viernes, 12 de mayo de 2023

Encontrarás dragones (2011)

¿Qué es un santo y una santa? ¿A quién se santifica? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Adquiere la imagen santificada la función de nexo entre lo terrenal y lo divino? ¿Existe una tendencia humana a imitar e idolatrar? ¿Y a odiar? ¿Somos loros o cotorras? Tal vez ¿irracionales y seres pensantes? ¿Se puede ser santo sin el reconocimiento oficial? ¿Un mosquetero, un héroe, un benefactor o un santo para unos, puede ser lo contrario para otros? De haberse sentido rechazado como Caín, ¿el comportamiento de Abel habría sido similar al de su hermano? De intercambiarse las emociones, ¿Abel cometería similar fratricidio? Las respuestas carecen de relevancia para hablar de Encontrarás dragones (There Be Dragons, 2011) porque es una película que no plantea cuestiones ni se cuestiona como film. Sencillamente se deja llevar e intenta llevar, aunque dudo que lo logre. Probablemente, las respuestas también carezcan de interés para el catolicismo devoto y el agnosticismo practicante, e igual desinterés supongo en ateos y en creyentes de religiones que no piensen en santos. Lo que sí importa e interesa a la comunidad católica es su santoral y sus ídolos. Y dicho interés, unido a la búsqueda de sí mismo (en relación a su padre), pone en movimiento a Roberto Torres (Dougray Scott), un escritor de origen español a quien, ante la posibilidad de la canonización de Escrivá de Balaguer, se le ha ocurrido investigar y escribir la biografía del religioso. Roberto es el personaje en quien Roland Joffé se apoya para introducir la trama. Quizá lo quiso como hilo conductor, pues las imágenes vuelven en diferentes momentos a él, pero el escritor no es el conductor del relato. Tal función corre a cargo de la “memoria” de Manolo Torres (Wes Bentley), su padre; de lo vivido y, según dice, de lo que escuchó contar a Josemaría (Charlie Cox) —afirmación que Joffé emplea para conferir, sin excesivo éxito, veracidad a su relato—. En un primer momento de Encontrarás dragones, Manolo se niega a hablar del tema con su hijo, con quien lleva ocho años sin relacionarse; pero el anciano cambia de opinión para que Joffé pueda hacer su película.

El narrador, que graba sus recuerdos, habla de su infancia en el pueblo, de la lucha de clases y de la guerra civil, pero tanto las evocaciones de Manolo como la búsqueda de Roberto en el presente dejan la historia como estaba. Es decir, no permite ver más allá de la superficialidad de sus personajes y de los hechos que expone y que nada nuevo aportan a la filmografía sobre la guerra civil española (1936-1939). Resulta evidente que búsqueda y memoria se empeñan para dar un tono bélico y conflictivo a la hagiografía sobre Josemaría Escrivá, el fundador de la orden secular llamada Opus Dei; en castellano: Obra de Dios. Dicho y leído así, quizá suene a divino o un tanto pretencioso, pero el nombre es el que es y el origen de la organización es tema del que Joffé habla, al tiempo que lo hace sobre la guerra civil. Pero a lo largo de sus más de dos horas de metraje, Encontrarás dragones no sabe alejarse del tópico, ni en pasado ni en el presente, cuando Roberto está en Madrid para encontrarse con su padre, que resulta natural del mismo pueblo que el religioso a quien el escritor piensa biografiar. Además, para mayor coincidencia, resulta que Manolo y Josemaría eran amigos en la infancia. Esta doble relación, padre-hijo y “fraterna”, posibilita al director de La misión (The Mission, 1986) —film de un atractivo que no encuentro en esta coproducción hispano-estadounidense-argentina— introducir la distancias que las separa. Una de ellas, la fraterna deriva en el cainismo tan bien expuesto por Unamuno en su espléndido Abel Sánchez. Pobre don Miguel, que comprendió que los hunos y los hotros iban a llevar el país a la ruina. Mas fue peor de lo que el filósofo pensaba. Entre los radicales de ambos bandos lo llevaron a la tragedia: una guerra que la mayoría de la población no quería, pero que le tocó sufrir. La guerra civil es uno de los dos ejes de Encontrarás dragones. El otro es la figura del fundador de la “Obra”, cuyos orígenes acaparan parte de lo expuesto por Joffé, que ofrece un protagonista cuyos actos los reduce a su idea de que Dios se lo pide. Esa es la justificación y el motor existencial de Josemaría, lo cual, al menos así me lo parece, resulta un intento de hacer pasar al personaje por místico; quizá Joffé, también guionista de la película, tuviese en mente a Teresa de Ávila o Juan de la Cruz, pero cualquiera de los dos eran y son de otra historia. De lo que apenas tengo dudas es de que, al tratarse de una loa a la figura que inspira el film, el personaje interpretado Charlie Cox resulta por momentos irrisorio, su rostro de “santo” mientras espera a que Dios le indique cuál es su misión en la vida; convencido de que tiene una, convencimiento que lo convierte en un individuo de idea fija, única, y tal unicidad conlleva el riesgo de la fijación, la obsesión, quizá el fanatismo. Pero el héroe de Joffé no es un fanático sino un religioso de tolerancia tal, que más que santo parece un demócrata convencido, quizá un cura solidario, amante de la libertad religiosa y social, de la libertad de expresión y, en definitiva, de viva la libertad y abajo la censura, la cual, por cierto, estaba controlada en España por miembros de su “Obra”. Pero de la libertad, ahora no hablo porque es un tema de enorme complejidad que dudo que en unas líneas pudiese sacar algo en claro. Pero volviendo a los personajes, si estos son expuestos en superficie —por mucho amor del que hable Josemaría y a Manolo le empuje más que la venganza la envidia—, las situaciones son igual de superficiales, como podría ser la introducción de la brigadista húngara a quien da vida Olga Kurylenko; la conversión de Honorio (Derek Jacobi), hasta entonces judío por honrar a su padre, en el lecho de muerte o su cuento de una judía corriente que se convierte en el leitmotiv del religioso del film: <<Mira esto. Una judía normal y corriente. Pero, con paciencia, habilidad, trabajo duro y amor, se pueden desatar los divinos sabores que esconde. ¿Entiendes la lección?>> Suena a más tópicos, a uno muy vendible: el de si trabajas, podrás lograrlo; el que la sigue, la consigue o todo es posible en Granada…

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