memorias, la narradora de Historia de una maestra recuerda su sueño, su comienzo y su conclusión. Son las tres partes en las que divide sus pasos por el precario sistema educativo y sus experiencias vitales, aquellas que vive en una aldea de montaña, en la isla Fernando Poo (en la Guinea Ecuatorial) o en el pueblo donde vive sus matrimonio y el nacimiento de su hija, el 14 de abril de 1931, el mismo día del advenimiento de la Segunda República, a la que ella y su marido se adhieren de inmediato porque aviva la esperanza, para ellos la posibilidad por la que luchan a diario: la mejora educativa que libere y que posibilite las mejoras sociales que tanto precisa un país anclado y con una tasa de analfabetismo que supera el treinta por ciento…



(1) Josefina Aldecoa: Prólogo de Historia de una maestra. DeBolsillo, Barcelona, 2015.

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