miércoles, 12 de noviembre de 2025

Hellboy (2004)


Hace un par de semanas acudí a una exposición que estrechaba lazos entre Goya y Hellboy, el personaje creado por Mike Mignola, a través de la idea y los dibujos de Stéphane Levallois, que pretendía una reflexión sobre la obra del pintor aragonés a partir de Hellboy —¿o sería al revés?—. Y es que —me dije— cualquiera puede encontrar un parecido más o menos razonable con algo ya existente, siempre que insista en ello y que sus oyentes (o su público) no sepan muy bien de qué les habla. La cuestión es que asientan desde el inicio, que se muestren convencidos porque así se lo han dicho, el resto ya es darlo por hecho. No me estoy refiriendo a este caso concreto; hablo en general y, además, no voy a negar que la exposición me gustó; no por la asociación, sino por algunos dibujos y la invitación a imaginar esos lazos establecidos por el dibujante francés y la posibilidad de rechazarlos o aceptarlos después de reflexionarlos; o, al menos, de dedicar un pensamiento a lo visto y establecido. Si bien nunca he sentido interés por el cómic, que no he leído y por ello no puedo valorarlo, había dibujos que parecía evidente que estaban influenciados por las pinturas negras del pintor aragonés, aquellas que en su día nadie quería y que desde hace décadas son consideradas obras capitales de la pintura, pero dudo que captasen el espíritu del creador de Duelo a garrotazos y su visión del mundo: compleja, cruda, emocional, tal vez un mundo condenado en el que todos seamos víctimas y victimarios, ninguno héroe ni heroína, dependiendo de la perspectiva; como apunta Carlos Rojas cuando habla del Guernica y de El tres de mayo en una de sus novelas: <<en un mundo moralmente enfermo, como el nuestro, ser mártir o verdugo depende de quien tire o reciba las bombas>>.* Pero donde en Levallois (y Mignola) es duda, me refiero a la relación establecida en la exposición, no a las influencias, aquella desaparece si tengo que relacionar o encontrar influencias goyescas en la primera adaptación que del personaje de Mignola hizo Guillermo del Toro en Hellboy (2004), un film que no tenía pensado volver a ver, pero que mi visita a la exposición me convenció para lo contrario, aunque consciente de lo que me encontraría.


Así que me topé con lo que esperaba: imágenes y sonidos en los que la fantasía lo es por su adscripción genérica y por la apariencia de los personajes, así como de los espacios. Más allá, la mente del espectador, al menos la mía, se queda en tierra. Dicho de otro modo, no echa a volar porque la película no invita a fantasear; en mi caso, ni siquiera me divierte, harto de chistes ya escuchados, de personajes iguales a tantos otros, aunque cambien su fisonomía, y de situaciones que se han visto en el cine desde tiempos diré que de Mary Poppins, pues dudo que los de Hollywood hayan oído hablar de los de María Castaña. Y ahora soy quien se permite establecer una relación, que supongo ya habrán establecido otros con anterioridad, entre el cine de Guillermo del Toro y el de Tim Burton, a quienes podría verse como niños grandes haciendo películas entretenidas, algunas incluso con su punto de terror, solo que el terror lo llevamos dentro. Aunque no es mi caso, tal vez haya quien considere a del Toro un cineasta similar a Tim Burton, pero el mexicano carece del aquel deformador y simpático que el estadounidense sí alcanza en sus mejores películas, las cuales contienen algo que el autor de El laberinto del fauno (2006) fuerza pero no alcanza. En Burton, hay personajes emocionalmente humanos como Eduardo Manostijeras (1990), el cineasta soñador de Ed Wood (1994) o el cuentacuentos de Big Fish (2003). A través de ellos, la fantasía suena honesta, incluso fantasmagórica, como sucede en Sleppy Hollow (1999); y no a tópico, que es a lo que suena cualquiera de los personajes que campan por la filmografía del director mexicano. Claro que el estereotipo vende hoy (que sitúo su inicio en la década de 1970) como nunca. Es cierto que ambos se decantan por la fantasía y por los cuentos, incluso por el cómic —ambos han rodado tiras de las DC: Burton realizó dos films de Batman y del Toro el mismo número de adaptaciones de Hellboy—, pero el mexicano crea desde el estereotipo y el cine de acción para adolescentes que quiere hacer pasar por espectacular y espectáculo. En mi caso solo una película suya me convenció a medias, sobre todo por la atmósfera lograda: El espinazo del diablo (2001), el resto no es para mí…


*Carlos Rojas: Memorias inéditas de José Antonio Primo de Rivera. Editorial Planeta, Barcelona, 1977.


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