lunes, 27 de marzo de 2023

Dragon Rapide (1986)


A día de hoy, ya no me sorprende, pero la condicional “si no lo veo, no lo creo” da una idea de lo que pensé el siglo pasado cuando vi por primera vez a Juan Diego y a Franco siendo uno. A priori, era un personaje imposible para el actor andaluz, al menos eso pensé, pero es ahí donde una vez más desvelaba su talento, al lograr encontrar al personaje (era el primer actor español que interpretaba a Franco) más allá del físico que no comparten y de ideologías que se sitúan en las antípodas. Visto el resultado de su interpretación en Dragon Rapide (1986), no pude más que decirme que el actor dio en el clavo, que era de lo mejor de la reconstrucción pretendida por Jaime Camino en el cincuenta aniversario del golpe militar que puso fin a la Segunda República, y aún ahora pienso que clava su personaje. ¿Cómo lo hizo? Entonces no supe cómo, no tenía argumentos para dar una respuesta. Años después, en el monográfico que le dedicó el Festival de Cine de Ourense, leí una declaración del propio actor que me orientaba hacia una posible: <<Era una oportunidad de venganza con las armas del conocimiento y de la cultura y yo creo que era uno de los actores llamado a ello. Leí toda la bibliografía. Estuve a la búsqueda de su voz, me di cuenta de que su acento no era gallego, era maño. Le había quedado de su etapa en Zaragoza. Eso fue lo primero que descubrí. Y después, curiosamente, un día me levanté de la mesa, sin tomar el postre. También fui al colegio donde estudiaba, donde tenía que cantar el “Cara al sol” antes de entrar. Y recuerdo la mirada del niño Juanito mirando el retrato de aquel hombre que no le decía nada. Y busqué la historia de Franco de niño, de cuando le llamaban “el cerillita”. Busqué el ser humano que había detrás, el que sustenta a Franco, que luego se convierte en una hiena. Y decidí que lo iba a hacer. Llamé a Camino y lo hice. Lo empecé a buscar desde la infancia.>> (1)


Lo hizo desde la vulnerabilidad y la inseguridad infantil que, en desequilibrio, deparó al militar adulto que el actor dio vida en la pantalla. Parco en palabras, siempre con la sensación de que se oculta de posibles miradas furtivas que puedan descubrir sus ambiciones, quizá sus temores, la interioridad que se entreve en instantes que comparte con Carmen Polo (Vicky Peña) o ya hacia el final del film, cuando pone sus cartas boca arriba. El general Franco de Juan Diego es de lo mejor del film de Jaime Camino, pero Dragon Rapide guarda más atractivos, como podría ser su reconstrucción de los días previos al golpe militar que desencadenó la guerra civil (1936-1939) y el fin de aquella joven democracia española a la que no dieron tiempo de crecer y madurar. Con la colaboración en el guion de Roman Gubern y el historiador Ian Gibson, Camino recrea el momento desde varios frentes: Mola (Manuel de Blas), Franco, Luis Bolín (Santiago Ramos), quien vuela de Inglaterra a Marruecos en el avión de Havilland 87, conocido como “Dragon Rapide”, que el 11 de julio de 1936 despega de Croydon, aeropuerto en las cercanías de Londres, con la misión de llevar a Franco de Canarias al protectorado de Marruecos donde se pondrá a la cabeza de las tropas que deben tomar el sur de la península ibérica. Otro personaje de relevancia es Paco (Micky Molina), el periodista que sospecha que el golpe de Estado no se hará esperar; incluso le pregunta abiertamente sobre el asunto al presidente, que bromea y resta importancia al asunto, grave error, uno de muchos —a día de hoy conocemos algunos, pero entonces, sin la perspectiva de la distancia, lo que se venía encima era más difícil de ver—. Camino detalla, puntilloso, ateniéndose a los hechos, pero también dejando un espacio a la intimidad del personaje del futuro dictador en compañía de Carmen, cuya ambigüedad (ni de lejos es la imagen que muestra en público) e influencia sobre el militar quedan expuestas en la escena de alcoba en la que siembra mayores ansias de poder en su marido; que ya tendría una saco lleno de ambiciones, de rencores y de complejos que sacudirse. Aunque se trate de un film coral, que deambula entre varios espacios y personajes, Dragon Rapide siempre regresa a Franco, quien, dado el paso, ya no hay vuelta atrás. La noticia del alzamiento llega a la redacción del periodo de Paco. En ese instante, amargado, triste y desilusionado por lo que se avecina, su redactor jefe (Rafael Alonso) reflexiona en voz alta y resume el sentir y el pesar de cualquier republicano y demócrata de entonces: <<La eternos salvadores de España, que no han hecho otra cosa que asfixiarla. Los caciques, los terratenientes, los curas más reaccionarios, los militares cuarteleros y oportunistas, ¿cuándo nos dejarán respirar en paz? Pobre República.>> Se lamenta de esos eternos salvadores de sí mismos que se han sentido agraviados por el recorte de sus privilegios y por otras reformas con las que los republicanos pretendían desterrar de España la alargada sombra del Antiguo Régimen.


(1) Juan Diego, en Jose Luis Castro de Paz y Julio Pérez Perucha: Picas en Flandes: el cinema de Juan Diego. Festival de Cine de Ourense, Ourense, 2006.

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