viernes, 18 de noviembre de 2022

Bohumil Hrabal, en el cine


<<Durante nuestra primera conversación le planteé una cuestión que me daba vueltas por la cabeza: ¿por qué sus textos, sin perder el sentido del humor, están poblados de catástrofes, heridas y accidentes, o sea de acontecimientos de los que las personas débiles como yo generalmente apartan la vista? ¿Cómo es que al leer sobre esas tragedias se me llenan los ojos de lágrimas y al mismo tiempo hay algo en ellas que me hace reír? ¿Cómo es que no puedo dejar de sonreír ante lo funesto y penoso en su obra, y a pesar de ello no tengo la sensación de ser un cínico? Él me contestó que las catástrofes, las tragedias y la muerte forman parte de la vida, son la otra cara de la moneda y si no las advirtiéramos no podríamos apreciar el hecho de vivir y alegrarnos de él lo suficiente.


Fue toda una lección, y la convertí en una especie de estribillo que me acompañó en mis años venideros. Durante décadas tuve la oportunidad de encontrarme una y otra vez con Hrabal y aprender que esta filosofía suya fue el hilo rojo que atravesaba toda su obra: uno puede imponerse sobre todo lo malo y terrible que le trae la vida, hasta puede triunfar sobre la muerte, mientras no se deje quebrantar. Esta era la sabiduría y la madurez hacia la que me iba acercando con la ayuda del escritor, lentamente, con dificultad y a trompicones.>>


Jiri Menzel*



La mayoría de sus obras parten de sus experiencias, poseen humor negro e ironía y se centran en personajes que podrían ser cualquiera. Sus novelas presentan influencias desde Franz Kafka hasta clásicos como los filósofos Lao TseSeneca, sin olvidar a Baudelaire, a Schopenhauer, al Rabelais de Gargantúa y Pantagruel y al también checo Jaroslav Hasek, autor de El buen soldado Svejk. Así nos encontramos en sus páginas a un aprendiz de ferroviario en Trenes rigurosamente vigilados, a un obrero de la industria metalúrgica en los relatos de Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, a un empleado de un centro de reciclaje de papel en Una soledad demasiado ruidosa o a un tramoyista en Bodas en casa como los héroes de sus historias, héroes porque para el escritor la heroicidad reside en vivir la cotidianidad, aunque esta sea contada y vivida de forma extraordinaria, como hace el narrador de Yo serví al rey de Inglaterra. Son personas con las que Bohumil Hrabal se identifica, personajes que tienen mucho del propio escritor nacido en Brno, Moldavia en 1914. Hrabal los crea y habla de ellos al tiempo que habla de sí mismo; a veces, los muestra marginados o distanciándose de los márgenes sociales, pero, sea de un modo u otro, se interesa por ellos y los mira preguntándose quiénes son y quién es él. Sus héroes viven en la monotonía, para ellos su mundo, a la par del tiempo histórico y de los imprevistos que deparan momentos trágicos que no escapan ni rompen con lo cotidiano, pues la tragedia solo es, como se apunta en el párrafo inicial, la otra cara de la moneda —la que no deseamos que nos toque—; por ejemplo, el accidente mortal sufrido por uno de los personajes principales de Festival de las campanitas (Slavnosti snezenek, 1983) cuando iba a por sopa. Esa es su heroicidad y su condena. Sobreviven en cotidianidades en la que se producen accidentes como el señalado, excesos como los narrados por el pícaro camarero de Yo serví al rey de Inglaterra o el despertar de Milos al sexo, a la vida y a la muerte en Trenes rigurosamente vigilados, obra en la que combina la frustración y la alegría del joven protagonista con los hechos históricos que afectan a la Humanidad, y que a él, como parte, acaban por afectarle, aunque de un modo diferente a cómo lo hace su despertar sexual.



<<Vivir y observar las vidas de la gente y participar en la vida en cualquier lugar y a cualquier precio: eso era para él lo más importante y lo más elevado; por eso no se quejaba de ningún trabajo; si los demás podían vivir en los altos hornos, ¿por qué no él?, se decía. Y gracias a las miles de imágenes y experiencias acumuladas en el trabajo, con frecuencia soñaba y de vez en cuando reflexionaba, y al final lo vertía todo sobre el papel. Su literatura se convertía en una bella prosa escrita con las vidas de la gente que había conocido, con el ambiente donde había vivido… Pero antes que nada con su propia vida.>>


Monika Zgustova*



Actualmente, y no sin razón, Hrabal está considerado como uno de los escritores checos más sobresalientes del siglo XX. Su influencia no solo se puede apreciar en la literatura checa, sino también en su cine, el que se realizó durante el deshielo, en la década de 1960, hasta la entrada de los tanques soviéticos en territorio checoslovaco. Perlitas en el fondo (Perlicky na dne, 1965) reunió a varios de aquellos jóvenes cineastas —Jiri Menzel, Jan Nemec, Evald Schorm, Vera Chytilová y Jaromil Jires— que formaron lo que se dio en llamar la nueva ola del cine checoslovaco. El film puede considerarse una especie de manifiesto cinematográfico de aquella generación irrepetible (cierto, que ninguna se repite), que reúne varias historias del escritor, publicadas en su libro homónimo, para crear un mosaico de situaciones y costumbres que va del absurdo al humor negro o viceversa. Pero su relación con el cine se había iniciado un año antes, de la mano de Ivan Passer en el cortometraje Fádni odpoladne (1964), aunque, sin duda, su aportación cinematográfica la determina su colaboración con Jiri Menzel a lo largo de seis películas, desde la ya nombrada Perlitas en el fondo hasta Yo serví al rey de Inglaterra (Obsluhoval jsem anglického krále, 2006), en la que el cineasta volvía a adaptar al escritor con quien compartía mirada irónica.



<<Bohumil conocía perfectamente qué imperfecta criatura es el ser humano, aunque eso no le impedía quererlo. Eso es lo que lo diferencia de muchos escritores actuales. Además, Hrabal era capaz de describir la vida tal y como realmente es, de forma inusualmente sensible, aunque no de forma naturalista sino siguiendo su propio método poético. Expuso la realidad ilustrándola a partir de relaciones y conexiones extrañas entre frases que oía o acontecimientos y personajes que tal vez imaginó.>> Cuando Jiri Menzel comentaba esto, en una entrevista publicada en el diario El periódico (19-07-2008), Hrabal ya había fallecido (murió en 1997), pero, durante años, su colaboración deparó varias de las mejores producciones del cine checo, entre ellas Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky, 1966) y tres films quizá menos conocidos, pero también espléndidos: Alondras en el alambre (Skrivánci na niti, 1969), Tijeretazos (Postriziny, 1981) —que no se basa en ninguna obra suya, sino que pone en imágenes un guion original escrito, mano a mano, con Menzel— y Festival de las campanitas (Slavnosti snezenek, 1983), que tiene su inspiración literaria en su libro de cuentos Las fiestas de las campanillas blancas.



*Los frutos amargos del jardín de las delicias. Vida y obra de Bohumil Hrabal, de Monika Zgustova. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014.

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