La sociedad española fue la mayor fuente de inspiración para el cine de Luis García Berlanga y no precisamente por sus virtudes, sino por defectillos y situaciones que el cineasta vestía de alegría y picaresca, de la gracia y el humor que asoman por primera vez en su debut, Esa pareja feliz (Bardem y Berlanga, 1951), y ya no abandonan su filmografía. Quizá debido a esa inspiración social, que no pretende ni cine social ni sermones moralistas, los repartos de sus películas reúnan a una variopinta fauna de caricaturas, salvo excepciones como Tamaño natural (1973), cuyo intimismo imposibilita el reparto coral que acostumbra a poner la nota cómica y los distintos egoísmos, deseos e intereses. Así, la multitud en Berlanga da cabida a una amplía variedad de rostros contemporáneos de las épocas en las que el director levantino realiza sus rodajes: fuese la España que abandonaba la autarquía en Bienvenido Mister Marshall (1952), la de la Transición en La escopeta nacional (1977) o la de la “madurez” democrática en Todos a la cárcel (1993). Las tres sitúan a sus personajes en espacios acotados que van reduciéndose: el pueblo de Villar del Río donde el plan Marshall más que realidad es un sueño fugaz, la finca de los Leguineche donde el cineasta valenciano satiriza el reparto del pastel democrático durante la Transición y el presidio donde Quintanilla (José Sacristán) organiza la reunión solidaria de antiguos presos políticos. En ese espacio caótico, donde reúne a presos comunes y a caraduras, corruptos, derrotados y zarandeados, Berlanga transita un terreno cómico bien conocido, pero lo hace sin Rafael Azcona en el guion, por primera vez tras más de treinta años de colaboración.
El resultado es una comedia que por momentos se dispersa, y en otros alcanza gran hilaridad. Con todo, el resultado es un entretenido balance satírico de la Democracia que en La escopeta nacional empezaba a caminar y apuntaba los tejemanejes que se confirman en la cárcel donde Artemio Bermejo (José Sazatornil “Saza”), de “Sanitarios Bermejo”, entra con la esperanza de encontrar al subsecretario (Miguel Rellán) del Ministerio, con la intención de resolver la deuda millonaria que la Administración le adeuda. En la época de los Leguineche, la democracia apenas era una idea que se estaba llevando a la práctica, la película es de 1977 y la Constitución de 1978, y no se la podía juzgar porque carecía de la madurez necesaria para sentarse en el banquillo; por lo que Berlanga no se reía del sistema sino de las fuerzas vivas reunidas en la finca donde con la excusa de una jornada de caza se dejaban ver los prohombres y el empresario que se iguala al Bermejo de Todos a la cárcel. Tanto la sociedad como el estado españoles ya pueden rendir cuentas de su uso en la democracia; el film bromea corrupción, evasión fiscal, amiguismo, banca, iglesia, chapuzas. Contando con el mismo actor, en ambas películas un impagable “Saza”, y tomando un personaje similar: un empresario zarandeado y ninguneado por unos y otros, Berlanga desarrolla su farsa en el interior de una cárcel donde la supuesta solidaridad del encuentro organizado por la “Asociación Paz y Libertad”, con ánimo de lucro, continúa siendo tan inexistente como en Plácido (1961). A todos, incluido al sube y baja de Bermejo, la víctima de turno, les mueven los intereses, desde el director del presidio (Agustín González) hasta el ministro (Joaquín Climent), pasando por el viejo republicano (Manuel Alexandre) y su inseparable enemigo falangista (Rafael Alonso), más modestos en sus ambiciones, ya que a ambos les mueve otro tipo de interés, fruto de años engaños y de un presente de desengaño en el que comprenden que la mejor ideología es vivir la vida que les queda persiguiendo una buena comida o a las monjas cubanas que bailan en la desastrosa reunión.
Ningún cineasta ha sabido captar la idiosincrasia española como Berlanga, autor de una filmografía divertida y corrosiva a partes iguales.
ResponderEliminarSaludos.
Coincido. Creo que defines la esencia de su filmografía a la perfección: “divertida y corrosiva”.
EliminarSaludos.