martes, 22 de noviembre de 2022

El demonio de los celos (1970)


En
Si, ya me acuerdo Marcello Mastroianni comentaba que uno de los placeres de su profesión era la diversión que sentía interpretando personajes que, sin preparación previa, fluían a medida que les daba vida. También habría que tener en cuenta que en muchas ocasiones trabajaba con amigos como Federico Fellini o Ettore Scola, lo cual añadía un plus de complicidad y camaradería a un actor irrepetible que protagonizó cuatro filmes para Fellini y siete para Scola, aunque apareció como él mismo en otras de sus películas. La primera que protagonizó a las órdenes de Scola fue El demonio de los celos (Dramma della Gelosia. Tutti i particolari in cronaca, 1970), en la que dio vida y caricatura a Oreste, un obrero de la construcción poco aseado, generoso y también celoso. Al inicio, este trabajador es obligado por un juez a reconstruir el asesinato de Adelaide (Monica Vitti), la joven con quien había mantenido una relación que semejaba un sueño hasta la irrupción de Nello (Giancarlo Giannini), el tercero en discordia de un triángulo amoroso digno de la comedia a la italiana. Satírico y caricaturesco, Scola tomó como punto de partida para El demonio de los celos las crónicas cinematográficas de Francesco Rosi, pero en lugar de indagar en la realidad, el futuro responsable de Una jornada particular (Una giornatta particolare, 1977) la exagera hasta el extremo de realizar una burla a los tópicos que reaparecen en la comedia a la italiana. De modo que más que hechos que transcurren en el pasado, lo que se expone son exageraciones desde los testimonios del acusado, de los testigos e incluso de la víctima que, como en Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), nos habla desde el más allá. Los testimonios se inician en el mismo momento durante el cual Oreste apuñala a Adelaide y retroceden en el tiempo para mostrarnos su primer encuentro y la relación que ambos mantuvieron; el resto, se encuentra en el sumario judicial.



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