jueves, 18 de enero de 2024

William Fox, más lince que un zorro

Nacido en Tolcsva (Hungría) en 1879, sus padres abandonaron el Imperio tantas veces aludido por Berlanga en sus películas para buscar fortuna en América. Tenía nueve meses cuando llegó a Estados Unidos, allí, en el ghetto judío de Nueva York creció y fue a la escuela de la que salió para ser payaso o clown y trabajar en la confección. <<Hacía forros para trajes de caballero y tenía un negocio de tintorería, pero se fue del Lower East Side tan pronto como pudo>>. (1) En 1903 (fecha señalada en Historia general del cine, vol. IV) abrió una pequeña sala de cine, aunque A. Scott Berg en su biografía de Samuel Goldwyn y Raoul Walsh, en sus memorias, señalan que fue en 1904 cuando se lanzó al negocio del cine. Pero año arriba, año abajo, resulta indiferente, pues lo esencial del asunto reside en que la compra de la sala fue el primer paso de una ascensión que, una década después, le llevó a ser propietario de un amplio número de salas, lo que le convertía en uno de los exhibidores cinematográficos llamados a dominar el negocio en la década de 1920.

Atrás quedaban las payasadas, los tintes y su enfrentamiento contra el Trust liderado por Edison; fue de los primeros independientes en hacerlo, que <<eran gente dispuesta a jugarse el tipo para defender sus negocios de exhibición.>> (2) Para plantar cara, fundó la Greater New York Film Company y, como apunta Román Gubern en su Historia del cine, <<la batalla de los Independientes no se planteó con toda agresividad hasta que William Fox, apoyado en algunas amistades políticas influyentes en Nueva York, llevó en 1913 ante los tribunales a la MPPC, acusándola de violar la Ley Sherman contra los monopolios>>. También dejó tras de sí 1910, el año en el que, consciente de la demanda del público que acudía a sus locales en busca de entretenimiento cinematográfico, empezó a producir películas. Cinco años después, hizo oficial su productora-distribuidora Fox Films Corporation y convirtió a Theda Bara —dirigida por Frank Powell en A Fool There Was (1914)— en la gran estrella de la compañía y en la primera “vampiresa” de cine. <<Mientras El nacimiento era la comidilla de la nación, él produjo A Fool There Was, basada en un poema de Kipling, “The Vampire”, y en la que Theodosia Goodman hacía el papel de una mujer sin escrúpulos. Aunque era americana, el departamento de publicidad de la Fox la transformó en una misteriosa mujer, nacida en las ardientes arenas del Sahara: Theda Bara. La película fue un gran éxito, porque se movía en terrenos considerados tabú que el cine hasta entonces no había osado pisar.>> (3)

Como los otros grandes magnates que crearon la industria hollywoodiense (Zukor, Lasky, Leammle, Goldwyn, Loew, los hermanos Warner, Mayer…), William Fox (Fuchs, antes de dar a su apellido el toque anglosajón y estadounidense por el que sería conocido) no era ningún intelectual ni tenía alma de artista, pero si de hombre de negocios y, como tal, en 1916-1917 edificó su primer estudio en Hollywood; diez años después ordenó construir otro: el más grande del lugar, según apunta Walsh. Durante los años que siguieron, la empresa funcionó económica y cinematográficamente, incluso llegó a ser la segunda con más salas —superara en número por la empresa de Adolph Zukor, mandamás de Paramount—. Su política era el beneficio, si algo funcionaba, irían por ahí. No se complicaba y su fortuna iba en aumento —Raoul Walsh (4) habla de unos trescientos millones de dólares de la época: <<Antes de la caída de la bolsa, a principios de 1929, sus inversiones en Fox Films, Loew Films, Incorpored y Gaumont británica se calculaban en trescientos millones de dólares. Hacia 1930 estaba en bancarrota. El hundimiento del mercado le había arrastrado>>—, del mismo modo que su posición dentro de la industria alcanzaba los niveles más altos. <<Sin mantener alianzas con nadie, luchando contra todo el mundo y aquejado de una paranoia rampante, Fox trabajaba en solitario y pretendía contar el cine el solo.>> (5) Todo parecía funcionar a la perfección, de modo que Fox decidió una conquista más para engrandecer su imperio; estaba decidido a hacerse con la MGM, comprando acciones en el mayor de los sigilos. Por entonces, hacia finales de los años veinte, el estudio del león ya era uno de los cinco grandes (junto a Paramount, Warner, R.K.O y Fox), aunque aún estaba a medio camino del gigante que sería más adelante. <<Pero la suerte de Fox estaba a punto de acabarse. En julio de 1929 se vio implicado en un accidente automovilístico que le mantendría fuera de circulación durante varios meses y en octubre el mercado de valores se desplomó desencadenando una depresión de alcance mundial.>> (6) Antes del crack de 1929, <<Fox era propietario de más de 660.000 títulos de Loew’s por los que tuvo que pagar poco más de 73 millones de dólares, un tercio de ellos a crédito. Los banqueros empezaron a reclamar los pagarés de Fox y el castillo de naipes se desmoronó. Fox perdió el control no solo de sus acciones de Loew’s, sino de sus propias empresas.>> (7)

