miércoles, 9 de noviembre de 2022

Sin novedad en el frente (2022)

Que vivimos al filo del vacío comunicativo y expresivo, del no tener nada que decir, pero en las necesidad de dejarnos oír, parece evidente para quien destapone sus oídos y abra los ojos, escuche y mire dentro y fuera, y sobre todo se fije en los medios de comunicación y en aquello que llaman cultura y arte o lo que nos quieren vender como tal. El cine lo refleja inconsciente, por ejemplo en dos bélico ambientados en la Gran Guerra (1914-1918) como 1917 (Sam Mendes, 2019) y Sin novedad en el frente (Im westen nichts neues, 2022) —se podría añadir Caballo de batalla (War Horse, Steven Spielberg, 2011). La primera apuesta por la forma —desarrolla en varios planos secuencia, que parecen uno, el itinerario superficial del héroe— y la segunda toma de otras películas bélicas y asume que su público no ha visto las películas clásicas que apunto en el anexo* (al final del comentario) ni leído a Erich Maria Remarque, ni a Ernest Hemingway, Ernst Jünger, Louis Ferdinand Celine o Robert Graves, entre otros escritores que vivieron la experiencia bélica —y puede que, en general, en esto no le falte razón. Asume y presume que sus imágenes expresan la realidad del frente y de la política que inicia y pone fin a la guerra, pero la guerra no se transmite en secuencias preparadas, se vive, se sufre y se muere en sus imprevistos y en su destructiva cotidianidad. ¿Hay imprevistos y destructiva cotidianidad en el film de Edward Berger? Si los hay, a mí no me llegan. En ningún momento de su metraje, Sin novedad en el frente capta mi atención ni electrifica mis células, nada me dice, salvo que lo que veo está programado para crear un efecto que a mí no me afecta —su música, su fotografía, los rostros y los escenarios se juntan en aparente armonía, pero resulta una combinación prefabricada, más que elaborada que no comunica el padecimiento en las trincheras ni la muerte en vida de esos soldados que viven de prestado hasta el día que una bala perdida les alcance. Esa incomunicación entre la película y mi mirada, subjetiva, al fin y al cabo, puede diferir según quién. En mi caso, observo un ejercicio carente de identidad; de no saber qué quiere decirme, más allá de la superficie en la que apunta que en la guerra se muere, se pasa hambre y, en los despachos se discute el presente y futuro de los soldados, sin pensar en los soldados, sino pensando en números y otras probabilidades. Eso lo sabemos todos, aunque no lo hayamos experimentado.

Pienso en Charles Chaplin y su Armas al hombro (Shoulders Arms!, 1918) y, entre las risas y la fantasía de su comedia bélica, expone las penurias de los soldados en el frente; lo hace bromeando, pero sin concesiones. Es su no a la guerra, como El gran dictador (The Great Dictator, 1940) será su no a los totalitarismos. En Sin novedad en el frente, la nueva versión de la novela de Remarque, basada en sus propias experiencias en el frente, no hay emociones veraces, las olvida y apuesta por las superficiales y por un realismo cinematográfico que huye de la realidad para crear una sucesión de estampas tras las que ocultar que poco tiene que transmitir.

¿Por qué no titularla de otro modo, por ejemplo Mascaras sin vida en el barro y en el vagón, para no confundir con la obra de Erich Maria Remarque, con la que no guarda más relación que el tiempo de guerra y el nombre de algunos personajes? La adaptación de Edward Berger no tiene un solo instante emocional que pueda sentir verdadero (no me refiero a imágenes realistas), quizá porque en ningún momento pretenda acceder a la interioridad en conflicto, acorralada y sangrante de los personajes. Transita por capas externas y por exteriores como el campo de batalla o el vagón donde se firma el armisticio; detalla la violencia (obvia en el frente, que no es un parque de atracciones) e insiste en situaciones ya vistas más de un centenar de veces en el cine. Se recrea en esas escenas de brutalidad y muerte, combinándolas con planos de la mirada asustada de Paul, o con sus gritos y su respiración alterada y entrecortada, pero cuanto asoma en la pantalla me suena a hueco. ¿Dónde están las relaciones humanas? ¿Y las reacciones reflejas? ¿Por qué lo que veo se queda en una distancia que parece insalvable? Sin novedad en el frente (2022) carece de aquello que da vida a otros films ambientados durante la Gran Guerra, carece de contacto con sus víctimas, el film de Berger expone una sucesión de escenas donde quiere remarcar el dolor, el sinsentido y la muerte, pero todo suena programado, falso, a imitación. Un ejemplo, la escena en la que Paul mata a un soldado francés y le registra los bolsillos de la guerrera. Encuentra su cartera y ve las cartas y las fotografías familiares. En ese instante, promete. Las imágenes toman de otro film, Remordimiento (The Broken Lullaby, 1932), no hay nada nuevo, ni que mejore lo ya expuesto por Ernst Lutbisch, solo queda repetir lo que antes otros hicieron mejor, pero con menos medios.


