<<Si este escrito resulta incomprensible para alguien y llega mal a sus oídos, la culpa, según pienso, no reside necesariamente en mí. Este escrito es suficientemente claro, presuponiendo lo que yo presupongo, que se haya leído primero mis escritos anteriores y que no se haya escatimado algún esfuerzo al hacerlo: pues, desde luego, no son fácilmente accesibles. En lo que se refiere a mi Zaratustra, por ejemplo, yo no considero conocedor del mismo a nadie a quien cada una de sus palabras no le haya unas veces herido a fondo y, otras, encantado también a fondo: solo entonces le es lícito, en efecto, gozar del privilegio de participar con respeto en el elemento alciónico de que aquella obra nació, en su luminosidad, lejanía, amplitud y certezas solares…>>
Del prólogo de La genealogía de la moral.
Las obras de Nietzsche pasaron sin pena ni gloria mientras tuvo lucidez, aunque esto no implica que al final de su vida obtuviesen un éxito febril. Cierto que la curiosidad por Nietzsche llegó a partir de su enfermedad, supongo que por el morbo que generó entre colegas y público la posibilidad de leer a un “loco” que, con anterioridad, ya consideraban un incómodo estrafalario, y el éxito después de su muerte. Pero en vida, ni siquiera su mayor escándalo literario fue un superventas. Así habló Zaratustra no tuvo la acogida esperada por este artista trágico, más que pesimista, dionisíaco, que puso dinero de su bolsillo para publicarla —lo que de paso, confirma que la autopublicación no es un fenómeno de nuestros días, aunque en nuestros días se ha hecho de ella un negocio fenomenal y a gran escala.
Incluso hoy, ya mundialmente famoso, es un autor leído por una minoría, aunque la mayoría lo nombre Nisze o Nisce —oído, a ver quién escucha la diferencia— y diga algo sobre sus ideas, muchas de las cuales fueron ocultadas, interpoladas o alteradas después de su muerte, al gusto de quienes vieron en partes de su obra un medio para sus propios fines. Como cualquier pensamiento, el conjunto de ideas que forma el pensamiento evolutivo de Nietzsche da que pensar e invita a pensar, pero no resulta peligroso, a lo sumo complejo, exigente; por momentos radical y novedoso; ambiguo y contradictorio, quizá, porque no explica masticadas las razones que le llevan a sus afirmaciones, que exclama sincero. Las expresa sin miedo, con lucidez, golpeando con martillo germánico, sin necesidad de justificarse ni justificarlas ante moralistas que rechaza, como repudia la hipocresia de la moral que les aprisiona. En ese punto, es fácil pensar que asume ser una especie de mesías o un nuevo Prometeo que llega para liberar a la filosofía; aunque esto no sea así —él solo ha abierto los ojos, buscando, examinando e interpretando y evidenciando con conclusiones que pueden “herir a fondo o encantar también a fondo”. Pero de lo que se puede estar seguro es de que no fue responsable de la apropiación de su filosofía, si se le puede llamar así a la obra de alguien a quien se podría calificar de antifilósofo, una de las mil caras que se le ha querido dar a quien escribió que <<Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran —se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran.>> (Crepúsculo de los ídolos)
Como no me oye ni me lee, diré, además, que el autor de Ecce homo es el filósofo del millar de rostros, el Lon Chaney de la filosofía moderna, el pensante que te escupe verdades a la cara y aquel que igual sirve para un roto que para un descosido, el que emplearon para sus fines las diversas ideologías que manipularon o tergiversaron a su gusto las ideas expresadas por aquel que afirmó que “no existen fenómenos morales, sino solo una interpretación moral de fenómenos…” (Más allá del bien y del mal). Ya que, ¿quien iba a perder su ociosidad leyéndolo e intentado comprenderlo? Así, igual dicen de este pensador, uno de los más importantes de la historia de la filosofía, que era antirreligioso o que superreligioso, que si moralista o inmoralista, revolucionario o reaccionario, nazi o anarquista, librepensador, profeta, pesimista o loco. ¿Quién era en realidad? ¿Qué le llevó a su pensamiento y en qué consiste este, si es que puede ser detallado sin riesgo a minimizarlo o a llevarlo a terrenos que le serían ajenos? Y más importante aun, ¿por qué habló Nietzsche/Zaratustra, si nadie le escuchaba? ¿Quizá porque soñaba que había quien sí le oía, aunque fuese en la distancia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario