domingo, 5 de febrero de 2023

El sexto sentido (1999)


El largometraje que dio popularidad a M. Night Shyamalan es más de lo que aparenta; no por las sorpresas y los giros que aquellas deparan, momentos como los referidos por Cole (Haley Joel Osment) cuando le dice a Malcolm (Bruce Willis) que todos los cuentos han de tenerlos para no perder la atención de su auditorio, para mantenerlo entretenido y que no disminuya el interés por la historia que el cuenta cuentos narra. Esto lo cumplen ShyamalanEl sexto sentido (The Sixth Sense, 1999); el director y guionista como cuentista y la película como ejemplo de sorpresas que se introducen entre la intimidad compartida por los protagonistas. Gracias a la atmósfera espectral generada, el cineasta juega a sus anchas con el público mientras habla del sufrimiento de Cole, de la incomunicación en la que habita, de su miedo, del acoso por ser diferente, de su aislamiento hiriente. Entre trampas y golpes de efecto, el cineasta muestra lo que quiere y sirve a sus intenciones, pero, más allá de los trucos narrativos y de los fantasmas que pueda asomar por el film, descubrimos una película sobre la soledad, la dificultad del niño para transmitir lo que le sucede, el terror que le genera lo que le sucede y la angustia que conlleva no poder contarlo, ni siquiera a su madre (Toni Collete).


En relación a lo dicho, la interpretación de
Haley Joel Osment transmite en gestos, expresiones y mirada, angustia o esperanza; el estado emocional del personaje, el que confunde a su madre, incapaz de comprender qué le sucede a su hijo, lo cual extrema la preocupación y depara su imposibilidad comunicativa. Ese mismo comportamiento infantil llama la atención de Malcolm, el reputado psicólogo que intenta explicarlo racionalmente para poder ayudar al niño. En realidad, necesita ayudar a Cole para ayudarse a sí mismo, para redimirse y dejar de sentir la culpa que le impide olvidar —ve en Cole su oportunidad para enmendar su error con el muchacho a quien cree que falló tiempo atrás. La relación que se establece entre el niño y el adulto resulta terapéutica para ambos; aunque el segundo no lo vea así. Resulta una relación de ayuda mutua. Su interacción con Cole permite a Malcolm hablar de su propio dolor, aquel que intenta silenciar, incluso negar, en su soledad o en sus visitas al niño. El psicólogo se aferra a un tiempo en el que no se encuentra, en el que existe en la distancia del ser amado: Anne (Olivia Williams), quien completa el plantel de personajes de peso de un film que sorprendió en la taquilla, pero no por la intimidad que explora, sino por la sorpresa final, quizá el momento más bajo del metraje, pero también el de mayor efecto.

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