Más que por la calidad de su propuesta de plasmar tres instantes revolucionarios en forma de largometraje semidocumental, Historias de la Revolución (1960) es un film clave en la cinematografía cubana por su importancia histórica. Realizado el “Año de la reforma agraria”, fue el primer largometraje estrenado oficialmente por el ICAIC —se estrenó el 30 de diciembre de 1960— y el primero rodado por Tomás Gutiérrez Alea —el 4 de enero iniciaba el rodaje de El herido, uno de los tres episodios que conforman el film—, pero, por encima de todo, su importancia reside, al menos en su momento, por lo que cuenta y cómo lo cuenta, posicionándose, exaltando y glorificando desde un estilo realista que hace pensar en el neorrealismo italiano como principal influencia. La admiración de Titón por Roberto Rossellini igual le brindó Paisá (1946) como modelo a seguir, pero su exitosa apuesta, llevada a cabo después de haber rodado varios cortos —entre ellos, Esta tierra es nuestra (1959)—, resulta menos lograda y más acelerada, quizá porque el propio momento era acelerado o exigía inmediatez; en todo caso <<fue un aprendizaje intenso y rápido>>, (1) sin opción a reflexionar sobre lo que expone, pues la película es fruto de ilusiones, inexperiencia y necesidades inmediatas. No hay interrogantes que exponer en pantalla, no hay dudas sobre la revolución. Estas llegarían más adelante, pero en ese primer momento victorioso y todavía abierto a la construcción y destrucción de ilusiones y realidades, la película pretende celebrar el hecho realizando un recorrido por la Cuba de la revolución, desde 1957 hasta enero de 1959.
De ese modo, Historias de la Revolución opta por desarrollarse en episodios: El herido, 13 de marzo de 1953; Rebeldes, Sierra Maestra, 1958; y Santa Clara, que se inicia el 28 de diciembre de 1958 y concluye con la victoria rebelde. El más interesante de los tres, es el primero. Se sitúa durante la revuelta civil y urbana —que muestra en imágenes documentales— y en las horas después del asalto al Palacio Presidencial, y plantea el conflicto desde la perspectiva del individuo que, como el matrimonio formado por Alberto y Miriam, se ve involucrado involuntariamente en la lucha entre los insurrectos y el gobierno del general Fulgencio Batista, el cual, apunta la narración, lleva en el poder cinco años y cuatro días. El segundo se ubica en Sierra madre, en 1958, y se centra en un pequeño grupo de rebeldes que ataca un convoy militar en la sierra donde practican una guerra de guerrillas. Allí se produce un enfrentamiento en el que cae herido uno de los revolucionarios, que se ocultan entre la maleza mientras los regulares les cercan. Saben que deben irse, pero deciden aguardar y aguantar porque no pueden mover al herido. No ignoran que su compañero morirá de cualquier manera, más Titón ha de mostrar la camaradería y el valor de los revolucionarios, que cuidan y velan por los suyos. En este episodio asume el bélico como género; lo mismo hace en el tercero, que sitúa en la población de Santa Clara el 28 de diciembre de 1958, cuando los rebeldes han bajado de las montañas y la lucha ya es de posiciones, a la espera del ataque final… <<La última noche del año, el tirano abandonaba el país>>, dice el narrador de Historias de la Revolución como introducción a la victoria rebelde que se confirma no sin sacrificio y con dolor, el que muestra Teresa ante su ser querido…
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