domingo, 16 de marzo de 2025

La carta (1999)

La obra literaria más popular y prestigiosa de Marie-Madaleine Piochet de la Vergne, más conocida como Madame de La Fayette, por su título nobiliario de condesa, es La princesa de Clèves, la cual se considera la primera novela histórica publicada en Francia. Escrito en el siglo XVII, el libro de Marie-Madaleine Piochet se ambienta en la época de Enrique II y tuvo su primera adaptación cinematográfica de la mano de Jean Delannoy, que en 1961 daba imagen y sonido a la adaptación que del texto de la escritora había realizado Jean Cocteau. En aquel largometraje, La princesa de Clèves (La princesse de Clèves, 1961), el papel de la princesa Clèves lo interpretó Marina Vlady y su ubicación histórica permanece fiel a la novela. Otras actrices que dieron vida a la joven fueron Chiara Mastroianni en La carta (A carta/La lettre, Manoel de Oliveira, 1999), Sophie Marceau en La fidelidad (La fidélité, Andrzej Zulawski, 2000) —ambos títulos producidos por Paulo Branco—, y Leá Seydoux en La belle personne (Christophe Honoré, 2008), que tienen en común que sus heroínas son contemporáneas; es decir, que su drama se desarrolla en la actualidad. Pero sea en la corte o en un instituto, en los cuatro casos son mujeres atrapadas entre el amor, la fidelidad, la infidelidad, la obligación y el drama que se descubre en la imposibilidad de liberarse a su deseo y a la búsqueda de la plenitud que se le supone a encontrarse a sí mismas… La más irónica de estas adaptaciones, es obra de Oliveira, un cineasta cuyo cine huye de aspavientos y adornos, un cine que está perfectamente diseñado sobre la quietud que posibilita que se comprenda; incluso marca los cambios de tiempo con rótulos explicativos, tal como se hacía en el cine mudo. El rimo lento propuesto por Oliveira en La carta (y en el resto de su obra cinematográfica) posibilita la atención y la reflexión de lo que se ve y se escucha en la pantalla. El cineasta aprovecha esa quietud, la ausencia de movimientos de cámara, para permitir que el espectador cómplice active sus neuronas y que el perezoso se duerma. Esta es otra muestra más de su ironía —otra, seria que ya libre para amar, ella se niega porque teme perder el amor de Pedro Abrunhosa— y de su humor no en pocas ocasiones negro. Aunque no lo parezca a simple vista, ironía y humor, pueblan la filmografía de Oliveira, y ambas también se encuentran presentes en esta película de culpa y miedo, de amor y desamor, de cadenas e imposibles, de distinguir entre el querer y el amar, pero también de la apariencia y como esta marca el destino de la protagonista. Madame Clèves es el objeto de deseo de tres hombres y, a pesar de que se casa con uno y que ama a otro, en ningún caso la joven haya plenitud en sus relaciones. En realidad, parece atrapada en su encierro, en su mal, que consiste en estar enamorada y culparse por estarlo, pues no ama a su marido, a quien quiere y a quien permanece fiel, pero siendo infiel a sus propios sentimientos y emociones…



No hay comentarios:

Publicar un comentario