domingo, 19 de marzo de 2023

On Secret Service (1912)


Qué fácil era contar una historia cinematográfica, sin voces, sin sonido, sin movimiento de cámara, solo con una serie de planos estáticos que cobraban sentido mediante el montaje, y algunos intertítulos explicativos. El cine de la primera mitad de la década de 1910 era como un suspiro. Se rodaba con rapidez y aspiraba a entretener y a ganar dinero. El cine con aspiraciones artísticas todavía era un horizonte lejano. Humilde en su pretensión de divertir y de obtener beneficios económicos, por entonces todavía transitaban un espacio prácticamente virgen, inexplorado, aunque poco faltaba para dar un siguiente paso evolutivo: el épico italiano y el cine nórdico que precedieron a las superproducciones de Griffith. El Hollywood de 1912 aún no era el “Hollywood” de las estrellas y del celuloide que ya sería en la década siguiente, el que se convirtió en un gigantesco negocio compuesto por empresas, grandes y pequeñas, que producían en cantidad industrial para consumo mundial. Aquel espacio primigenio era para los pioneros cinematográficos, similares a los reflejados por Peter Bogdanovich en Así empezó Hollywood (Nickelodeon, 1976). Algunos respondía a nombres que ya forman parte de la historia del cine, tales David Wark Griffith, Mack Sennett, Cecil B. DeMille o Thomas H. Ince, que fue de los grandes impulsores del western y de la épica cinematográfica. Ince era capaz de dotar de emoción, con aparente sencillez, a la acción de planos estáticos que cobrarían la sensación de movimiento y tiempo en su posterior unión en la sala de edición. La velocidad era necesaria para contar historias en apenas veinte o treinta minutos, como sucede en On Secret Service (1912), que Ince desarrolla en plena Guerra de la Secesión. En apenas media hora cuenta una historia bélica de espionaje y romance, que también incluye una visita a Washington (de decorado) donde Abraham Lincoln se muestra preocupado por el curso que sigue la guerra. Allí, en la capital de la Unión, también se encuentra el capitán Frank Stanton, el miembro del servicio secreto que será enviado al sur para interceptar al espía confederado que se ha apoderado de los planes del ejército unionista. Vista hoy, la que Ince nos cuenta es una historia simple; más de lo mismo. Tampoco sorprende el romance que, hacía mitad de metraje, asume el protagonismo de la trama uniendo a Stanton y Betty, confederada hasta la médula, hermana del espía  rebelde y una heroína de acción que resulta ser el personaje menos estático y el más atractivo del film; sobre todo cuando descubre que el hombre que ama es un enemigo y asume la misión de denunciarlo, lo cual ya aventura el conflicto que precipitará el desenlace de On Secret Service, ejemplo de entretenimiento de aquel entonces y, en la actualidad, una oportunidad para viajar a un mundo de celuloide que empezaba a aspirar a cotas narrativas mayores; ya poco faltaba para que Griffith rodase El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1914) e Intolerancia (Intolerance, 1915) o el propio Ince Civilización (Civilization, 1916).




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