lunes, 29 de marzo de 2021

Ellos lucharon por su patria (1975)


El avance alemán parece imparable y, literalmente, la estepa rusa, entre el Don y el Volga, arde en julio de 1942. Los campos, las granjas, las aldeas y otras poblaciones son quemadas por los propios habitantes, para que nada quede al invasor, o arrasadas por los ataques alemanes que avanzan hacia el Cáucaso. En ese instante del verano, Sergey Bondarchuk inicia Ellos lucharon por su patria (Oni srazhalis za rodini, 1975), su adaptación de la novela de Mikhail Sholokhov. Lo hace con la retirada y presentación de un grupo de soldados soviéticos que marchan en retirada hacia Stalingrado. Entre el derrotismo, la resistencia, la entrega y la pesadilla, el camino del grupo está marcado por la amistad, la lucha y la muerte. Bondarchuk es detallista al respecto, detalla el espacio, los objetos —armas y municiones, o esa bandera que portan sin desplegar, mientras retroceden— y el comportamiento de los hombres. Es cercano a su caminar, a sus pausas, a sus charlas en las inmediaciones del Don donde cavan trincheras para defenderse de los constantes ataques aéreos y de los tanques alemanes, que avanzan sin que nadie parezca frenarles. Pero quizá el gran acierto del director de la colosal Guerra y Paz (Voyna i mir, 1965-1967) sea mostrar a soldados corrientes obligados por la historia a dejar de serlo, pues, para ellos, no se trata de una lucha ideológica ni por la supremacía racial o la igualdad de clases, aunque sí guarda relación con su espacio vital. Se trata de la supervivencia de su pueblo, de sus madres y padres, de sus hijos, de su hogar.


Los soldados son camaradas de amistad, no de partido político; de hecho ninguno de ellos muestra inclinaciones políticas, muestra preocupaciones más próximas a su realidad, la que les rodea y la que viven en la intimidad que comparten tanto en las pausas como durante la defensa a los diferentes ataques que sufren. Se baten en retirada, pero no están derrotados. Les preocupa la baja moral, la amenaza les persigue y les encuentra. Claro que temen y sufren por la muerte de un amigo, quizá cualquiera de ellos sea el siguiente, quizá Nikolay (
Vyacheskav Tikhonov), que se prepara para el ataque, o Lisichenko (Nikolay Shutko), el cocinero, que cava una trinchera con la que parece querer llegar a las antípodas. No son héroes, son hijos y por ello veneran la figura materna, como hace Lopakhin (Vasily Shukshin) cuando acude a por alimento a una granja y se avergüenza ante la anciana —a quien respetuosamente llama madre—, que le increpa el que no planten cara al enemigo y lo expulsen de su tierra. Los soldados de Ellos lucharon por su patria son terrenales, echan en falta a sus seres queridos, necesitan comer, liar y fumar un cigarrillo, hablar,  sentir la cercanía de un camarada o de una mujer, de nuevo Lopakhin. Él es uno de los héroes que no han elegido serlo, puesto que no hay más elección que la de ser uno de los caminantes que se enfrentan a los invasores sin apenas recursos, cuando todavía la guerra marcha en contra, a la defensiva, marcha hacia el interior de Rusia, posiblemente hacia esa ciudad a orillas del Volga donde el avance alemán se detiene.



No hay comentarios:

Publicar un comentario