miércoles, 1 de diciembre de 2021

Aliados (2016)


Marruecos, 1942, es la ciudad marroquí y no es Casablanca (Michael Curtiz, 1942) donde transcurre el primer tercio de Aliados (Allied, 2016), un film que tiene los suficientes alicientes para entretener. Y eso es lo que ofrece: entretenimiento en su miscelánea genérica y en la narración de Robert Zemeckis, un cineasta que, en esta mezcla de cine bélico, de espías y romance, no renuncia a jugar con el tiempo, como sensación humana, más que dimensión física. En Forrest Gump (1994) lo hizo prolongándolo la acción durante varias décadas que para el protagonista parecían no transcurrir, ajeno a los cambios que se producían a su alrededor o que aceptaba sin plantearse interrogantes, puesto que él vivía a otro ritmo; en Regreso al futuro (1985) y sus dos secuelas, Marty viaja por el tiempo como parte de su maduración, de su paso de la adolescencia a la edad adulta; mientras que en Náufrago (2000), el personaje de Tom Hanks sale del tiempo social, hecho que cambia su concepción temporal. En Aliados, el tiempo humano se transforma con la Guerra, puesto que el conflicto bélico lo intensifica de tal forma que Max (Brad Pitt) y Marianne (Marion Cotillard) lo viven al límite en Casablanca, donde, cumpliendo la misión de espionaje que les une, se enamoran con una intensidad que nace de la pasión agudizada por la proximidad de la muerte. En definitiva, su tiempo marroquí se reduce a vivirlo intensamente, mientras que, por ejemplo, en Náufrago, el protagonista está condenado a sufrir su quietud (en ausencia de la celeridad humana). Como film de espías, funciona en el juego de apariencias, de sospechas y de engaños, como romance es una historia de amor donde los sentimientos son auténticos. <<mis sentimientos son auténticos. Por eso funciona>>, le confiesa ella al inicio, igual que le dice que <<ser bueno en este trabajo no tiene nada de hermoso>>, en respuesta a que es <<hermosa y buena>>. Geográficamente, Aliados se divide en dos partes, la desarrollada en el protectorado francés en el norte de Africa y la intriga londinense, mientras que temporalmente se sucede en los diferentes tiempos que vive el amor de la pareja según las condiciones a las que se enfrentan. En Londres, es el de la duda y la sospecha que se cierne sobre Marianne y que Max intenta por todos los medios demostrar el error que apunta a la mujer que ama como espía alemana. Tiene setenta y dos horas para ello, tres días que vivirá de un modo muy diferente al idílico bélico que les unió y que depararán uno de los finales más románticos del cine estadounidense reciente: bajo la lluvia, el <<je t’aime>>, expresado por Marianne antes del gesto que remarca su amor en un tiempo de guerra: un <<tiempo de amar, tiempo de morir>>, tomando prestado el los títulos de la película de Douglas Sirk y de la novela de Erich María Remarque.



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