<<Un hueso es un hueso. Dos, son dos. Y muchos pueden no ser un esqueleto. Yo sé esto y lo otro y lo de más allá, y no sé más que cuando no sabía esto ni lo otro ni lo de más allá…>>, leo que reflexiona Anselmo, el personaje del cuento de Rafael Dieste La peña y el pájaro, páginas después de escucharme suspirar un “no sé” de tantos que desaparecen y reaparecen en el tiempo y en el pensamiento. Aunque lleve una partícula negativa, el decir “No sé…” no niega saber, abre la posibilidad e introduce la duda, tal vez un interrogante o incertidumbre que puede deparar una idea peregrina, pasajera, viajera, de ida y vuelta o solo de regresar a un punto sin retorno o de partida… No sé… puede que la vida sea una imposibilidad repleta de posibilidades o una posibilidad salpicada de imposibles, una constante búsqueda de uno mismo, de su lugar, de sus dudas, de sus gentes, de sus historias, de sus invenciones... No sé…, pero, en todo caso, la considero un aprendizaje a trompicones en el que cuanto más se conoce, menos se sabe y más ganas de saber y de conocer entran… No sé… Supongo que esto le sucede a muchos; quizás también a Anselmo, e incluso al propio Dieste… No sé… Me refiero a que no es una rareza el encontrarse con alguien que se inventa o se fantasea, alguien que afirme que el conocimiento amplía nuestra ignorancia y nuestra curiosidad, alguien que dice que el conocer nos sitúa un paso más cerca del “solo sé que no sé nada”, que ya es mucho más que el saber de quienes todo lo saben y ya nada se plantean… No sé… tal vez ese conocimiento que consideran absoluto les imposibilite imaginar y fantasear, el soñar historias más allá de la historia, en la fantasía, en el misterio… No sé… incluso puede que existan quienes consideren la realidad como el único espacio válido para hallar respuestas… No sé… a menudo las respuestas nada me dicen, nada me responden, solo me conducen a seguir caminando en el “No sé…” No sé… lo mío es el caminar y a ver a dónde llego, y ahora me encuentro aquí, al inicio de una cuesta de la que todavía no veo su final. Camino con un ejemplar en la mano de Historias e invenciones de Félix Muriel, y, al tiempo que acaricio su papel verjurado blanco, sonrío y exclamó en mi mente qué hermoso libro de cuentos este de Rafael Dieste. Subo la que hoy llaman Avenida de Castelao, en honor a otro ilustre rianxeiro, y disfruto cada paso, cada página, deseando que el recorrido no termine mientras le digo al silencio: qué bien sienta dejarse llevar por la imaginación y la narrativa elegante y cuidada de Dieste, una nada pesada, más bien dispuesta a volar. Dieste publicó los nueve relatos que dan forma a Historias e invenciones de Félix Muriel en la argentina Buenos Aires, a donde le llevó el exilio, tras la guerra civil española. Allí, en la década de 1940, los escribió sin apartar de su mente los lugares que se vio obligado a dejar atrás y que tanto le inspiraron… No sé… son y no son los que asoman por las páginas del libro, puesto que todo parece posible en sus páginas de fantasía, de costumbres, de situaciones extraordinarias, de viajes y caminos sin más límites que la inimitable capacidad de fantasear del escritor rianxeiro... No sé… lo hizo en cuentos como los narrados por Félix Muriel, que no es otro que el propio Dieste inventado por Dieste, que nos cuenta historias que le marcaron, que se inventa o que nunca le contaron, espléndidas fantasías que me acercan a la posibilidad, a decir… No sé…
<<Un hueso es un hueso. Dos, son dos. Y muchos huesos pueden no ser un esqueleto.
Yo sé esto y lo otro y lo de más allá, y no sé más que cuando no sabía esto ni lo otro ni lo de más allá.
Mil experiencias más y estaré harto. Mil desencantos más y estaré libre. Dejadme saber dónde acaba el hambre. Ya llega la hartura, ya. Oh, dadme otra vez el hambre.
Varias hambres tengo. Una de todo. Otra de nada. Otra de aquello que acaba en nada. Y otra empezará después.
Cuando haya dicho sí mil veces, eligiendo por turno esto y lo otro y lo de más allá, podré decir no, enteramente no, y quedarme esperando. Pero seré una sombra y el no se quedará en no. Nada vendrá a colmarlo, aunque grite: Aquí estoy, ya vacío, ya hueco y hondo con mi no perfecto. Nada vendrá a colmar la sima de mi no perfecto.
Y entonces lo colmaré yo. Con mi caudal ambiguo, con mis olas contrarias, con ese vago tumulto.
Mas, ¿cuándo dije sí, cuando dije sí? Siempre he dicho pasad, pasad. Sí, pero pasad. De prisa, sin dejar huella, sin dejar memoria, o dejándola mala, deleznable, de ceniza que pueda una gran ráfaga barrer un día, una ráfaga que llegará un día, un luminoso viento al que no importen las cenizas.
Y aquí estoy, esperando, pero no sé quién soy. Y aquí están mis cenizas y ya ni ese gran viento luminoso reclamo. Basta un soplo ligero. Basta mi indiferencia…>>
Este entrecomillado pertenece a Rafael Dieste, extraído de Historias e invenciones de Félix Muriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario