miércoles, 23 de octubre de 2019

Moana (1926)


Del frío polar a la calidez de la Polinesia. De los quince meses de estancia en la bahía de Hudson, Canadá, a los casi dos años que, junto a su mujer,
Frances H. Flaherty, pasó en Samoa para filmar Moana (1926). Ese era Robert J. Flaherty, un cineasta para quien el tiempo de rodaje era lo de menos. Miento, no era lo de menos, sino que era imprescindible, pues <<era bastante capaz de pasarse años haciendo una película, rodando metraje suficiente como para hacer una docena de películas normales>>1. Tomarse su tiempo, le resultaba necesario para conocer parajes, costumbres, gentes y recrear la cotidianidad del individuo en sus películas, ya que, más allá de documentar, eso fue lo que hizo. Eso mismo había hecho en su exitosa Nanuk, el esquimal (Nanook of the North, 1922), y lo repitió en este film que Frances y él rodaron en la isla de Savali. Allí convivieron con los nativos, filmaron sus costumbres y su relación con el medio natural donde viven su cotidianidad. Los Flaherty documentaron, pero también recrearon la realidad, y el resultado fue un film que combinó lo real y lo representado para la ocasión, como sería el ritual, por aquel entonces en desuso, que a ojos del pueblo convierte al protagonista en hombre. Aunque introduce ficción, fue el primer largometraje que recibió el adjetivo documental como sustantivo. Según parece, así lo bautizó el británico John Grierson en el artículo sobre Moana que el futuro responsable de Drifters (1929) escribió bajo seudónimo, y que publicó el New York Sun. Pero, más allá de esta anécdota, que une dos nombres imprescindibles del ducumentalismo cinematográfico, Moana es el acercamiento a la cotidianidad de los habitantes de Safune, el poblado junto al mar donde la modernidad de la mal llamada civilización brilla por su ausencia, al menos, hasta la llegada de la pareja de cineastas y de sus cámaras. La película influiría en futuras producciones cinematográficas, desde la misma Tabú (1931), el film que Flaherty empezó a rodar junto a Friedrich W. Murnau, hasta Vaiana (Moana; John MuskersRon Clements, 2016), aunque quizá los ejecutivos de Disney lo desconociesen, pasando por el Ave del paraíso (Bird of Paradise) que King Vidor realizó en 1932 y la versión que Delmer Daves rodó en 1951. Como ya he apuntado, el cineasta documentó al tiempo que creó una realidad, aquella que imaginaba, aquella que buscaba y no siempre encontraba. <<En el anhelo por captar la vida en toda su originalidad, Flaherty no se contentó con aventurarse por regiones ásperas y lejanas al encuentro de sociedades que hayan preservado una virginalidad primitiva; de hecho, llega al extremo de resucitar prácticas ancestrales abandonadas y de preparar numerosos planos según su propia conveniencia. Sin contar con que cada película reposa sobre los hombros de un personaje principal y de sus familia, cuyos hechos y gestos son guionizados en torno a un relato de lucha por la superviviencia>>2. En el caso de Moana, ese personaje es el joven cuyo nombre da título a la película. La cámara de los Flaherty lo inmortaliza, a él y a los suyos, mientras recolectan, cazan, pescan, manufactura y tiñen vestidos o celebran el paso del protagonista de niño a hombre, en una celebración recreada para la ocasión. Pero, a parte de la ficción, el film resulta sincero en su intención de captar seres humanos en su entorno, viviendo en sus chozas de troncos y techos de ramas, aceptando que el medio que les acoge es su mundo, su hogar. Ahí reside el documento y la intención antropológica de un cineasta que busca poesía en parajes ajenos a la modernidad de la que escapaba en cada una de sus aventuras cinematográficas para abrazar el primitivismo, la inocencia, la naturaleza y la vida en su estado no diré puro, pero sí libre de (muchos) agentes "contaminantes".

1.Michael Korda. Alexander Korda. Una vida de ensueño (traducción Mónica Rubio). T&B Editores y Festival Internacional de Cine de Las Palmas, 20032.Jean Breschand. El documental. La otra cara del cine (traducción Carles Roche). Paidós Ibérica. Barcelona, 2004

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