lunes, 8 de noviembre de 2021

Se interpone un hombre (1952)


En sus películas urbanas y nocturnas —Larga es la noche (Odd Man Out, 1946), El tercer hombre (The Third Man, 1948) y Se interpone un hombre (The Man Between, 1952)—, Carol Reed se mueve como pez en el agua para filmar angustia, inquietudes, imposibilidad, espectros y ruinas materiales y humanas, tensiones y espacios donde nada parece estable, salvo la inestabilidad de conflictos internos y confrontaciones externas como la que se vive en las dos zonas donde se desarrolla la intriga y el drama de Se interpone un hombre. En las ruinas y escombros berlineses, en la partición este-oeste y, más que nada, en la ingenuidad y descubrimiento de Susanne Mallison (Claire Bloom), recién llegada a Berlín, esta película basada en la novela Susanne in Berlin, de Walter Ebert, es el reflejo femenino de El tercer hombre, pero también es un film que, en la admiración de un niño hacia la figura adulta que venera, bebe de El ídolo caído (The Fallen Idol, 1947), y de Larga es la noche en la imposibilidad que se materializa fuera del manto nocturno que oculta a los protagonistas mientras huyen. Y como la Viena de El tercer hombre, el Berlín de The Man Between atrapa a sus personajes entre engaños, fantasmas y ruinas urbanas y morales, testigos mudos del pasado que, por la locura de unos pocos, primero, y la obediencia de muchos, trastocó millones de vidas y condiciona el presente que se está construyendo sobre la división de Alemania en dos: la oriental y la occidental. Todavía no se ha levantado el muro, pero la acción se desarrolla en plena guerra fría, así lo confirman los férreos controles fronterizos (checkpoints), las fugas del lado soviético al occidental, que son parte de la trama, o los disparos sobre quién intenta alcanzar el otro lado.


Susanne llega a la ciudad con su maleta cargada de inocencia, ingenuidad y romanticismo, pero también con la curiosidad de quién desconoce y desea conocer. Aunque no lo exprese en voz alta, el panorama llama su atención —la puerta de Brandeburgo, que no solo divide la ciudad en dos, la persecución automovilística en la noche o la fila de refugiados del este que ve a su llegada— y las sospechas que le genera Bettina (
Hildegarde Neff), su cuñada, en quien encuentra un comportamiento extraño que tiene su explicación en Ivo Kern, personaje interpretado por James Mason, un magnífico actor que, quizá como ningún otro, supo expresar la ambigüedad, el conflicto y el tormento de hombres atrapados en su imposibilidad, como su fugitivo en la magistral Larga es la noche o el propio Ivo, cuyo paso trastocó su vida, sus relaciones, y condiciona el presente en el que sobrevive en zonas grises. <<No era una historia especialmente buena, pero me gustaba el ambiente del Berlín de la posguerra, y quería trabajar otra vez con James Mason. No salió del todo bien, porque nos obligaron a volver de Berlín antes de que termináramos todos los exteriores, con lo que tuvimos que encajarlos en el estudio>>.1 Aunque el nivel logrado se sitúa por debajo de las arriba nombradas, Se interpone un hombre se disfruta como un estupendo thriller, realista, febril, quizá por momentos incómodo, pero en todo momento entretenido, que, visto hoy, también documenta su época, la de aquella guerra fría que levantó un muro visible en el corazón de la capital alemana y otro invisible, pero tan real como el primero.



1.Carol Reed. Festival de Cine de San Sebastián/Filmoteca Española, San Sebastián-Madrid, 2000.



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