Pienso en el lenguaje y veo su evolución, y doy por hecho que mientras se emplee, oral, gestual y escrito, vive en constante evolución formando parte de sus usuarios, de nuestra cotidianidad en fuga y de nuestro pensamiento cambiante. Por ejemplo, los idiomas nacen, crecen, evolucionan e incluso mueren para dejar su lugar a nuevas lenguas, como corrobora el paso del latín a las romances y como estas han cambiado desde el medievo hasta la actualidad en la que los emoticonos sonríen, lloran, se enamoran o se enfadan quizá sin saber que también ellos están sujetos a los cambios y a la desaparición. Démosle tiempo, aunque no veamos el momento ni el tránsito, lo que hoy es, quizá mañana, a más tardar pasado mañana, deje de serlo; los ejemplos más claros que lo confirman son nuestros sueños y nuestros pensamientos, nuestras verdades, nuestra naturaleza efímera… <<Mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, últimamente, idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo. ¿Y qué fará agora la tu merced? ¿Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que a tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse?>> Ay, mi buen don Alonso, ignoro qué hace por aquí, pero la evolución del lenguaje es un hecho. Mas no tema por sus ideales quijotescos, habrá ingeniosos hidalgos, soñadores e ilusos ingenuos que, igual que vuestra merced, se golpearán una y otra vez contra molinos que les derrotarán, aunque ni golpes ni porrazos les desanimarán hasta que perezcan en pos de sus sueños, o se den por vencidos y otros tomen el relevo. Ay, mi buen don Alonso, tampoco dudéis de la evolución de las palabras, de que <<estremo>> cambie su s por una x, de la aparición de nuevos términos y el desuso de aquellos de “siempre” que, como sucedió con <<fará>> y <<agora>>, derivarán en los signos y las voces de las que no seremos testigos, pero que continuarán comunicando ideas, distancias, emociones, afectos, defectos, dudas e incluso vacíos y ausencias de algo que contar o que decir.
Mi buen don Alonso, sepa vuestra merced lo que Valle-Inclán (Vilanova de Arousa, 1866 - Santiago de Compostela, 1936) expresó al respecto en La lámpara maravillosa. El escritor gallego no pudo ser más claro cuando afirmó que <<Toda mudanza sustancial en los idiomas es una mudanza en las conciencias, y el alma colectiva de los pueblos, una creación del verbo más que de la raza. Las palabras imponen normas al pensamiento, lo encadenan, lo guían y le muestran caminos imprevistos, al modo de la rima. Los idiomas nos hacen, y nosotros los deshacemos. Ellos abren los ríos por donde han de ir las emigraciones de la Humanidad. Vuelan de tierra en tierra, unas veces entre rebaños y pastores; otras, en el púrpura sangrienta de un emperador; otras, renovando la dorada fábula de los Argonautas, sobre la vela de las naves, con sol y con viento del mar. En las alas con que volaron cuando eran invasoras se mantienen muchos siglos las maternas lenguas, y declinan de aquel vuelo originario cuando nace una nueva conciencia. El espíritu primitivo —pastoril, guerrero o mitológico— deja de animarlas, nace otro espíritu en ellas y abre círculos distintos. El encontrado batallar del alma humana agranda la cárcel de los idiomas, y a veces sus combates son tan recios, que la quiebran. Y a veces los idiomas son tan firmes en sus cercos, que nuestras pobres almas no hallan espacio para abrir las alas, y otras almas elegidas, místicas y sutiles, dado que puedan volar, no pueden expresar su vuelo. Los idiomas nos hacen, y nosotros hemos de deshacerlos. Triste destino el de aquellas razas enterradas en el castillo hermético de sus viejas lenguas, como las momias de las remotas dinastías egipcias en la hueca sonoridad de las Pirámides. Tristes de vosotros, hijos de la Loba Latina en la ribera de tantos mares, si vuestras liras no quebrantan todas las cadenas con que os aprisiona la tradición del Habla. ¡Y más triste el destino de vuestros nietos, si en lo por venir no engendran dialectos suyos, ciclos de una nueva conciencia en la lengua de los conquistadores! Al final de la Edad Media, bajo el arco triunfal del Renacimiento, estaba la sombra de Platón meditando ante el mar azul poblado de sirenas. ¿Qué sombra espera bajo los arcos del Sol al fin de Nuestra Edad?>> Ay, mi buen don Alonso, la respuesta ya no es para vos, y sospecho que tampoco para nos, corresponde a las generaciones venideras.
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