viernes, 21 de noviembre de 2025

Carmen Martín Gaite: Entre visillos


Con su primer libro, El balneario, que recoge varios relatos, Carmen Martín Gaite ganaba el Premio Café Gijón y, sobre todo, iniciaba con brillantez una carrera literaria prometedora que se confirmó espléndida hacia finales de la década de 1950, cuando se convirtió en una de las narradoras más importantes de la generación de escritores españoles que debutaron en los años cincuenta del pasado siglo. Por otra parte, esta escritora salmantina se unía a voces como la de Carmen Laforet, quien una década antes había sorprendido con su introspectiva (y recuerdo claustrofóbica y sombría) Nada, y Ana María Matute, cuya primera novela, la realista Los Abel, se había publicado en 1948. Las suyas eran voces literarias que creaban y daban visibilidad a una literatura hecha por mujeres, que aportaba una perspectiva diferente, más íntima y cercana, digamos que de primera mano, de la situación femenina en aquella España de posguerra y de mitad del siglo XX. Aparte, se da la casualidad que las tres autoras fueron premiadas con el Nadal: Laforet en la primera edición del Premio, celebrada en 1945, Matute sería galardonada por Primera memoria en 1959 y Martín Gaite lo recibió un año antes, en 1958, por Entre visillos. Escrita entre 1955 y 1957, era su primera novela larga, la que la situó definitivamente entre los grandes nombres españoles de la “Generación de los 50”, en la que destacaban Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos o su marido, el también escritor Rafael Sánchez Ferlosio. En 1955, el mismo año en el que ella iniciaba la escritura de Entre visillos, Ferlosio publicó El Jarama, título clave de la novela neorrealista española —si pienso que la realista ya la habían bordado Perez Galdós, Pardo Bazán, Leopoldo Alas “Clarín”, entre otros autores de finales del XIX— que surgió en aquella época influenciada, entre otras cuestiones, por el cine y la novela italiana de posguerra, y apurada por la necesidad de esos jóvenes escritores de mostrar su entorno desde una literatura que desvelase realidades cotidianas que se vivían en España. A ese periodo de resurgir realista pertenecen Gran Sol o Los bravos, también Entre visillos, que la escritora ambienta en una ciudad de provincias (su Salamanca natal)…

En ella, sitúa a sus personajes. La mayoría de los principales son femeninos, salvo Pablo Klein, que asume la narración en primera persona en varios capítulos de la novela. El resto los narran una narradora omnisciente y Natalia (en dos capítulos, a partir del diario que escribe), la hermana menor de Julia y Mercedes. La trama se centra en la situación de las jóvenes protagonistas de un relato coral en el que queda dibujado el ambiente urbano, la moral burguesa y la situación de esas jóvenes mujeres en la veintena que viven condicionadas por el orden social establecido, el cual difiere del que pueda vivirse en Madrid, cuyo elevado número de habitantes conlleva el anonimato que protege y libera, como parece demostrar el comportamiento de Marisol, la chica madrileña que llega a Salamanca para pasar los días de fiesta que, sobre todo, la autora muestra en el Casino, el centro neurálgico de esa juventud salmantina de clase media-alta… Pero, más que nada, gracias a los pensamientos y recuerdo de Pablo y Natalia, la ciudad y la sociedad de Entre visillos se desvelan como parte de la prisión para quienes despiertan a una idea diferente de la establecida, de lo que se espera; y en eso, Natalia, una brillante estudiante de último curso de bachillerato quizá pueda ser la excepción, apunta a ello. Visto así, es la evolución y la revolución de una generación que en ella busca algo más que lo aceptado por su amiga Gertru: el matrimonio, que parece ser el principio y fin de esa sociedad burguesa sostenía sobre re el qué dirán y el la mujer en casa, como madre y esposa, incluso como nuera. Eso lo es para Natalia, tampoco lo sería para Elvira, pero quizá esta camine hacia su derrota. Mientras, el resto de jóvenes se muestran dóciles, incluso peores que los hombres, como seria el caso de Mercedes, opuesta a Natalia, que sería algo así como la evolución y la esperanza para asumir una existencia distinta, fuera de los visillos, fuera del hogar, a la luz, lejos de la sombra y de la frialdad a la que muchas de ellas están condenadas sin ser conscientes, pues lo han aceptado y así perpetúan el encierro entre cuatro paredes…

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