jueves, 11 de octubre de 2018

Mi desconfiada esposa (1957)

La casualidad y la atracción a primera vista suelen ir de la mano para introducir historias como la de dos neoyorquinos que se conocen en California, intiman y contraen matrimonio antes de regresar a Nueva York, donde todo se complica para generar el enredo de Mi desconfiada esposa (Designing Woman, 1957). Si esta historia hubiese sido rodada años después, sin un cineasta de la elegancia de Vincente Minnelli y sin un guión como el de George Wells, estaríamos ante una comedia romántica sin apenas interés. Por fortuna, esto no se cumple y Mi desconfiada esposa llama la atención desde la presentación de los personajes principales, cuando estos se individualizan ante la cámara y asumen los hechos que narran desde sus diferentes subjetividades. De tal manera, a lo largo del metraje, las voces en off de Mike Hagen (Gregory Peck) y Marilla Brow (Lauren Bacall), y en menor medida las de Lori Shannon (Dolores Gray), Zachary Wilde (Tom Helmore) y Maxie Stultz (Mickey Shaughnessy), el boxeador sonado en quien recae gran parte de la comicidad de la película, se dejan escuchar en distintos momentos para remarcar la lucha de contrarios (aficiones, amistades, origen, preferencias,...) que se desata en la pareja protagonista. Ambos se conocen en un espacio neutral, un hotel californiano, que no desvela ni gustos ni procedencias, aunque deja entrever la elegancia de Marilla y la tosquedad de Mike, cuya resaca no le permite recordar por qué aquella intenta devolverle el dinero que le entregó la noche anterior. Esta primera confusión precede a otras, pues nada saben el uno del otro, salvo que comparten un tiempo irreal, que se quieren y que acaban casándose antes de regresar a su vida cotidiana. Ambos provienen de entornos diferentes, que apenas guardan aspectos comunes, ella pertenece a un mundo de lujo y él a barras de bar, a recintos deportivos y al periódico donde trabaja. El pequeño apartamento donde vive, y que pretende compartir con Marilla, no entusiasma a esta, acostumbrada a la amplitud y las comodidades que poco después el periodista descubre cuando acepta vivir en el piso de su cónyuge. Allí descubre un entorno que le incomoda, donde no puede jugar su partida de póker semanal sin la interrupción de los elegantes amigos de su esposa, pero la cosa se complica cuando aquella descubre que Mike tuvo relaciones con otras mujeres. Esta circunstancia del pasado provoca los celos en Marilla y agudiza el antagonismo de la pareja de opuestos. Ante esta situación, Mike Hagen decide ocultar su relación pasada con Lori sin ser consciente de que su espiral de mentiras, con la que pretende salvar su reciente matrimonio, no se sostiene. Mientras lucha por ocultar su pasado, debe luchar por salvar su presente, no solo con una mujer notable, sofisticada y de mayor éxito que él, sino con el gánster que le obliga a ocultarse en una habitación de hotel en compañía de Maxie, un inolvidable guardaespaldas que no sabe si está en la Gran Manzana, en Boston, en Chicago o en cualquier otra ciudad del país. 

2 comentarios:

  1. El inicio de “MI DESCONFIADA ESPOSA” (que tomado ahora hubiera dado lugar a una burda comedia del tipo “RESACÓN EN LAS VEGAS”) y que propicia esa beligerante trama en torno al “reajuste conyugal” de Mike y Marilla, podría recor­darnos esas comedias “matrimoniales” que bordaba George Cukor (sin ir más lejos, “LA COSTILLA DE ADÁN”). Pero no, ésta es de Minnelli, muy de Minnelli. Brillante, incisiva y desopilante, estamos sin duda alguna ante una de las mejores comedias de este elegante e inspirado director (muy poco valorado hasta que los chicos del “Cahiers” francés lo “descubrieron” en los años cincuenta), en la que no faltan hallazgos antológicos como, por ejemplo, la solución acústico-visual dada a la resaca de Gregory Peck, el inefable personaje del boxeador sonado que incorpora Mickey Shaughnessy o el improvisado momento musical surgido de la pelea final en el callejón, en la que uno de los contendientes (Jack Cole) es coreó­grafo y coherentemente opta por resolverla a ritmo de ballet. La felina y magnética Lauren Bacall está espléndida en un papel en principio destinado a Grace Kelly que prefirió desertar en pos de un regio destino en Mónaco.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Ha sido un placer leerlo.

      Saludos

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