lunes, 22 de octubre de 2018

Cartesius (1974)


<<Tan pronto como la edad me permitió salir de la sujección de mis progenitores, abandoné por completo el estudio de las letras. Y resolviéndome a no buscar otra ciencia que la que podría encontrar en mi mismo o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos, en frecuentar gente de humores y condiciones diversos, en recoger experiencias distintas, en probarme yo mismo en las ocasiones que la fortuna me proporcionaba y en hacer en todo momento tal reflexión sobre las cosas que se presentasen que pudiese sacar de ellas algún provecho>>*. En esta confesión, Descartes nos aclara varias cuestiones, entre ellas su individualidad, su inquietud y su necesidad de encontrar respuestas lógicas a sí mismo y a cuanto le rodeaba, verdades que se ajustasen a su razonamiento metódico. Para alcanzar el conocimiento verdadero, el filósofo y matemático francés creó el método cartesiano, aunque, en realidad, su método implicaba un conocimiento subjetivo e imperfecto del ser y del universo. No obstante, esta imperfección nos abrió a un nuevo mundo, a nuevas preguntas y a nuevas e hipotéticas explicaciones, a una nueva era del pensamiento humano, durante la cual se introducía la subjetividad (el método cartesiano) como vía de acceso al conocimiento universal. <<Mi designio se limitaba a tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno enteramente mío>>*, pero su designio puso fin a dos mil años de no plantearnos nada. Salvo las interpretaciones del platonismo y del aristotelismo llevadas a cabo por Agustín de Hipona, Avicena, Averroes, Alberto Magno o Tomás de Aquino, desde la Antigüedad, el pensamiento filosófico se encontraba estancado y pocos fueron quienes intentaron nuevos enfoques que rebatieran el aristotelismo de Aquino asumido por la Iglesia como válido. Fueron los siglos de escolástica que concluyeron con Descartes, cuyo cartesianismo significó el primer paso en la modernización del pensamiento filosófico, aunque bien es cierto que nada de todo eso habría sido posible sin el Renacimiento, sin la imprenta, sin Erasmo y el Humanismo, sin Miguel Servet, Copérnico, Giordano Bruno, Bacon o sin Galileo. Sin embargo, encontramos en Descartes al primer filósofo moderno, una mente inquieta que, lejos del escepticismo, planteaba dudas como un medio y no como un fin, pues desde ellas introduce su método racional y encuentra respuestas que considera indudables. Su búsqueda de la verdad encajaba en las intenciones didácticas de Roberto Rossellini, quien, hacia el final de su carrera, había hallado en la televisión el medio que le permitía continuar desarrollando un tipo de cine de investigación, que escapase del espectáculo y de la mediocridad y entrase de lleno en un plano antropológico que recorría algunos momentos de la historia humana a través de personajes reales como Sócrates, Agustín de Hipona, Blaise Pascal o Descartes. <<Nuestra especie, tan rica, se ha vuelto muy pobre. Y yo intento hacer algo para reencontrar esta riqueza, mostrando las cosas de una forma que deje siempre la posibilidad de una interpretación individual>>**. Al igual que Descartes, también Rossellini buscaba verdades, él mediante sus películas, de ahí que adquiera lógica que Descartes o Sócrates (y el tiempo que les tocó vivir) fuesen los protagonistas absolutos de dos de sus telefilms. Si el ateniense buscaba el conocimiento desde la certeza de la ignorancia ("solo sé que no sé nada") que le permitía razonar con lógica, el metafísico francés tomó el testigo tras concluir sus estudios y encontrarse <<embarazado de tantas dudas y errores que me parecía no haber conseguido, tratando de instruirme, otro provecho que el descubrir más profundamente mi ignorancia>>*. La ignorancia en Descartes genera la duda y esta le obliga a encontrar explicaciones racionales de todo aquello que le fuese cuestionable. Si tomamos su célebre <<pienso, por lo tanto existo>>*, primero se plantea a sí mismo y esto le conduce a la certeza de que si puede pensar existe un alma pensante y por lo tanto acepta haber encontrado la primera respuesta verdadera: la de su existencia, la del ser racional, aunque imperfecto le sirve para demostrarse el alma humana (el pensamiento) y posteriormente la existencia de la sustancia perfecta (para él, Dios) de la cual nunca duda. Esto que en la actualidad puede sonar simple, no lo fue en su momento, porque dicha respuesta, la de su pensamiento individual, le abre la vía hacia el conocimiento racional sobre la cual construyó su filosofía y sobre la cual se cimentó la filosofía moderna. Este es el personaje que Rossellini tomó como excusa para desarrollar el didactismo que impera en Cartesius (1974), un didactismo que no pretende demostrar ni seducir, sino mostrar la búsqueda de un hombre metódico decidido a encontrar su propio conocimiento, y con este ofrecerse explicaciones indudables a cuestiones hasta entonces aceptadas como universales inmutables o dogmas divinos por la mayoría de sus contemporáneos.


*Descartes, René. El discurso del método para conducir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias.
**Rossellini, Roberto. Entrevista con Filmcrítica mayo-junio 1976.

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