lunes, 27 de febrero de 2023

La noche cae sobre Manhattan (1996)


El cine judicial y el policíaco en Sidney Lumet tiene tono oscuro. Se desarrolla en las sombras, zonas grises de la interioridad humana, condicionada por el espacio externo que los personajes transitan y descubren del mismo color. Desde sus comienzos en el cine hasta el final de su carrera, parece quedar claro que a Lumet no le interesan los “thrillers” de acción fabricados en Hollywood, aquellos que suelen navegar por la superficie de personajes estereotipados y de tramas no menos tópicas. La ofensa (The Offense, 1972), Serpico (1973), El príncipe de la ciudad (Prince of the City, 1981) o Distrito 34: corrupción total (Q & A, 1990), son excelentes ejemplos de Lumet indagando en las profundidades del individuo y del ambiguo sistema en el que se encuentra atrapado, y que resulta diferente al supuesto por idealistas, románticos e ingenuos como Serpico o Sean Casey, el protagonista de la también espléndida La noche cae sobre Manhattan (Night Falls on Manhattan, 1996). Este maduro, oscuro y amargo drama policial y familiar, que pasó sin pena ni gloria por las salas comerciales, pero merecedor de mayor atención, indaga en la corrupción y en los entresijos del sistema judicial y de la fiscalía de Nueva York, que difiere del ideal de románticos como Sean (Andy García), quien, inicialmente, mira el mundo en blanco y negro, desconocedor de la zona gris de cualquier espacio humano. Esta zona en la que se adentra cuando pasa a ser ayudante del fiscal (Ron Leibman) le pone a prueba, le posibilita descubrirse a sí mismo y le confirma las palabras de Vigoda (Richard Dreyfuss): <<las cosas nunca son tan sencillas como queremos que sean>>.



Casey se hace abogado porque cree en el sistema legal, en su buen funcionamiento, en su transparencia y en su promesa de ser igual para todos. Como nuevo ayudante del fiscal, uno de tantos, él es de los que llega con la intención y la creencia de que ayudará a que se cumpla ese para todos. Inicialmente no se plantea que durante su labor, sus valores y su fe en el sistema entren en conflicto con sus sentimientos y sus relaciones personales, conflicto que se desata tormentoso cuando se encuentra de lleno con la corrupción policial, con los intereses en la sombra y con otros asuntos poco claros que le atañen profesional y personalmente, sobre todo cuando asoman las sospechas de que Joe (James Gandolfini), el compañero de su padre (Ian Holm), pueda ser un policía corrupto; lo cual siembra la duda y la posibilidad de que su padre también lo sea. De ese modo, el protagonista vive momentos de sospecha, de amargura y decepción, la cual se hace palpable en la comida con su padre y con Joe, y ya cuando padre e hijo se quedan a solas, en una intimidad hiriente, pero en la que el amor que les une no se debilita, más bien, se hace más fuerte. 



Sean es un personaje totalmente adaptado al imaginario de Lumet, que se vale de la ingenuidad de su protagonista para regresar sobre temas por los que transita con paso magistral. Ex agente de policía y abogado, el protagonista de La noche cae sobre Manhattan se adentra en un entorno donde la línea que separa legalidad y criminalidad se difumina mientras la basura le envuelve y afecta no solo su relación paterna, sino la que le une a Peggy (Lena Olin) y la más íntima, aquella que mantiene consigo mismo, con sus valores y sus ideales. Ahí, en esa intimidad callada, Sean entra en conflicto y este es el que más interesa a Lumet, también autor del guion —que adapta al cine la novela Tainted Evidence, de Robert Daley—, pues desde el aprendizaje y decepción, resistencia e insistencia del personaje, reflexiona acerca de la inexistencia del blanco o negro. Todo es más complejo y complicado, fuera y dentro del individuo, que habita en las zonas grises. Llegar a comprender esto y no dejarse derrotar es el aprendizaje de Sean, el mismo que lega en sus palabras finales, las que pronuncia durante su discurso de bienvenida a los futuros ayudantes del fiscal.




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