domingo, 21 de marzo de 2021

The Texas Rangers (1936)


No importa demasiado que The Texas Rangers (1936) no se encuentre entre mis preferidas de King Vidor, ni que tampoco fuese una de las películas que le posicionó entre los mejores cineastas que ha dado en cine mundial, pero lo cierto es que no desentona dentro de su obra. De apariencia ligera y conservadora, como muestra de un género a la espera de su esplendorosa madurez, The Texas Rangers superaba con creces la medianía de los westerns contemporáneos. Pero su mayor logro no reside en la acción —la lucha contra los indios o el juicio a un tal Higgins en la taberna de un pueblo—, se encuentra en el drama que el cineasta insinúa entre notas de humor o de épica del oeste. Se trata de una época de transición, de amistades enfrentadas y de amores imposibles, de pasiones en tránsito entre el primitivismo del espacio salvaje —habitado por tribus nativas y cabalgado por vaqueros, forajidos, diligencias...— y la supuesta civilización, que se hace notar con el nacimiento de pequeñas áreas urbanas donde se origina la ley y el orden custodiado por los Rangers. Pero, más que ensalzar heroicidades de la policía texana, a Vidor le interesa la relación entre personajes, frente a otros y a sí mismos, frente a su época y al medio por donde se mueven y donde algunos viven su proceso de cambio. Y en esa transformación, en sus contradicciones y sensaciones acalladas, el film funciona. Gana personalidad en la intimidad velada, o soterrada, que se impone al espectáculo más accesible y visible, al que Vidor dota de ciertas dosis de comicidad y aventura. El inicio de The Texas Rangers se centra en tres amigos, los presenta más que como forajidos como picaros que se ganan la vida asaltando las diligencias que Wahoo (Jack Oakie), uno de ellos, conduce. Pero sus caminos los separan: Wahoo y Jim (Fred MacMurray) cabalgan hacia el estado de la estrella solitaria y Sam (Lloyd Nolan) desaparece de la pantalla hasta que se produzca el reencuentro y se desate el conflicto que corrobora características y temas que reaparecen a lo largo de la filmografía de Vidor. Hay tres posturas en The Texas Rangers que interesan al cineasta: la de Wahoo, que acepta de buen grado la pertenencia grupal, la de Sam, que se dedica a asaltar trenes y bancos, y la asumida por Jim, entre ambos polos, entre ambos amigos, entre el orden y el desorden. Por su posicionamiento, es el personaje central, quien emprende un camino sin retorno, de hecho es el único de los tres que completa el paso hacia el nuevo orden. Vidor muestra su metamorfosis en la parte final, que guarda aspectos comunes con la famosa conclusión de Duelo al sol (Duel in the Sun, 1946). En esos instantes, Jim se niega a ir a por su antiguo amigo y por eso es arrestado. Mientras, para liberarlo, Wahoo busca a Sam. Pretende engañarlo, traicionarle, arrestarle, y así salvar a Jim, pero nada sale como espera. La muerte de Wahoo, a manos de Sam, muda la opinión de Jim, momento en el que rompe con el pasado y, cuando mate a Sam, su último nexo con el pasado, alcanza la “normalidad”; es decir, acepta el orden impuesto y defendido por los Rangers y la civilización que el cuerpo policial representa.

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