martes, 30 de enero de 2024

Tess en el país de las tempestades (1914)

En 1914, Mary Pickford, que había trabajado en la Biograph, firmó contrato con la Famous Player de Adolph Zukor. Ese mismo año rodó para la compañía de Zukor las dos películas que definitivamente la consagraron como la gran estrella del cine estadounidense. Un buen diablillo (A Good Little Devil, 1914) y Tess en el país de las tempestades (Tess of the Storm Country, 1914) fueron dirigidas por Edwin S. Porter, auténtico pionero cinematográfico que había iniciado su andadura profesional en la Edison, cuando el cine apenas era más que una curiosidad que nadie sabía hacia dónde se dirigía. Él fue de los primeros en saberlo. Se dedicó a buscar posibilidades expresivas y fue el artífice de uno de los primeros hitos cinematográficos: Asalto y robo de un tren (The Great Train Robbery, 1903), film que sorprendió por el primer plano con el que Porter rompía la distancia entre la pantalla y el público. Ahora, en ese 1914, un año antes de retirarse, en el que el celuloide avanzaba y se desarrollaba a toda máquina, el responsable de La vida de un bombero estadounidense (Life on an American Fireman, 1903) volvía a sorprender. Pero en esta ocasión no se trataba de una evolución en el lenguaje cinematográfico, sino por hacer que la estrella pudiese lucirse en un papel dramático como el que asume en Tess en el país de las tempestades, papel que volvería a interpretar en 1922, en la segunda adaptación de la novela de Grace Miller White —en 1932 habría una tercera versión, pero con Janet Gaynor en el papel de Tess, y en 1960 una cuarta con Diane Baker—. Tras este exitoso melodrama de Porter, escrito por B. P. Schulberg (otro de los nombres propios del cine mudo estadounidense), Mary Pickford jugaba en otra liga; de hecho, la creó. Sin exagerar, era la más grande y popular de la pantalla, decían que la “novia de América”. Posteriormente, en esa liga jugarían Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, con quien Mary se casaría en 1920, Lillian Gish, William S. Hart, Harold Lloyd o Tom Mix, entre otros actores y actrices que se convirtieron en los favoritos del país. Pero el caso de la “pequeña Mary” era mucho más que favoritismo por parte del público estadounidense; era la imagen que ese mismo público quería tener de sí mismos y de Norteamérica: activa, heroica y pura, que puede ser ingenua e inocente, joven e injustamente tratada, pero lo suficientemente fuerte para vencer cualquier tempestad, tras la cual llegará la victoria: el cumplimiento de la promesa de la felicidad…





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