miércoles, 8 de noviembre de 2023

El libro de la selva (1942)


Los hermanos Korda encontraron en Inglaterra un lugar donde continuar su labor cinematográfica. De hecho, se les recuerda mayormente por sus películas inglesas, muchas de las cuales serían producidas por Alexander, el mayor de los tres y el de mayor renombre. Durante un tiempo, a la par de Arthur Rank y Michael Balcon, fue el productor más importante de Inglaterra y su London Films la productora más exitosa. En su seno, produjo títulos emblemáticos de Carol Reed o la mayoría de las películas de su hermano Zoltan, responsable de aventuras tan logradas como Las cuatro plumas (The Four Feathers, 1939), El libro de la selva (The Jungle Book, 1941) o la bélica Sahara (1943), su aventura hollywoodiense producida por Harry Joe Brown para Columbia Pictures, lejos de la alargada y paternal sombra de su hermano mayor. A partir del famoso libro de relatos de Rudyard Kipling, Laurence Stallings fue por libre en su adaptación del relato central de El libro de la selva. Se valió de los personajes principales y de algunas situaciones para escribir el guion que los Korda, Zoltan en la dirección, Vincent, diseñando los decorados, y Alexander, produciendo, rodaron durante la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, el momento condicionó el tono del film, colorista y exótico, de ritmo irregular, menos desbordante de fantasía que El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, Ludwig Berger, Michael Powell, Tim Whelan, 1940) —en la que Zoltan Korda participó sin acreditar en labores de dirección— y distante respecto al famoso original literario que veinticinco años después Wolfgang Reitherman llevaría a la animación en la producción Disney El libro de la selva (The Jungle Book, 1967) —la última película supervisada personalmente por Walt Disney—.

La primera adaptación cinematográfica de El libro de la selva se inicia como un cuento y con un narrador llamado Buldeo (Joseph Calleia), un anciano que, por unas monedas, se dirige a sus oyentes para presentarles la historia de Mowgli (Sabú), la suya propia y la de los animales de la selva, entre ellos los míticos Baloo, Bagheera, la serpiente Ka y el tigre Shere-Khan —<<el malvado de mi historia>>, dice—, el asesino del padre del bebé que se pierde en la selva y es criado por los lobos. Mowgli es el protagonista de esta historia que acontece doce años después de su extravío en la selva, cuando reaparece entre sus iguales humanos, que lo atrapan y deciden qué hacer con él. Algunos como Buldeo, el narrador que no solo narra la historia de Mowgli, sino también la de su propia experiencia y su mezquindad, hablan de la maldición que les acarreará un muchacho criado por lobos; y otros como la madre, que ignora que se trata de su hijo, lo acepta y le enseña cómo tal. Mowgli aprende el lenguaje y no tarda en aprender las costumbres humanas; lo socializan, aunque este no es el tema del film —como sí lo sería en El pequeño salvaje (L’enfant sauvage, François Truffaut, 1969)—. Pero aunque se adapte no olvida su hogar selvático, al lado de sus amigos, a quienes quiere y echa de menos, ni el odio y la furia que le despierta su enemigo mortal el tigre Shere-Khan, con quien mantiene un duelo que pierde importancia en favor del que Mowgli mantiene con los humanos. El niño es distinto al resto que asoma en pantalla, aunque, con su daga en mano, se muestra belicoso, desafiante, se cree poderoso. No obstante, no está contaminado por el miedo, por la intolerancia, por la ignorancia ni por el deseo del tesoro escondido en la ciudad perdida, del que dice <<es la muerte>>. Debido a su doble “naturaleza”, él es el puente entre los dos mundos en los que Korda divide la película: el salvaje, que sería el humano; y el civilizado, que sería el selvático. La postura de Korda apunta la superstición, la ignorancia, la mezquindad humana como fuentes de destrucción de los individuos, que, al tiempo, se autodestruyen y destruye a sus semejantes y aquello que les rodea por su ambición desmedida. ¿A qué se debe? ¿Es su tendencia natural o se ve empujado por algo ajeno a su condición? No hay respuestas determinantes ni absolutas para preguntas relacionadas con los humanos, aunque la experiencia de Mowgli le lleva a la conclusión de que <<son holgazanes, crueles e insensibles. No matan al más débil por alimentarse, sino por placer. Cuando se hayan saciado también echarán a sus propios hijos a la flor roja>> (la hoguera en la que a él pretendían quemarlo vivo). Le falta decir que también son estúpidos, miedosos, incluso sensibles y generosos como la madre de Mowgli, y mil cosas más, pero los animales de la selva tienen claro que no desean tener trato con ellos porque comprenden el riesgo que implica la cercanía de los hombres y las mujeres a quienes el joven héroe acaba enfrentándose. Sin duda, este niño criado por el “pueblo civilizado” representa lo mejor de ambos mundos y funciona como puente entre la naturaleza y la civilización, entre la contradicción humana y la armonía animal…



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