domingo, 21 de agosto de 2011

Sin novedad en el frente (1930)



<<Esos maestros a menudo llevan el sentimentalismo en el bolsillo del chaleco, listo para utilizar durante horas. Pero entonces no sabíamos nada de eso>>


Erich Maria Remarque: Sin novedad en el frente.


Algunos ilusos creemos que el sistema educativo es (o debería ser) uno de los pilares básicos en la formación de mentes creativas, críticas, libres e independientes en su interpretación del presente, sin adoctrinamiento y sin condicionamientos impuestos por intereses que no contemplan al individuo como protagonista de su educación. Lo ideal sería una educación ajena a la política, o no politizada, sin dogmas que obstaculicen el desarrollo de aptitudes y mentes dispares. Pero no siempre se logra una educación plural, al gusto de todos, que fomente y estimule las capacidades personales y grupales del alumnado, lejos de la competición, de prejuicios, de correcciones y de morales intransigentes que no dejan de ser semillas totalitarias, lejos de manipulaciones y de continuos cambios que no obedecen a necesidades educativas ni mejoran la Educación; apenas disimulan sus errores. 
Quizá la culpa la tengamos todos, o quitemos el “quizá” porque todos formamos la sociedad en la que vivimos, pero en ocasiones la escuela ha sido empleada como medio para propagar ideas que nada tienen que ver con la formación de la persona, más aún, son ideas que reducen la perspectiva una única válida y minan la capacidad crítico-reflexiva del alumnado. Esto queda claro en la espléndida novela de Erich Maria Remarque, que escribió a partir de sus experiencias en el frente, y en la versión cinematográfica que Lewis Milestone rodó en 1930. En ambas se observa la manipulación sufrida por los jóvenes que, asumiendo como absolutas las palabras de su maestro, lucharán y morirán en el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).


La apertura de Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, 1930) se produce en una escuela, lugar que representa el futuro, pues en ella se educa (formal) y se prepara a las nuevas generaciones que algún día asumirán el destino de la sociedad. Sin embargo, puede que ese futuro nunca llegue para los alumnos a quienes el profesor arenga y exalta su idea de patriotismo, su desmesura, su ignorancia, alabando la grandeza que conlleva luchar por su país en una guerra que asegura rápida, apenas una aventura que les engrandecerá. La intención del maestro es evidente, manipula con su discurso, consciente de su ascendencia sobre sus jóvenes pupilos, que todavía no están capacitados o no tienen la experiencia para comprender que cualquier discurso ideológico expone mientras oculta (o viceversa). El maestro insiste y enfatiza porque pretende influir: desea que se alisten y que participen en la guerra, ignorando otras realidades —el también desconoce el alcance de la tormenta que se avecina— y opiniones distintas a la suya, sin preocuparle el alcance de una decisión que no le corresponde, pero que, debido a su intervención y a su influencia en el alumnado, ya no pertenece a sus alumnos —condicionados, la asumen sin conocimiento de causa ni de posibles efectos. El discurso del docente obvia para lograr su objetivo y, como consecuencia, la clase sucumbe ante palabras que generan en sus mentes la ilusión: el engañoso sueño de grandeza que confunden con la realidad. En ese instante, la arenga cumple su doble función: adorna (hace atractiva la ideología que defiende) y oculta motivos y verdades que los muchachos entreverán a su llegada al campo de entrenamiento donde empezarán a comprender que se han precipitado, incluso equivocado, que la gloria en el frente no existe, un descubrimiento duro y cruel al que tendrán acceso en cuanto pisen el campo de batalla.


En en frente, los compañeros caen, y la muerte y el hambre son constantes que no tardan en cambiar la actitud de aquellos ilusos alumnos, ahora convertidos en cadáveres o en veteranos desilusionados que no alcanzan a comprender por qué luchan y mueren. Esta desorientación que conduce a la desilusión se deja notar enSin novedad en el frente
, junto Cuatro de infantería (Westfront 1918, Georg Wilhelm Pabst, 1930) uno de los primeros films sonoros antibelicistas que reflexiona sobre el desastre que significa una contienda armada. Milestone supo sacar partido a la cruda y directa novela que Erich Maria Remarque escribió tras su experiencia en el frente y, emulando a la obra literaria, presenta la inutilidad y el sinsentido de una guerra que se escuda tras el falso patriotismo que no tiene cabida en las trincheras, donde tampoco tienen cabida ni los mandatarios ni los generales que envían a sus subordinados a la muerte, al sacrificio irracional, en lugar de resolver sus diferencias con sus homólogos vecinos (como dicen los soldados cuando se plantean el por qué), siendo señalados como los responsables del conflicto, como también lo son los empresarios que intuyen el sustancioso beneficio que les reporta el enfrentamiento armado, aunque este signifique un alto precio para la patria que dicen defender y para las vidas e ilusiones de los miles de jóvenes que nada tienen que reprochar a un enemigo que no conocen. El sufrimiento que padecen en las trincheras marca el comportamiento de unos soldados hambrientos y asustados, muchachos que se alegran de seguir con vida, porque cuentan con un día más para respirar. La amistad entre los soldados, eje fundamental sobre el que se apoyan, es efímera, el tiempo que se les concede se encuentra limitado por cada ataque, donde muchos hombres sin futuro dejan sus vidas o parte de sí mismos. El desarrollo de Sin novedad en el frente se plantea desde aquella sala de la escuela, donde un grupo de jóvenes alemanes acepta alistarse por la grandeza que encuentran en las palabras de un maestro que se equivoca (consciente o no) en la exposición de la realidad, desde una falsedad que alienta en sus jóvenes pupilos la elección que les conduce hasta el campo de entrenamiento y posteriormente al frente occidental, donde no existe novedad, porque nunca se altera la presencia de la muerte, del dolor y de la desesperación. Todo está tranquilo en el frente occidental, porque no ocurre nada “excepcional”, tan sólo la inútil pérdida de esperanza, inocencia y vidas humanas, que se justifica en una mala interpretación del significado de la palabra patria.

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