Suena redundante decir que un trotamundos marcha por distintos lugares del mundo, pero no en todos aquellos donde se detiene busca lo mismo; quizá por ello siga trotando o ni siquiera sienta la necesidad de buscar, solo la de continuar su camino dejándose fascinar en cada nuevo espacio descubierto. Flaherty fue un trotamundos de cine, que llegó al medio sin apenas pretenderlo. Su intento era explorar y vivir una aventura, sin saber que esta marcaría su trayectoria profesional y su entrada en la historia del cine. Lo Imagino cargando con su cámara, a veces acompañado por Frances, su mujer, otras, solitario, perdiéndose en las nieves que blanquean tierras lejanas donde apenas nadie se aventuraba, o salpicado por el agua salada del mar embravecido que bate en Hombres de Arán (Man of Aran, 1934) contra las costas de las islas irlandesas, al que mira a través del objetivo mientras el viento se alía en su contra. Flaherty iba al límite, exploraba y se dejaba fascinar por los paisajes y sus gentes. Allí donde iba, perdía la noción del tiempo “civilizado”. Los días le resultaban distintos; los meses, también. En compañía de Nanuk, dieciséis meses fueron una vida, un periodo inolvidable que dedicó a conocer las costumbres y el hábitat del inui que se convertiría en el protagonista de su primera película, el primer largometraje documental de la historia, y en su amigo. La historia de aquel encuentro la narra en el libro Mis amigos los esquimales (1924); también se cuenta en Mis aventuras con Nanuk el esquimal (Kabloonak, Claude Massot, 1994).
Se sabe que se perdieron felizmente allí a donde llegaron para descubrir y vivir el momento, también para rodar, rodar y rodar. A Flaherty poco le llamaban las tramas y los guiones, los héroes y heroínas de celuloide, aunque, en sus documentales, dramatice situaciones para acércanos a sus protagonistas. Tampoco era de los que mirase el reloj ni los presupuestos, indiferencia que generaba la preocupación de quienes sí lo hacían; caso de John Grierson en Industrial Britain (1931) o Alexander Korda durante el rodaje de Sabu-Toomai, el de los elefantes (The Elaphant Boy, 1937). Así, independiente y despreocupado por el tiempo de rodaje, no podía irle bien dentro de la industria, fuese en Hollywood o en otros lares. Su independencia, su curiosidad y su modo de entender el cine, chocaban incluso con un genio como Murnau, con quien se asoció para rodar un film que, a la postre, sería el último del cineasta alemán. Tras su desengaño con Tabú (1931), Flaherty buscó mayor libertad de acción en Inglaterra, donde John Grierson, Alberto Cavalcanti y otros cineastas estaban desarrollando un documentalismo que llamó la atención del trotamundos nacido en Michigan en 1884. Al director de Louisiana Story (1948), su penúltimo film, le interesaban las personas de carne y hueso, los individuos en acción, enfrentados a la naturaleza a la que se adaptan, en la que viven y han hecho su hogar. Los modelos de Flaherty son extraordinarios para el público, pero, entre ellos, son gente corriente en su medio natural, donde intentan vivir de lo que les ofrece, ya sea de la pesca o del petróleo. En sus películas, asoman las costumbres, los trabajos, las relaciones familiares y las que se establece entre el humano y el entorno, a menudo inhóspito; asoma esfuerzo, inocencia, naturaleza, inconformismo, vida, la captada por la cámara de un pionero y un aventurero de cine….
Filmografía
Nanuk, el esquimal (Nanook of the North Pole, 1922)
The Potterymaker (1925) cortometraje
Moana (1926)
Twenty-Four-Dollar Island (1927) cortometraje
Industrial Britain (1931) cortometraje
Art of the English Craftman (1933) cortometraje
The English Potter (1933) cortometraje
The Glassmarkers of England (1933) cortometraje
Hombres de Arán (Men of Aran 1934)
Oidhche Sheanchais (1935) cortometraje
Sabu-Toomai, el de los elefantes (The Elephant Boy, 1937)
The Land (1942) cortometraje
Louisiana Story (1948)
The Titan: Story of Michelangelo (1950)
No hay comentarios:
Publicar un comentario