<<La experiencia que puede extraerse del conocimiento de una obra reaccionaria puede dar lugar a soluciones positivas, revolucionarias, dentro del trabajo de un artista revolucionario.
Ocultar obras porque pueden constituir una mala influencia para nuestros compañeros solo puede producir un estancamiento en el desarrollo de los mismos. Y como consecuencia inevitable, una falta de confianza en las ideas que se dan como buenas (ya que se evita una confrontación con la realidad).
No puede haber variedad en nuestras obras si todas se deben ajustar al gusto de una persona.
La imposición de ideas, aun cuando estas sean correctas, es un arma de doble filo pues genera una reacción (muy humana, por cierto) en contra de la idea.
No se puede pensar por los demás>>
Tomás Gutiérrez Alea, 25 de mayo de 1961 (Citado en Juan Antonio García Borrero, Cine cubano de loa sesenta: mito y realidad)
El artículo Primero de la Ley número 169, del martes 2 de marzo de 1959, dice que las finalidades del ICAIC son <<organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el actual clima de libertad creadora.>> Este primer artículo establece y limita <<en los fines de la Revolución>>, lo cual contradice la <<libertad creadora>>, el camino a seguir por los cineastas y por el nuevo cine cubano de la década de 1960, un cine que, más allá de la propaganda y el didactismo, dio como fruto algunas películas espléndidas: Soy Cuba (Mikhail Kalatozov, 1964), Desarraigo (Fausto Canel, 1965), Muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966), Aventuras de Juan Quinquín (Julio García Espinosa, 1967), Lucía (Humberto Solás, 1968), Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), por citar algunas de las más conocidas y prestigiosas. Cuatro décadas atrás, sucedía algo similar con el cine soviético, que vivía su periodo de esplendor en los años veinte, cuando Lenin se vio obligado a aflojar la marcha y liberar la economía para superar la crisis. Ese giro hacia el capitalismo, obligado y momentáneo, liberó a la industria cinematográfica soviética del férreo control estatal, como el ejercido por Stalin cuando asumió el poder absoluto. Pero antes de que eso sucediera, los cineastas desarrollaron un cine de vanguardia, experimentación e ideas revolucionaras que evolucionaron el medio cinematográfico. En Cuba, la situación difería de aquella, y parte de la diferencia queda explicada en las siguientes palabras de Julio García Espinosa (extraídas de Las estrategias de un provocador): <<Si el ICAIC ha tenido algunos logros es porque, paradójicamente, trabajó siempre con una manifiesta actitud conservadora, es decir, no tuvo que afanarse por revolucionarlo todo, por cambiar y transformar todo, por la sencilla razón de que prácticamente no heredaba nada. No tuvo tampoco que ponerse a inventar porque, en el mundo industrial del cine, ya todo estaba inventado. Más bien se impregnó de una cierta modestia y trató de aprovechar las experiencias existentes adaptándolas a nuestra realidad, a nuestras circunstancias y a nuestras posibilidades>. Esa era parte de la realidad en la que trabajaban los cineastas del ICAIC, la otra era que la producción estaba controlada por Alfredo Guevara, por él pasaba el control de todo, tenia la primera y la última palabra, y no siempre coincidían con las de los realizadores, como apunta el texto de Gutiérrez Alea que abre este comentario o el que Néstor Almendros escribió en Diario de una cámara: <<Trabajar en el ICAIC me gustaba al principio, porque en líneas generales era entonces partidario de la revolución. Pero, con la repetición obligatoria de los mismos temas triunfalistas, empezaron a sobrarme algunas exigencias y ciertas sumisiones […] Terminé por darme cuenta de que estaba trabajando no para el pueblo, como se pretendía, sino para un monopolio estatal, y que la autoridad de turno actúa como cualquier productor capitalista e impone sus caprichos de la misma manera y aún peor, solo que recurriendo a pretextos sociales.>>
<<Se habló mucho de cine con los cubanos, se contestó a sus preguntas en una sala llena a rebosar, y el profesor Rodríguez, que enseña cine en la Universidad, definió nuestro encuentro con los jóvenes de Cuba con un concepto que me es muy querido: conocer para remediar —el sentido civil del neorrealismo. Conocí en aquellas circunstancias a varios de los que ahora en mi habitación contaban los hechos de la revolución. Alfredo Guevara, Massip, Titón, García Espinosa>>
Cesare Zavattini: Straparole. Diario de cine y de vida.
La vivienda (Julio García Espinosa, 1959) (cortometraje documental)
Esta tierra es nuestra (Tomas Gutiérrez Alea, 1959) (cortometraje documental)
Sexto aniversario (Julio García Espinosa, 1959) (cortometraje documental, el primero realizado completamente en el ICAIC)
Por qué nació el ejército rebelde (José Massip, 1960) (cortometraje documental)
Patria o muerte (Julio García Espinosa, 1960)
(cortometraje documental)
Carnaval (Fausto Canel, 1960) (primer cortometraje en color producido en el ICAIC)
Historias de la revolución (Tomas Gutiérrez Alea, 1960)
Cuba baila (Julio García Espinosa, 1960)
Y me hice maestro (Jorge Fraga, 1961) (cortometraje documental)
El joven rebelde (Julio García Espinosa, 1961)
Las doce sillas (Tomás Gutiérrez Alea, 1962)
Una isla para Miguel (Sara Gómez, 1963)
(cortometraje documental)
Una vez en el puerto (Alberto Roldán, 1963) (cortometraje documental)
Soy Cuba (Mikhail Kalatozov, 1964)
Iré a Santiago (Sara Gómez, 1964) (cortometraje documental)
Desarraigo (Fausto Canel, 1965)
Now (Santiago Alvárez, 1965) (cortometraje documental)
Muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966)
Manuela (Humberto Solás, 1966) (cortometraje)
Papeles son papeles (Fausto Canel, 1966)
Por primera vez (Octavio Cortázar, 1967) (cortometraje documental)
David (Pineda Barnet, 1967)
Las aventuras de Juan Quin Quin (Julio García Espinosa, 1967)
El bautizo (Roberto Fandiño, 1967)
Lucía (Humberto Solás, 1968)
Memorias del subdesarrollo (Tomas Gutiérrez Alea, 1968)
En la otra isla (Sara Gómez, 1968) (documental)
La ausencia (Alberto Roldán, 1968)
La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1969)
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