viernes, 5 de enero de 2024

Estrellas dichosas (1929)

La Fox fue el estudio cinematográfico que más acercó al público el rural estadounidense; en ocasiones como un espacio todavía inocente y puro, no exento de miseria. No se trataba simplemente de mostrar un fondo donde ubicar las historias, sino de crear un entorno indisociable de las vidas de las personas que lo habitan. El “campo” aparece en una serie de producciones Fox que forman parte del esplendor silente, cuando el cine mudo, agonizante por la “enfermedad” del sonido, alcanzaba su máximo esplendor visual hacia su final, cuando el sonoro irrumpió para imponerse y crear un nueva expresión cinematográfica: la audiovisual. En ese instante, también ahora, Amanecer (Sunrise, Friedrich Wilhelm Murnau, 1927) brillaba esplendorosa  en su enfrentamiento entre el campo y la ciudad; William Fox se mostraba orgulloso de ella; tanto que había “invitado” a sus cineastas bajo contrato a pasar por el plató para observar el rodaje de Murnau, el genio alemán que había fichado para elevar el prestigio de su productora. Poco después, Estrellas dichosas (Lucky Stars, Frank Borzage, 1929) también brilló con luz propia en un estreno mudo y en otro con parte hablada, mas la palabra no era necesaria para que Borzage deleitase al público asistente con su sensibilidad cinematográfica y su poesía del amor. En sus manos, de nuevo la luminosidad vencía a las sombras. Para lograr la victoria del amor de pareja, el gran cineasta volvió a contar con la inestimable presencia delante de las cámaras de Janet Gaynor y Charles Farrell, los enamorados de El septimo cielo (Seventh Heaven, Frank Borzage, 1927) y El ángel de la calle (Street Angel, 1928), también obras cumbres de la brillante “agonía” del silente hollywoodiense y dos de los más grandes ejemplos de la victoria del amor (de cine) sobre cualquier obstáculo, incluso sobre la guerra que, por un instante, separa a las pareja de El séptimo cielo y de Estrellas dichosas.

El peligro a salvar para que el amor de Mary y Tim triunfe no se encuentra en el conflicto armado, apenas una excusa para introducir el conflicto posterior, sino en las personas; en la negación que en Tim provoca inicialmente su herida bélica, en la negativa de la madre (Hedwig Reicher) de Mary a que su hija mantenga cualquier tipo de relación con <<un lisiado>>, aunque, en realidad, su rechazo nace de su miedo al hambre, a la miseria en la que viven. Otra amenaza asoma en la canallesca presencia de Wrenn (Guinn Williams), que pretende los favores de Mary y en quien la madre de esta deposita sus esperanzas para que su hija no tenga que vivir en la pobreza que ha hecho de ella (de la madre) una mujer mezquina y una condenada a trabajar de sol a sol para poder sobrevivir. Borzage presenta a estos personajes en la granja de la señora Tucker, la madre de la “fierecilla” que lleva la leche a los trabajadores que arreglan el tendido eléctrico en la carretera. Entre estos, se cuentan Tim y Wrenn, que se pelean a raíz de una disputa que guarda relación con Mary, quien, poco después, intenta ser agradable con Tim y le ofrece llevarle hasta la estación desde donde partirá hacia el frente francés. La muchacha les escribe, siguiendo el consejo de la propaganda que pide a las mujeres que, con sus cartas, eleven la moral de los soldados estadounidenses en Europa, donde Tim cae herido en batalla. La acción de Estrellas dichosas regresa al campo y el herido a casa. Allí, Mary le descubre en silla de ruedas, pero la inmovilidad de sus extremidades inferiores no le afecta, no le preocupa, no la juzga. Al contrario que su apariencia, su mirada es limpia y no se compadece; y él se lo agradece. En ese instante, hay comunión entre ambos y la chispa prende natural para iluminar la pantalla y anunciar lo intuido. Borzage entreteje el lazo amoroso en sucesivas escenas que expresan y humanizan el amor con las imágenes, los gestos, los rostros y la cercanía de la pareja. La forma del cineasta de mostrarlo en la pantalla es espléndida, sensible, luminosa, cercana, mundana y al tiempo “celestial”; probablemente Borzage haya sido quien mejor ha sabido expresar cinematográficamente la luz y la pureza de tal sentimiento, quien ha sabido humanizarlo en sus personajes…



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