jueves, 10 de noviembre de 2022

Golfus de Roma (1966)


El adiós a la gran pantalla de Buster Keaton, de los más grandes creadores del cine mudo, fue un homenaje al slapstick. También lo es la parte final del film, que desarrolla una persecución de cuadrigas digna de la comedia de golpe y porrazo silente. Por lo demás, la presencia de Keaton se queda en lo anecdótico; su personaje, despistado y trotamundos, apenas asoma en tres breves ocasiones. Lo mejor que se puede hacer para recordarlo, y disfrutar su genialidad, es volver a sus comedias mudas: inimitables, divertidas, creativas y atemporales, adjetivos que no puedo emplear para esta comedia producida por Melvin Frank, también coguionista, dirigida por Lester y con protagonismo exclusivo de Zero Mostel, quien, tras quince años apartando del cine —había sido incluido en la lista negra—, regresaba a la gran pantalla. Golfus de Roma (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, 1966) es un musical que se inicia en su cota más elevada. En ese instante suena su tema más conocido, además,  en su primer visionado, el público todavía ignora qué vendrá. Esa ignorancia es promesa de fiesta, de desenfado, de absurdo, de crear una “Loquilandia romana” donde el humor y el ritmo se imponen, pero nada más lejos de las imágenes, diálogos y personajes que se dejan ver en la pantalla. El resto de Golfus de Roma es un descenso colorista, alocado y musical, que por momentos remonta el vuelo, para volver a descender y caer en un desequilibrio en el que destacan los decorados, la película fue filmada en los estudios que Samuel Bronston tenía en España, y la intención de Lester de hacer cinematográfico el absurdo musical basado en la pieza teatral escrita por Burt Shevelove y Larry Gelbart y con letras y música de Stephen Sondheim.




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