martes, 22 de julio de 2025

¿Qué me contaría Mateo?


 Mirando la catedral, me viene a la mente la idea de grandeza, y la pregunta de cómo un grupo de personas fue capaz de elevar esas piedras hacia el cielo dándole esa forma que se me antoja hermosa. Y me quedo sin respuesta, como tantas veces me sucede. Tal vez tenga demasiadas preguntas o se reduzcan y siempre sean las mismas. No tengo ni idea; tampoco sé cuáles son las preguntas de otros. ¿Serán las mismas? ¿Similares? ¿Distintas? Supongo que habrá coincidencias y otras que nada tendrán que ver. ¿Qué me contaría Mateo? ¿Y Domingo de Andrade y José de la Peña de Toro? ¿Y Fernando Casas de Novoa? ¿Y si me paso al cine? ¿Qué dirían Wilder, Berlanga, Ferreri, Monicelli…, si les preguntase qué piensan de la grandeza y de la pequeñez, del engaño y el autoengaño? Desconozco sus respuestas, pero seguro que responderían con mayor gracia e ironía de las que yo pueda presumir y poseer. El otro día escribí una entrada en el blog relacionada con el engaño, a raíz de lo que expresaba la publicidad de una inteligencia artificial, cuya llegada no ha cambiado el rumbo al garete de nuestro mundo, lo ha acelerado, puesto que ya habían creado uno de no pensantes, de fanáticos, de consumidores, de polemistas infantiles y de “seguidores” sin capacidad crítica ni reflexiva, un mundo donde el fanatismo, el engaño, el miedo, la pereza intelectual, el narcisismo y la intolerancia ganan al respeto, a la curiosidad, a la confianza, al esfuerzo mental, a la verdad, a la generosidad. Es una pena, con lo bien que salimos en las fotos, parecemos tan guapos y tan felices, tan listas y tan listos, tan monas y monos… ¿no crees Mateo?


Ignoro qué nos va a deparar el futuro, pero el presente, el que viene desde hace tiempo, diría que desde mediados del pasado siglo (sino de antes), da para pensar que algo hemos hecho mal por el camino. Creo que hemos involucionado intelectualmente, que nos hemos dejado deshumanizar e insensibilizar, y que los intelectuales, el sistema educativo, la familia (núcleo tradicionalmente protector y represor de los individuos que la forman), la prensa y el resto de los medios de “comunicación”, el supuesto mundo de la cultura, que se ha convertido en un negocio extraordinariamente lucrativo, ya no digamos quienes campan por la ¿política?, son sin duda los mayores responsables de la situación en la que estamos, pues han descuidado la que se supone su razón de ser (aunque esta no haya sido la de los políticos como miembros de la clase dirigente): el guiar y abrir vías en la evolución de la sociedad, por tanto también en la de las personas que la forman, para contrarrestar las fuerzas que, ahora y siempre, solo buscan perpetuarse en el poder y enriquecerse, a menudo a costa de los miembros de su especie. Es decir, la principal función de estos grupos es (o debería ser) liberar, no someter ni engañar. Pero esto ya parece caer en lo utópico… Domingo ¿tú qué opinas?


Esta claro que el mundo ha cambiado y que ahora nos encontramos en los primeros compases del después. Pero el problema no reside en si una inteligencia artificial nos va a sustituir, a esclavizar, a exterminar o no, sino en nosotros como especie siempre más dispuesta a despedazarse por nada que a unirse para lograr algo, aunque sea un poco. ¿Fue una inteligencia artificial la que provocó la muerte de millones de personas en la Primera y Segunda Guerra Mundial? ¿La responsable de los distintos intentos de genocidio llevados a cabo hasta la fecha? ¿Fue la que construyó y lanzó las bombas atómicas? ¿La que mata en la actualidad con total impunidad? ¿La que creó la esclavitud y el mundo de consumismo atroz y de indiferencia brutal que habitamos? ¿La que ha plastificado el planeta, la que ha hecho de la guerra una lucrativa opción para la industria armamentística o la que ha hecho del miedo un medio de control y una inagotable fuente de ingresos? No voy a ser hipócrita, no culparé de nuestros males humanos a lo inhumano, tampoco de nuestros bienes y aciertos, que los tenemos, aun sea por azar. Antes culpábamos al diablo, y ahora, ¿a quién culpar, Fernando?


Nos han estado manipulando desde mucho antes de la aparición de internet y de la inteligencia artificial —que son dos herramientas que pueden manipularnos con suma facilidad porque las personas no hemos querido desarrollar nuestras capacidades para contrarrestar la manipulación, casi diría que preferimos ser manipulados porque nos evita el pensar y el preguntarnos qué hacer o qué parte de culpa nos corresponde en nuestro devenir como individuo y como miembros de una comunidad—, aprovechando nuestra incapacidad crítica, nuestra tendencia a la idolatría, a la adicción, a crear dioses, el gusto a la comodidad y al consumo, la facilidad de acusar al resto de nuestros males y de cuanto nos molesta o disgusta. Como especie supuestamente inteligente que pretendía mejorar su sociedad y democratizarla, necesitábamos una educación diferente, constructiva, que crease mentes libres y críticas, verdaderamente democráticas, tal como las que pretendían el estadounidense John Dewey o el británico Bertrand Russell; o antes que ellos Francisco Giner de los Ríos, cuando creó en España la Escuela Libre de Enseñanza. Y las que hay se las margina. ¿Hemos conseguido una educación emancipadora? Lo dudo, es más cómodo que nos ordenen, que nos pasen de curso, que aceptemos lo que nos den y hagamos lo que nos manden, aunque no pensemos en que sea mandato ni imposición. En definitiva, se lleva el dejarse llevar; el que otros asuman responsabilidades, porque ya trabajamos suficiente, pero suficiente ¿para qué? ¿Para llegar a fin de mes y continuar bregando sin ganas, ya cansados de tanto trajinar en algo que a casi nadie llena?


Otros tantos interrogantes pueden plantearse respecto a la televisión, el cine, la radio, la “literatura”, las redes sociales… ¿A qué obedece crear tanto contenido instantáneo y repetitivo (los mismos gestos, los mismos tonos, el mismo humor prefabricado, etc.)? ¿Para tener consumidores apáticos, siempre consumiendo productos similares (que es lo que les dan los encargados de suministrarlos), que prefieren que otros piensen por ellos o que dicen estar cansados para pensar, cuando pensar es, junto al sentir, nuestro gran tesoro? Con todo ese panorama, la inteligencia artificial no es la que nos va a destruir; de eso nos encargamos solos, pero, ahora, en el momento inicial de su puesta en marcha, sus desarrolladores han encontrado su nueva mina de oro. La conclusión, la más evidente, es que no se puede prever el mañana, pues, a día de hoy, todavía somos los responsables de cómo se presente la jornada después... ¿O me equivoco, Marco? ¿Cómo crees que lo plantearían Luis y Mario? No sé, tal vez Wilder concluyese un texto similar diciendo que “construimos y vivimos el gran carnaval, tal vez el que preceda al crepúsculo de quienes han aspirado a crear ídolos y dioses que adorar, someter y derribar, pero siempre apostaré por lo humano, por su imperfección, a ver qué nos depara. Esta o aquella botella…”

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