En la otra isla (1968)
Descarto que sea exagerado escribir que Cesare Zavattini fue uno de los guionistas (y teóricos) que más han influido en el cine. Lo asumo. Su importancia en el neorrealismo italiano está fuera de toda duda, pero Zavattini se internacionalizó, y no me refiero a la persona, sino a sus ideas sobre el cine y la vida. El escritor creía <<en algo concreto, práctico, responsabilidad del artista frente a la vida, esto es, en algo que de pronto se convierte en acción...>>.1 Dicha responsabilidad está relacionada con el ser humano, a quien el artista ve en su realidad, lo enfrenta a ella o lo muestra en la cotidianidad que vive, e indudablemente le afecta. La mirada del artista frente a la vida y en la vida la observo en el tríptico que Sara Gómez rodó en la Isla de Pino, una trilogía compuesta por el mediometraje En la otra isla (1968) y los cortos Una isla para Manuel (1968) e Isla del tesoro (1969). Quizá en el momento que Gómez rodó sus tres películas la influencia del italiano era menor que en los primeros días del ICAIC, pero en la realizadora se encuentra la aspiración de Zavattini, la de un cine en <<estrecha relación con los graves problemas del hombre moderno>>,2 un cine que prioriza lo humano, al individuo frente o en la historia, incluso excluido de ella, como es el caso expuesto por la cineasta. El guionista intentó llevar su intención a la ficción neorrealista e incluso al cine documental; por ejemplo, cuando sacó la cámara a la calle en la película encuesta Amore en la città (varios, 1952). En dicho proyecto, el escritor, los directores y el resto del equipo que filmaron los episodios intentaron capturar las impresiones del momento, mediante el contacto directo con las personas que lo viven.
Se da por supuesto que el cine documental documenta y, En la otra isla, la realizadora cubana lo hace: documenta. Pero su film no ofrece lo mismo para el público de hoy que lo ofrecido al de ayer. Hoy permite mirar ese tiempo pretérito, que la cámara y los micrófonos atraparon en la cercanía y la distancia, y permite distinguir entre cine propaganda y cine didáctico -aunque este, dependiendo de los objetivos perseguidos por quien filma, podría ser propaganda-, entre intenciones antropológicas e ideológicas. Sara Gómez ofrece en su mediometraje un documento encuesta o una película encuesta que busca revelar la realidad de jóvenes marginados, excluidos del presente, busca su ser y no ser en el momento histórico del que han sido apartados, a la espera de que se dé por finalizada su reeducación. En su alejamiento del maniqueísmo, el documento avanza a lo largo de entrevistas a chicas y chicos que habitan la granja Libertad, en la Isla de Pino, donde la realizadora se interesa por sus sueños, por su presente, por su pasado, por su trabajo en el destierro y por la realidad que viven en un espacio que, convertido en hogar, escuela y destierro, los aparta de la sociedad donde todavía no han encontrado acomodo. En este aspecto, En la otra isla es un film humano, mucho, y debido a la humanidad con la que desnuda a los jóvenes exiliados podría resultar un documento incómodo para el régimen político que emplea las colonias para reubicar a adolescentes conflictivos, molestos o cuya situación familiar los sitúa en zona de riesgo (en la de convertirse en elementos antisociales). En ese espacio reformador -entre hogar y reformatorio- se les disciplina para, más adelante, reinsertarles en la Cuba moderna. Para el espectador actual, el documento de Sarita Gómez, al menos en mi caso, acerca el momento y el problema social, aúna ambos en esa juventud marginada por diferentes causas, que vendrían a ser una, la de no corresponder al modelo pretendido por la Revolución. Rostros, nombres y diversas perspectivas salen a relucir en la pantalla, mientras los protagonistas experimentan su reeducación en la isla donde se les enseña la "ética del trabajo", se les exige disciplina y se les ofrece la oportunidad de encontrarse a sí mismos, aunque dicho "sí mismos" vaya ligado al lugar que ocuparán en la nueva Cuba. Ante la cámara se presenta María, muestra desparpajo y habla de su deseo de ser peluquera. El siguiente joven se expresa de modo teatral, pues el teatro es su meta. Menos expresivo, incluso tímido, se muestra Rafael, que comenta su etapa de tenor y baja constantemente la mirada cuando toca temas íntimos. Para arroparlo, Gómez se muestra más cercana, se sienta a su lado y entra en el encuadre. Así le muestra apoyo y comprensión. Los protagonistas van apuntando sus circunstancias, opinan, desvelan. Son jóvenes que no han encontrado su lugar, salvo ese aparte isleño adonde han sido enviados porque aún no encajan dentro de las directrices establecidas tras la Revolución.
1,2.Cesare Zavattini. Straparole. Diario de cine y de vida. Llibres de Sinera, Barcelona, 1968
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