domingo, 12 de noviembre de 2023

Pesimismo y lógica


Pensando en la relación entre pesimismo y lógica me vino a la memoria un recuerdo de la adolescencia. Era una madrugada de abril, en la que varios amigos dormíamos en la casa de la tía de uno de ellos. A otro, le dio por rehacer o “cocinar” una sopa ya hecha para el día siguiente. Intenté disuadirle, pero su optimismo le empujaba a no escucharme. Canturreaba al tiempo que alababa sus dotes de cocinillas. Estaba convencido del éxito de su idea, la cual consistía en echar todo tipo de alimento que encontrase a mano, desde sardinillas en conserva hasta mejillones en escabeche, pasando por queso rallado y creo que también chorizo casero. <<¡Va a saber que te cagas!>>, exclamó un par de veces. Asentí sin dejar de mirar aquel talento sin par, mientras pensaba <<sí, se van a cagar en ti y en tus familiares, vivos, muertos y por nacer>>. <<¿Qué asco haces, tío?>>, acabé por preguntarle. <<Eso es una porquería. No va a haber dios que se lo trague>>. Él, ni caso; continuaba feliz, revolviendo ingredientes de cuya mezcla, si es que alguien la probaba alguna vez, yo sospechaba que podría tener peores consecuencias que la pócima del doctor Jekyll. Como mínimo desataría la furia de las fieras todavía dormidas y seguro estropearía la buena sopa que había cocinado uno de los nuestros, aquel a quien cariñosamente apodábamos Joe Pepsicolo, por su fácil manejo del cuchillo en carne humana y su afición a la casera cola mezclada con barrantes. En realidad, poco me importaba que la sopa empezase a tomar un color digno del mejor infierno, pues no me gustaba ni la sopa ni el caldo, pero me parecía un poco optimista por su parte creer que aquello podría gustar a alguien. <<¡Qué sí!>>, exclamó un tanto alegre, <<¿cómo no va a saber bien con todo lo que lleva?>> Mi amigo era optimista, y el más fiel devoto del “cuánto más, mejor”. Por mi parte, me consideraba lógico, pero él confundía dicha lógica con pesimismo. <<No seas aguafiestas. ¿No ves que esto va cobrando forma?>> <<Sí, en eso no te falta razón>>, concedí observando aquel mejunje que ya parecía la cosa del pantano. Claro que en todo momento mi pensamiento era negativo respecto a cuanto observaba. Su <<ahora echo esto y… esto, también…>> me llevó a la conclusión más evidente: que el optimismo no es sino la creencia de que hagas lo que hagas, será mejor; mientras que la lógica es simplemente mirar los hechos y reflexionarlos a partir de realidades probadas; algo así como el que una sopa de fideos puede gustar, pero una a la que se le añaden sardinillas de lata y su aceite, chorizo, queso, mejillones en escabeche y ya no recuerdo qué cosas más, por coherencia gustativa debe saber mal, tal como el optimista transformado en pesimista reconoció cuando probó su invento. <<¡Puaj! ¡Menuda mierda! ¿Por qué no me lo advertiste?>>, me preguntó antes de salir corriendo…



No hay comentarios:

Publicar un comentario