Resulta evidente que el productor David O. Selznick pretendía asumir el control de Duelo al sol (Duel in the Sun, 1946) como ya había hecho en ocasiones anteriores y, en mayor o menor medida, lo consiguió, lo que podría explicar que en determinados momentos la película resulte excesiva, incluso forzada, sin embargo en algún punto de su conjunto alcanza cotas de elevado dramatismo que se deben a la presencia de King Vidor detrás de las cámaras, aunque el cineasta abandonó el rodaje antes de su conclusión, debido a sus diferencias con el productor. Esta constante de Selznick por asumir funciones de realizador no fue una novedad, el ejemplo más claro a este respecto se encuentra en Lo que el viento se llevó (Gone to the Wind, 1939) y como en aquella, en Duelo al sol, el productor contó con la participación de varios directores —entre ellos William Dieterle, Josef von Sternberg, William Cameron Menzies u Otto Brower—, pero su afán por controlar la producción, más allá de su cometido, no impidió que Vidor desplegase su capacidad narrativa para profundizar en la tragedia que se va gestando a lo largo del metraje, dotándola de entidad y de las pasiones que se descubren en sus personajes.
A pesar de que el primer rótulo de los títulos de crédito advierte que la película va a estar influenciada por David O. Selznick, también guionista, supervisor del montaje y siempre presente durante el rodaje, el film avanza desde la profundidad emotiva impuesta por el responsable de El gran desfile (The Big Parade, 1925), capaz de crear momentos de enorme intensidad psicología. Sus personajes, a quienes muestra desde su interioridad y desde su enfrentamiento externo con aquello que les rodea, viven un imposible que ya se advierte en las tonalidades rojizas que dominan la fotografía, resaltando de ese modo la pasión y la sangre que forman parte de su propia naturaleza. Por ello, más que un western, se podría decir que Vidor filmó Duelo al sol como drama trágico que presenta el final de una época y de la familia que la simboliza, los McCanle, cuyos pilares se desmoronan como consecuencia de la lucha entre la tradición y la modernidad que también se descubren en los dos hijos. El rechazo del senador Jackson McCanle (Lionel Barrymore) a la imposición del ferrocarril, que amenaza el entorno que ha creado y dominado, o el apasionado amor entre Perla Chavez (Jennifer Jones) y "Lewt" McCanle (Gregory Peck) son muestras de la imposibilidad que también afecta a la relación entre los dos hermanos McCanle, quienes nunca llegan a entenderse, quizá porque son imágenes opuestas que no tienen cabida en un mismo entorno. Jesse (Joseph Cotten) representa el progreso, la inteligencia y el comportamiento civilizado, pero su intachable conducta desagrada al cabeza de familia, como si aquella no fuese digna de un hijo suyo; sin embargo, el viejo Jackson adora "Lewt", porque en su rudeza se ve a sí mismo y a ese pasado salvaje que ambos representan. Con la aparición de Perla, el enfrentamiento entre ambos hermanos se convierte en una realidad tangible, como también sucede con las emociones enfrentadas que dominan a la joven, quien por una parte encuentra la aceptación en Laura Bell McCanles (Lillian Gish), el amor que su padre nunca pudo conseguir, y el rechazo del senador; pero sobre todo la atracción que los dos hijos del matrimonio McCanle despiertan en ella y viceversa. La vida de Perla en Nueva España implica su pérdida de inocencia, además del nacimiento de su pasión por el menor de los McCanle y su admiración más cerebral por el mayor, contrario a ese entorno dominado por la tradición e incluso por la violencia que habita en "Lewt", y en cuanto este representa.
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