jueves, 23 de diciembre de 2021

¡Peligro… Línea 7000! (1965)


La temática que vertebra la filmografía de Howard Hawks está ahí: un oficio de riesgo, que puede ser mortal, la amistad/rivalidad entre hombres, las relaciones hombre-mujer, la figura femenina que llega a un espacio donde desconoce las reglas y las circunstancias, pero donde se queda y se convierte en una más del grupo. En ¡Peligro… linea 7000! (Red Line 7000, 1965) son dos mujeres las que acceden a la acotación espacio-laboral que, en este caso, se descubre en la competición automovilística. Junto a la aviación, las carreras era otra de las pasiones de Hawks, siempre revolucionando sobre los mismos temas, en gran medida, gracias a su independencia. La coherencia y homogeneidad de su obra fílmica parece indudable. Mucho tuvo que ver en ello su actitud, su deseo de independencia creativa, que fue posible desde prácticamente sus inicios profesionales. Hawks quiso el control sobre sus films y lo logró, al menos hasta donde pudo lograrlo un cineasta que iba por libre en Hollywood del sistema de estudios —sin ligarse a ninguno en concreto, lo que le permitía mayor libertad para escoger qué filmar. Pero, aún teniendo el control sobre la producción, ¡Peligro… línea 7000! no aporta nada nuevo a esa temática tan suya de relaciones que se desarrollan lejos de cualquier zona confortable y convencional de la clase media estadounidense. Sirvan de ejemplo de dicha distancia las ubicaciones espaciales y los oficios de Barbary Coast (1935), Solo los ángeles tienen alas (Only Angels Have Wins, 1939), Bola de fuego (Ball of Fire, 1941), Río Bravo (1959) o Hatari! (1962). Pero lo peor no es que no aporte, sino que el film ofrece una imagen de Hawks que desmerece al enorme cineasta, uno de los más grandes que ha dado el cine estadounidense. Al error en la elección del reparto —James Caan todavía carecía de la presencia de la década siguiente—, que no ayuda a superar las carencias de sus personajes, apenas esbozos, se le suma la dispersión consecuencia de querer realizar un retrato coral de las diferentes historias de amor que el cineasta establece fuera de pistas y que de haber sido llevadas a la televisión, habrían podido dar como resultado un culebrón ambientado en la NASCAR. Como en otras de sus producciones, hay un punto de encuentro para todos los personajes principales, en ¡Peligro… Línea 7000!, el bar de Lindy (Charlene Holt) donde los pilotos, novias, mujeres o amigas se reúnen para charlar, bailar, beber, ligar,… El inicio del film no puede ocultar su origen, más allá de que los títulos de crédito ya apunten que se trata de una película producida y dirigida por Howard Hawks. Lo hacen dos amigos, Mike (James Caan) y Jim, que acaba de regresar de competir en California y que sufrirá un accidente mortal durante la carrera. Así queda establecido que ser piloto de carreras es un oficio peligroso. Durante los primeros minutos de metraje, también se establecen los tres escenarios principales: el velódromo, el motel y el bar donde Holly (Gail Hire), que llega a Daytona con la intención de casarse con Jim, se asocia con Lindy después de recibir la noticia del fallecimiento y de decidir quedarse. Posteriormente, se enamora de Dan (Skip Ward), pero teme iniciar una nueva relación, al creer que es portadora de mala suerte. Lo escrito hasta ahora, unido a la alta velocidad en las carreras, anuncian un film cien por cien Hawks. Y lo es, pero su desarrollo se encuentra entre lo más flojo del director de La fiera de mi niña (Bring Up Baby, 1938), aunque sea el señor Howard Hawks en su salsa quien falle en la puesta a punto de un film que nunca llega a carburar del todo.




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