*Anexo: selección de películas ambientada en la Primera Guerra Mundial (o en su inmediata posguerra). En naranja, los títulos comentados en el blog.


1. Corazones del mundo (Hearts of the World, David Wark Griffith, 1918)

2. Armas al hombro (Shoulder Arms!, Charles Chaplin, 1918)

3. Corazones de la humanidad (The Heart of Humanity, Allen Holubar, 1918)

4. Yo acuso (J’accuse, Abel Gance, 1919)

5. El gran desfile (The Big Parade, King Vidor, 1925)

6. El precio de la gloria (What Price Glory, Raoul Walsh, 1926)

7. Alas (Wings, William A. Wellman, 1927)

8. Cuatro hijos (Four Sons, John Ford, 1928)

9. Arsenal (Aleksandr Dovzhenko, 1929)

10. Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, 1930)

11. Cuatro de infantería (Westfront 1918, Georg Wilhem Pabst, 1930)

12. Remordimiento (The Broken Lullaby, Ernst Lutbisch, 1932)

13. Adiós a las armas (A Farewell to Arms, Franz Borzage, 1932) 

14. Las cruces de madera (Les croix de bois, Raymond Bernard, 1932)

15. La gran ilusión (La grande illusion, Jean Renoir, 1937)

16. El precio de la gloria (What Price Glory, John Ford, 1954)

17. Adiós a las armas (A Farewell to Arms, Charles Vidor, 1957)

18. Senderos de gloria (Paths of Glory, Stanley Kubrick, 1957)

19. La Gran Guerra (La Grande Guerra, Mario Monicelli, 1959)

20. Rey y patria (King and Country, Joseph Losey, 1964)

21. Las aguilas azules (The Blue Max, John Guillermin, 1966)

22. Hombres en guerra (Uomini contra, Francesco Rosi, 1970)

23. El barón rojo (The Red Baron, Roger Corman, 1971)

24. Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, Dalton Trumbo, 1971)

25. Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Delbert Mann, 1979) película para televisión 

26. Gallipoli (Peter Weir, 1981)

27. La vida y nada más (La vie et rien d’autre, Bertrand Tavernier, 1989)

28. Capitán Conan (Capitaine Conan, Bertrand Tavernier, 1996)

29. Regeneración (Regeneration, Gillies MacKinnon, 1997)

30. Caballo de batalla (War Horse, Steven Spielberg, 2011)

31. 1917 (Sam Mendes, 2019)



2 comentarios:

  1. Claro tu reflexión Toño se parece a lo que opine cuando la vi, otro producto echo para el olvido, sin la grandeza de las anteriores, ni la expresividad actoral de antaño, un producto diseñado para los que no han visto nada de cine del siglo XX, es evidente que el público de “rápido y furioso” saldrá alegre, y después seguro se tomaran unas cervezas escuchando reguetón o como se llame y olvidaran esta película como olvidan tantas cosas. Sin profundidad, ni propósito alguno, este es otro ejemplo de lo que no hay que hacer y menos titularlo como se tituló un clásico que es imposible de retomar con la mentalidad capitalista de estos momentos que es muy superflua.
    Tu lista de películas para ver es magnífica y ya quien se acerque a por lo menos 5 películas de la lista tendrá una idea más cabal de lo que significa la locura de la guerra.

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    1. Coincido contigo, Marcelo. Tuve una sensación similar: la de estar ante algo hueco.

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