domingo, 12 de marzo de 2023

Vera Chytilová. Cine diferente

Sin duda, junto Agnès Varda y Larisa Shepitko, Vera Chytilová fue de las cineastas más sobresalientes que formaron parte de los “nuevos cines europeos” de la década de 1960. Para Chytilová, el cine era algo así como la vía de acceso a la realidad, mediante la cual acercarse y enfrentarse a ella de manera y con intención provocadoras; buscando una reacción y exigiendo un esfuerzo intelectual al público. Quizá esto explique que, durante su carrera, combinase el cine documental y el de ficción y apostase por la ruptura narrativa, por los personajes femeninos y por el “desorden” a través del montaje, de la fragmentación, de la metáfora y del uso de técnicas visuales y sonoras que no se ajustaban al “lenguaje” cinematográfico tradicional. Su apuesta como cineasta fue arriesgada y original, a veces difícil de descodificar para el espectador, al que exigía involucrarse y ser parte activa, impidiendo su acomode y la pasividad a la que acostumbra el “cine estándar”. Esto quizá provoque que sus películas no seas accesibles a todos los públicos, más bien son minoritarias.


Nacida en Ostrava (República Checa), en 1929, Chytilová se trasladó a Praga siendo adolescente. Allí, inició estudios de filosofía y de arquitectura y ejerció varios oficios —fotógrafa, técnica de laboratorio, maniquí y actriz ocasional— antes de aprobar el examen de acceso para cursar cine en la FAMU (Escuela de Estudios Cinematográficos de Praga) en la que se diplomaría cinco años después de su entrada en 1957. Tomó de modelo las vanguardias de los años veinte y se lanzó a hacer cine en la década de 1960, pero, como le sucedió a otros compañeros de generación, su intención chocó con la censura de su país, la cual, tras el breve deshielo, retomó los viejos usos y puso numerosas trabas para la continuidad de alguien como ella. Sin ir más lejos, y a pesar del éxito obtenido en festivales internacionales, Las margaritas (Sedmikrásky, 1966) fue prohibida en Checoslovaquia y solo cuatro años después pudo sacar adelante su nuevo proyecto: Los frutos del paraíso (Ovoce stromu rajskych jime, 1970), gracias a la financiación belga.

La nueva ola cinematográfica checoslovaca se gestó dentro de la FAMU donde Chytilová se diplomó con El techo (Strop, 1962), mediometraje en el que ya apuntaba personalidad y su necesidad de romper con el audiovisual usual; ruptura que también apunta Algo diferente (O nacem jiném, 1963), su primer largometraje, y el fragmento para el film colectivo Perlitas en el fondo (Perlicky na dne, 1965), película que suele considerarse el film manifiesto de esta nueva ola que transformó el cine checoslovaco, y se confirma en su máxima expresión en Las margaritas y Los frutos del paraíso. Para tal ruptura, el uso del montaje (o desmontaje) era fundamental. Desde él exponía lo importante y lo banal, cuestionando los límites del audiovisual, sin adaptarse a más moda que sus propias intenciones. Chytilová prescinde de una narrativa acomodada y convencional, prefiere destruirla y construir una nueva, más libre, en la que “todo” puede cuestionarse y en la que el público debe desentrañar la información que contenga la película o la que crea que contiene. Es un cine abierto a la interpretación y una declaración de intenciones, como lo es el inicio de Las margaritas, cuando las dos Marias deciden entregarse al caos y a la destrucción, incluso la de su propia imagen, que cortan en cientos de pequeños pedazos. De los suyos, este sería el film más famoso y, en su momento, fue prohibido en su país. Condenada al ostracismo, durante la década de 1970 solo pudo realizar tres largometrajes, el ya nombrado Los frutos del paraíso, el televisivo Kamarádi (1971) y El juego de la manzana (Hra o jablko, 1977). Ya en los años ochenta, su carrera se estabilizó entre el cine y la televisión, destacando su documental Chytilová versus Forman (1982), en el que realiza un cara a cara con su famoso compañero de generación Milos Forman



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