El derrumbe bursátil y la posterior depresión económica dieron al traste con los planes del magnate que dos años antes había vivido lo que artísticamente se podría denominar su annus mirabilis. En 1927, tenía en en nómina a Murnau, Frank Borzage, Raoul Walsh y John Ford, entre otros, pero de quien más orgulloso se mostraba era del alemán porque confería al estudio prestigio artístico o, lo que sería igual, a Fox. El mandamás estaba tan ilusionado con su nuevo fichaje que obligó al resto de sus cineastas a acudir al rodaje de Amanecer (Sunrise, 1927), la primera película sonora (que no hablada) de Murnau y una de las obras cumbre del cine de todos los tiempos. Pero no fue el único gran título filmado en el estudio ese año maravilloso en el que también se rodó El séptimo cielo (Seventh Haeven, Frank Borzage, 1927), el primero de la compañía que se estrenó con banda sonora musical, y se reestrenó El precio de la gloria (What a Price Glory, Raoul Walsh, 1926) con sonido sincronizado. Fox fue de los primeros en ver el potencial del adelanto y compró un sistema alemán que permitía grabar el sodio directamente en la película; así pudo crear su noticiario “Movietone”, uno de sus reportajes más impactantes fue el despegue de Charles Lindbergh hacia su hazaña aérea. Al contrario que sucedió con el magistral film de Murnau, los de Walsh y Borzage fueron grandes éxitos de taquilla. En ese instante, la Fox vivía su mejor periodo artístico, entre El caballo de hierro (The Iron Horse, John Ford, 1924), la película más cara de la Fox hasta entonces, y la bancarrota tras el crack bursátil. Entremedias, Tres hombres malos (Three Ban Men, John Ford, 1926), Amanecer y las otras dos películas que Murnau rodó para la Fox —Cuatro diablos (4 Devils, 1928) y El pan nuestro de cada día (City Girl, 1930)—, El ángel de la calle (Street Angel, Frank Borzage, 1928), Cuatro hijos (Four Sons, John Ford, 1928) o Estrellas dichosas (Lucky Star, Frank Borzage, 1929). Entonces, todo se vino abajo y Fox fusionó su empresa con la 20th Century de Darryl F. Zanuck y Joseph Schenck, que había sido jefazo en la United Artists, para vivir un nuevo periodo bajo el mando de Zanuck, quien había revolucionado la Warner con su novedosa perspectiva de encontrar historias en la actualidad periodística, en el ahora social, pues las noticias eran una fuente más barata que las obras literarias, cuyos derechos de adaptación elevaban los costes de producción, pero esa es otra historia…


(1) (3) A. Scott Berg: Goldwyn (traducción de María Soledad Silió). Planeta, Barcelona, 1990.


(2) Román Gubern: Historia del cine. Anagrama, Barcelona, 2014.


(4) Raoul Walsh: El cine en sus manos (traducción De Francisco Delgado). JC Clementine, Madrid, 1998.


(5) (6) (7) Scott Eyman: El león de Hollywood (traducción de Ricardo García Pérez). Debate, Barcelona, 2007.


Otras fuentes:


100 años de cine. Cinesa, Barcelona, 1995.


Historia de las Artes. Editorial Marín, Barcelona, 1972.


Historia general del cine. Vol. IV América (1915-1928). Cátedra, Madrid, 1997.

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