domingo, 23 de noviembre de 2025

Soledades. Estética del retiro


En sentido literal, la soledad no puede verse, ni escucharse, tampoco olerse ni tocarse, ni saborearse, pero puede sentirse y, cuando esto sucede, la contradicción continua y cae, como mínimo, en la ambigüedad y en la posibilidad de conocerse y descubrir el mundo del que uno se ha distanciado. Por otra parte, no deja de ser cierta la doble contradicción “se puede estar solo en multitud y acompañado en soledad”, mas también resulta contradictorio (en apariencia, al menos) escribir un libro entre dos y titularlo Soledades. Estética del retiro, tal como hacen Miguel Copón y Alberto Ruiz de Samaniego en su búsqueda de <<reconocer la soledad y el retiro en sus diferentes manifestaciones>> <<y distinguir sus formas>>. (1) La soledad es íntima, cada individuo que la conoce, la siente diferente; la piensa y la vive distinta, desde sus particularidades, de ahí que, por ejemplo, la soledad en Cervantes deparase El Quijote y en Casanova, sus memorias, la de una vida de desenfreno y placer que, en su vejez, cuando se encuentra en soledad, ya le queda lejos. Pero es en ella, en su seno, donde los artistas, expulsados del mundo o apartados por voluntad propia del espacio social en el que no se reconocen, crean la obra de arte. No hay posibilidad de crearla en fiestas y entre multitudes, ni en mundos que adormecen o borran la identidad, las inquietudes, las emociones. El artista, antes de creador, es una persona que encuentra en su aislamiento el espacio para recuperarse, para conocerse y darse a conocer. De modo que la soledad se abre a una distancia del mundanal ruido y a un acercamiento a la interioridad acallada y desconocida hasta entonces; tal vez sospechada y hacia la que suele empujar esa sensación de no pertenencia, común y a la vez diferente según cada creador; hablo de sentirse desubicado en una sociedad en la que uno no se encuentra; tal como le sucede al protagonista de la novela de Bohumil Hrabal Una soledad demasiado ruidosa. En Soledades. Estética del retiro se trata de buscar y expresar las soledades que de algún modo vertebran las obras de diversos autores que, retirados de la sociedad, tal como Montaigne antes y Rilke siglos después, encontraron o crearon un espacio acorde, diría que uno ideal para contemplar y construir, donde la creatividad fluya e incluso desborde, lo cual no dudo ni por un instante que suceda en los autores que sirven a Copón y Ruíz de Samaniego de ejemplos para su ensayo; lo afirmo no por haber leído el libro, sino porque no conozco otro modo más íntimo, sincero, incluso doloroso y libre, entendiendo que la libertad nunca es absoluta, tal vez solo sea un espejismo que aumenta sus límites en ese retiro donde el artista se construye y se destruye constantemente.


Quienes quedan fuera de la soledad, quienes solo la han sentido de pasada, quizá no se planteen las distintas cuestiones que obligan al solitario a encerrarse en su ciudadela y allí encontrar las formas precisas para expresar un estado de ánimo o una reflexión de manera artística. A veces o casi siempre no le queda otra que apartarse de un entorno que no comprende y que no le comprende, un entorno que lo sitúa y en el que uno mismo se posiciona al margen. No hay artista sin pausa ni quietud, se detiene en contemplación, ni artista que, consciente o inconscientemente, no busque o no caiga en la soledad, que a veces se abre como un abismo sin aparente fondo, pero, antes del golpe final, uno descubre que hay un espacio luminoso donde poder crear, pues la propia soledad ya incita a comunicarse con uno mismo y, desde ahí, quizá desde el dolor o desde el aburrimiento que le posibilite las formas, edificar en él, dar rienda a la abstracción, al vuelo de la imaginación y crear la obra que le comunicará con los demás. Nada de eso resulta acorde a los grupos, más propensos al bullicio y a la acción. La obra artística nace de individualidades que deciden o se ven obligados a apartarse, artistas que han pasado a la historia por sus creaciones y sus retiros, incluso algunos forzosos, debido a momentos de locura o de aflicción, de necesidad de cura, para poder escucharse y poder ver desde la distancia y el acercamiento. Somos contradictorios, pero sin esta característica, ¿no seríamos lineales? ¿Y que podría crearse en linealidad, más que líneas rectas? Pero ¿y las líneas curvas y los saltos? ¿Podrían darse las rupturas que permiten la evolución artística y humana? Quizá todo genio tenga algo de loco, sino cómo iba a lanzarse de lleno a la soledad donde edificará un universo propio de formas, de pensamientos y emociones, de demonios y fantasmas, de recuerdos y sueños, de espacios vivos que no pueden construirse en multitud, pero que se convierten en universales. Todos ellos, construyeron en soledad y retiro, que pueden ser físicos, mas también un estado emocional perfecto para crear formas, evocar paraísos perdidos, sufrir y sufrirse, amar sin límites lo idealizado. Allí, embargado por las ideas y las imágenes, sin más interferencias que el propio pensamiento, el artista edifica su mundo y lo llena de reflejos, de ideas, de formas, de musas, de ritmo, de una estética propia que nace acorde a cada aislamiento, en contradicción y conflicto, en su esencia más pura. Esto no quiere decir que no pueda crearse una obra en compañía, los autores de Soledades. Estética del retiro lo han demostrado al establecer un diálogo entre ellos y con los autores que asoman por las páginas de su libro. Y precisamente por ello, comprendo que una obra como Soledades, no es un estudio al uso ni una guía ni un catálogo de arte; es otra historia, una que no obedece a más diálogo que con uno mismo, en este caso con dos, y con el objeto o motivo de búsqueda y de creación. En ese sentido se trata de un libro vivo, que nunca estará completo, nunca dejará de construirse ni de dialogarse, pues habla en cierto modo de la evolución humana a través de la obra de arte, apuntando hacia una construcción que supera la del individuo y su tiempo, puesto que engloba a la humanidad entera, aunque solo en soledad pueda construirse una obra de arte en todo su esplendor. Lo que me lleva a pensar que tanto la historia del individuo que la crea como la del Arte, no pueden darse aisladas. Son la suma de contables e incontables, de vasos comunicantes, de espíritus que se reconocen y se comunican e influyen a través del tiempo; en el caso del Arte son las creaciones que cada artista ideó en su aislamiento y que después cobró la forma artística que nos ha llegado, la que nos emociona, la que nos expulsa de la apatía en la que caen muchas de nuestras cotidianidades…


(1) Miguel Copón y Alberto Ruiz de Samaniego: Soledades. Estética del retiro. Ediciones Cátedra, Madrid, 2025.

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