jueves, 25 de noviembre de 2021

The Accused (1948)


La oscuridad de la carretera, la mujer que se oculta, en su intento de pasar desapercibida para el tráfico, y el nerviosismo de su rostro y de sus gestos, al inicio de The Accused (1948), delatan miedo y culpabilidad. Ambas sensaciones se agudizan en el interior del camión que la recoge, cuando apenas logra responder las preguntas del camionero, más aún el sobresalto que, ya en la ciudad, le causa el cartel promocional de una película titulada Murder. En ese breve arranque de su primer film noir, William Dieterle no alardea, precisa lo justo para explicar que el personaje ha matado, pero que lo ha hecho sin premeditación, puede que accidentalmente o en defensa propia. Los motivos los conocemos minutos después, cuando se introduce la analepsis que muestra parte de los hechos anteriores al inicio del film; entonces comprendemos ese temor, terror más bien, que se instala en su pensamiento antes y después de llegar a su hogar, donde su mente se acelera buscando una salida que le libere del pánico. Sus pulsaciones continúan a mil, mientras se repite que su caída en el abismo se inició esa misma mañana. No lo dice con estas palabras, como tampoco pronuncia el abstracto “miedo”, pero la acompaña a lo largo de su huida imposible. La víctima de The Accused no abandona su rutina, continúa en su puesto laboral. Intenta mantener la apariencia en su vida laboral y en sus relaciones sociales, al tiempo que su interioridad se agazapa, se protege, vive en fuga, decidida a ocultar pruebas a la policía.


La doctora Tuttle (
Loretta Young) escapa de los fantasmas que la persiguen desde el instante en el que perdió el autobús y aceptó la invitación de Billy (Douglas Dick), uno de sus alumnos de psicología, el que le lanza miradas de desafío y de deseo mientras imita sus gestos. Ella se ha de enfrentar a ese recuerdo para cicatrizar sus heridas emocionales, consecuencia de un acto violento que provocó su reacción defensiva y que le despertó el miedo a la ley y a la sociedad. Consciente de que pueden no creer que hay sido víctima de un intento de violación, la doctora intenta ocultar cualquier rastro que le relacione con el cadáver encontrado en una playa de Malibú. Expuestos los hechos mediante la evocación de la protagonista, cuando recuerda el momento en el que sufre el ataque e instintivamente se defiende, The Accused se centra en s estado febril, puesto que Wilma Tuttle se debate entre opuestos de culpabilidad e inocencia y, sobre todo, siente el temor que le decide a actuar como si se fuese una criminal y no una víctima que se ha defendido de su agresor. ¿Por qué tiene miedo o qué teme? Teme que no la crean, teme el qué dirá la gente, teme a la sociedad y perder por cuanto ha luchado durante toda su vida. Dieterle narra su historia en la cercanía: desde el pensamiento de Wilma, que intenta ser cerebral en un momento de maxima tensión emocional —su voz interior se deja escuchar para agudizar la ausencia de salida, su necesidad de querer hablar, pero de temer hacerlo, su necesidad de tranquilizarse para no delatarse, su intento de ir por delante de la policía y asumir una apariencia que dista de la realidad en la que se encuentra atrapada— o las pesquisas del teniente de homicidios (Wendell Corey) que parece jugar con ella y con Ford (Robert Cummings), el abogado recién llegado de San Francisco para encontrarse con Billy y se enamora de la mujer acorralada a quien, consciente de su sufrimiento, susurra que <<tarde o temprano todos acabamos con cicatrices… por dentro o por fuera>>.



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