sábado, 27 de enero de 2024

Pánico en la calle 110 (1972)

El inspector Tibbs, al que dio vida Sidney Poitier en El calor de la noche (In the Heat of the Night, Norman Jewison, 1967), marca un punto de inflexión en el policíaco. El personaje se presenta como un agente culto, elegante, inteligente, resolutivo, independiente y totalmente consciente de su valía, incluso de su superioridad intelectual y moral respecto a la mayoría blanca que le rechaza o le pone en duda, por el color de la piel, durante su estancia en la localidad sureña donde se desarrolla la investigación propuesta por Jewison. Su presencia se impone y el personaje de Rod Steiger acaba reconociéndole y sintiendo admiración por quien ya considera un igual. Su choque de manos sella su amistad, pero también confirma el inicio de una época hacia la igualdad, la cual no sería efectiva hasta que se produjese en todos los ámbitos legales e ilegales. El teniente interpretado por Yaphet Kotto en Pánico en la calle 110 (Across 110th Street, 1972) hereda esa imagen de policía modélico y efectivo inmortalizada por Poitier. No acepta sobornos, es elegante, inteligente y sereno, en comparación al espeditivo capitán Mattelli (Anthony Quinn). Pero no es por su evidente valía por lo que el teniente Pope asume el mando de la investigación de la masacre que abre este film dirigido por Barry Shear, que contó con un guion de Luther Davis —que adaptaba la novela de Walter Ferris—, sino por intereses políticos relacionados con la integración, la buena prensa y el contentar a los grupos de presión pro derechos civiles.

Mattelli, personaje crepuscular en toda regla, acude a la escena del crimen y allí se entera que la investigación no será suya. Está en manos del inexperto oficial, de menor graduación que la suya y mucho más joven. En ese instante, se introducen dos conflictos: el racial y el de la edad. Pero en ambos casos se trata de una realidad que va más allá de ellos. Los tiempos están cambiando, igual que los métodos y las organizaciones criminales, hasta entonces en manos de familias como la de Nick D’Salvio (Anthony Franciosa). Un indicio de los nuevos tiempos se percibe en que el joven sustituye al maduro, pero esa sería una cuestión mínima, que se quedaría en un terreno personal y profesional, que no transcendería al entorno de los dos personajes. En esto, lo que realmente marca un cambio de época es que Doc, el jefe de la organización de Harlem, se imponga en su local al jefe enviado por la mafia italiana o que un oficial negro sustituya a uno blanco al frente de la investigación de un múltiple asesinato, ocurrido en un terreno que había sido de Mattelli, pero donde ya no hay cabida para él ni para las mafias blancas. La criminalidad de Harlem quiere sus propios jefes y la legalidad la igualdad racial en la policía; entremedias las calles son violentas y cúmulo de miserias.

El nuevo orden y desorden que se avecina resulta incomprensible para el veterano policía, de la vieja escuela, con métodos acordes al pasado en el que entró en el cuerpo, un periodo durante el cual la mano dura policial era de uso corriente y el método más eficaz para obtener resultados. Ahora, a sus cincuenta y cinco años de edad y sus más de tres décadas de experiencias policiales, empieza a ser consciente de los cambios, de su vejez y de que vive la última etapa de su carrera. Estos son los dos antagónicos que hacen migas en la película de Shear, cuya carrera profesional estuvo más ligada al medio televisivo que al cine, aunque eso no resta para que Pánico en la calle 110 sea un buen ejemplo de policiaco de los 70. Uno de los temas compuestos por Bobby Womack suena durante los títulos de crédito sobre imágenes que introducen las calles neoyorquinas por donde deambulará y explotará este policiaco de la primera mitad de los setenta que asume características del género y del blaxploitation tan de moda en la época. El resultado es una película contundente, violenta, urbana, callejera, repleta de acción y tensión, con Quinn y Kotto bordando sus  respectivos papeles, los de esos dos policías antagónicos. El primero, veterano, desencantado, violento y cansado, pero humano; es decir, un tipo de luces y sombras. El segundo, se encuentra al principio del camino. Pero Shear no solo se centra en esta pareja, sino en otros dos focos de interés: la investigación paralela que lleva a cabo la mafia y los autores del robo de 300.000 dólares (que pertenecen a la mafia) y del asesinato de siete hombres, entre ellos dos agentes de policía…



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