miércoles, 19 de noviembre de 2025

Bergen-Belsen: Lo que se encontraron (2025)


Quienes nacimos sobre y después de 1945, crecimos en un mundo donde el horror ya se había materializado en formas que antes de la Segunda Guerra Mundial eran inimaginables para la humanidad, porque esta no tenía noticias de semejantes hechos y crímenes (ni tampoco la tecnología para llevarlos a cabo); aunque ya antes hubiese habido exterminios masivos. Entre otras aberraciones humanas, la humanidad anterior a este conflicto bélico de dimensiones impensables había sido testigo de la destrucción de civilizaciones, de la desaparición de pueblos, de la esclavitud, de la matanza de los judíos en la Viena del siglo XV o de bombardeos de ciudades y su población civil, pero no del lanzamiento de dos bombas atómicas sobre dos áreas urbanas pobladas ni la masacre diseñada hasta el último detalle (la Solución Final) y llevada a la práctica en campos de exterminio como Bikernau, en el complejo de Auschwitz, donde se calcula que fueron millones los muertos. Los supervivientes que relataron sus experiencias, recuerdan que, en cuanto llegaban al campo, se producía la primera selección entre las víctimas. Los SS les ordenaban hacer dos filas, una a la izquierda y otra a la derecha, y a ellas enviaban a quienes serían mano de obra esclava y quienes consideraban desde el primer momento prescindibles: niños, enfermos, intelectuales y ancianos. Así, según a cuál de ellas les enviara, agonizarían trabajado en condiciones infrahumanas hasta morir de hambre, cansancio, debilidad o enfermedad; o morirían de inmediato en las cámaras de gas, puesto que el uso de las balas era un sistema más lento y costoso —y era el que habían empleado con anterioridad al uso del Zyklon B—. Los servicios secretos aliados y los gobiernos de distintos países conocían la existencia de aquellos lugares de muerte en 1942, pero ¿qué podían hacer entonces? ¿Propagarlo sin pruebas a un mundo que lo ignoraba y que no querría creerlo, porque el aceptarlo era como aceptar parte de su propia monstruosidad? Cierto que había civiles que conocían algunos de los hechos por proximidad —la población que vivía cerca de los campos donde cada día se encendían los hornos y de las chimeneas salían humo y partículas de restos humanos—, que la BBC había hablado de ellos y que otros lo sospechaban, por ejemplo algunos emigrantes judíos que habían logrado escapar de Europa; mismamente el informe del teniente de la SS Kurt Gerstein, que hizo llegar a la resistencia holandesa en 1942, confirmaba la escalofriante dimensión del infierno de los campos. Pero ¿quién más podría pensar que la humanidad llegaría hasta ese extremo de crueldad y criminalidad? No los dos cámaras del ejército británico protagonistas de Bergen-Belsen: Lo que se encontraron (What They Found, 2025), el documental realizado por Sam Mendes sobre aquellos lugares de crimen y muerte. Lo desconocían; ni siquiera podían imaginar lo que se encontraron. Y no podían porque, hasta entonces, el mundo no había vivido o no había tenido noticia de ciudades totalmente arrasadas ni de un horror inimaginable antes del conflicto que marcó un antes y un después en la historia humana.

En 1945, se estableció la diferencia entre quienes somos y quienes creímos ser. Los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial conocían otros horrores, como los producidos en la Gran Guerra (1914-1918), en la revolución rusa (1917) y la guerra civil que le siguió, en la guerra chino-japonesa o en la guerra civil española, durante la cual se produjeron los primeros bombardeos masivos sobre poblaciones occidentales —en oriente, la cruenta invasión japonesa de China hacia sus propios estragos—. El más famoso de los bombardeos sufridos durante la guerra española fue Guernica, aunque no fue la primera población arrasada por las bombas. Sin embargo, aquellos “ensayos” nada tenían que ver con lo que se vería poco después en Londres, Berlín, Tokio, Dresde o, ya en la era atómica, la que se inicia el 6 de agosto de 1945, en Hiroshima y Nagasaki. Entre otros, aquellos dos cámaras británicos descubrieron el horror, lo filmaron y quedaron impresionados. Jamás podrían borrar aquella barbarie ni aquellos cuerpos sin vida o a punto de perderla. ¿Qué decir ante esas imágenes que filmaron para dejar constancia de la magnitud del crimen? ¿El mundo no se había dado cuenta de semejante posibilidad cuando en 1936 se producían marchas pronazis en Inglaterra y en otros lugares del globo? ¿Qué pensar después de haber perdido la inocencia, la confianza en el género humano, capaz de algo así? En diferentes lugares y medida, se ha repetido y es algo que podría volver a suceder, si es que no está sucediendo ya. De modo que Mendes recuerda aquel momento a través de las imágenes y de las voces de los sargentos Mike Lewis y Bill Lawrie, dos de los cámaras del ejército británico que se encontraron con el infierno de Bergen-Belsen, uno de los muchos lugares de muerte creados por los nazis. Allí, según apunta Mendes al final de su documental, perecieron de hambre, hacinamiento y enfermedad más de cincuenta y dos mil personas. Lugares como Bergen-Belsen, Dachau, Mauthausen o Auschwiz, también el Gulag soviético, los laogai chinos o los campos de los Jemeres Rojos en Camboya, son lugares de muerte y desesperanza, lugares que hacen preguntarse qué somos los humanos y de qué somos capaces…

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